Kavafis



El antiguo Egipto se volvió poesía

La obra dirigida por Helena Tritek, sobre el poeta Constantino Kavafis, reúne belleza en el texto y en la delicada puesta.

En un espacio poco convencional se asiste a un espectáculo de las mismas características.

Kavafis , la obra que dirige Helena Tritek en el Teatro de la Comedia, ofrece una curiosa ventana por donde acercarse al mundo del poeta de origen griego Constantino Kavafis (1863-1933), considerado uno de los más importantes del siglo XX.

En una sala que fue el antiguo comedor de la casa, sin escenario, con cierto aire decadente, un grupo de actores recrea fragmentos de la obra poética con algunas pasajes de la vida del propio Kavafis, sin delimitar demasiado las diferencias. Alejandría, la ciudad egipcia fundada por Alejandro Magno y foco cultural de la Antigüedad fue la cuna de Kavafis: allí nació y murió, aunque fue importante la influencia que recibió el poeta a su paso por Inglaterra, Grecia y Turquía.

El clima de los burdeles de principios de siglo XX, la melancolía por el tiempo perdido, la belleza de la juventud son algunos de los temas que aborda el poeta y que retoma la directora, en una puesta casi despojada de escenografía pero muy lograda, en parte por el delicioso y acertado vestuario del elenco y a la poderosa fascinación de los textos de Kavafis, quien además se animó a escribir abiertamente sobre su homosexualidad.

La difícil traslación de la poesía al teatro sucede, en este caso, con fluidez y naturalidad, gracias también al elenco que forman Milagros Almeida, Sandra Arrechea, Stella Brandolín, Cecilia Kuligowski, Eugenia Lencinas, Erica Spostio, Maximiliano Accavallo, León Bara, Diego Lorenzo, Martón Piñol, Carlos Ponte y Alejandro Viola, lo cual hace de Kavafis, una opción original y audaz. Con recursos interesantes, como una secuencia de fotos en blanco y negro que comparten actores y público, y el uso del espacio más allá de la vista del espectador, la obra es una posibilidad de trasladarse a una Alejandría que se vislumbra exótica y encantadora. Como es habitual en Tritek, quien acostumbra trabajar con obras poéticas, la puesta se asemeja a una serie de postales que retratan con belleza visual un momento muy particular. A eso se suman las canciones y los textos, que completan un cuadro único al que el espectador no puede dejar de sucumbir.

Fuente: Clarín

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