Blas Arrese Igor: Casa Niña Jabalí


Animal de riesgo: Blas Arrese Igor, talento escénico

De La Plata a Buenos Aires para estrenar obra propia y reponer Mi vida después, de Lola Arias

ocación de la foto: Villa Elisa. El que está arriba es un actor. Se llama Blas Arrese Igor. El de abajo es, sencillamente, un pony. Trabajaron juntos en la obra Casa Niña Jabalí cuando se estrenó en el Tacec, de La Plata. El espectáculo, el cuarto trabajo como director, pasado mañana debutará en Buenos Aires, pero sin el pony en vivo (a lo sumo, bajo varios registros visuales).

"Yo quería que apareciera un animal en escena porque la obra hace alusión al mundo animal desde distintas perspectivas. Por eso también aparece un perro sin ninguna carga metafórica. Con un animal en escena la ficción se resignifica, por momentos deja al descubierto el artificio o el mismo artificio toma otro grado de verdad. Hay una zona de peligro ahí que me interesa", dice.

Blas tiene en su casa 6 perros, 2 gatos y una tortuga. La tortuga es actriz. Aparece en Mi vida después , magnífico trabajo de Lola Arias que en pocos días volverá al Cultural San Martín. Su conexión con el mundo animal lo remite a su infancia en Chascomús, en donde vivió hasta los 18 años antes de volver a La Plata, rodeado de hermanos y patos y loros, y un zorrino y mucho pastizal. En él, como intérprete, hay otro hilo conductor: su pulsión por apostar a espectáculos de riesgo. "En varias escenas de Casa Niña Jabalí tengo la sensación del peligro inminente. Necesito eso porque hace 15 años que actúo y ya hay algo de la escena que me aburre un poco", dice.

Lo del aburrimiento yo mucho no se lo creo. Sus primeros trabajos en Buenos Aires (Blas es de La Plata) fueron de la mano de Beatriz Catani, directora que sólo se tutea con una teatralidad de neto corte experimental. Más adelante, junto a Emilio García Wehbi y Marisel Alvarez, fue uno de los actores que estrenó en Bruselas Manifiesto de niños, la última producción del mítico grupo El Periférico de Objetos. Esa experiencia duró 100 horas (leyó bien). "Eso fue único -recuerda-. Me tiraba a dormir en escena y soñaba con situaciones de la misma obra. Me despertaba y seguía ahí, a la vista del público."

Venía de hacer Hamlet de William Shakespeare , puesta de García Wehbi, que duraba 4 horas. Pensó: "Después de todo esto seguro que me tocará algo más tranquilo". No. Llegó Lola Arias con ese biodrama que cuenta la vida de seis actores nacidos durante la dictadura, que ya estuvo en 22 festivales internacionales. Bajo esa premisa, Blas revisó la historia de su padre ("o la redescubrí", aclara).

Su padre se llama Vasqui Arrese Igor. Fue cura. En la obra de Arias su personaje (o él) dice: "A mi papá le gustaba ir a la iglesia porque el cura Pedro tenía un proyector y pasaban películas de cowboys". En otra escena, agrega: "Mi padre nunca fue joven, desde bebé tiene cara de adulto. Nunca se emborrachó, no fue rebelde, no era aparte de ningún partido político. Se pasó la juventud estudiando las sagradas escrituras y rezando".

Entre rezo y rezo conoció a una tal Mimí Cordero. Largó todo y se casó con ella. Blas cree que "dejó la sotana por los pantalones largos". Tuvieron hijos, muchos, como si estuvieran en tiempo de revancha. Los primeros 4 nacieron en casi 7 años. Luego, se tomaron un respiro y vinieron 2 más. Todos varones.

La mamá de Blas es astróloga ("cierto, los dos miran mucho para arriba"). La astróloga también es abogada, profesora de italiano, traductora de francés, madre de 6 hijos y abuela de 8 nietos (todos hombres). Cuando el padre de Blas fue al estreno de Mi vida después , él le preguntó: ¿Te viste reflejado?. Papá contestó: "No, realmente no. Están las cosas que te conté, pero no es mi vida, no es mi historia". La situación a él le generó un tanto de gracia (¿o habrá sido desconcierto?). Le hizo pensar sobre lo arbitrario de los recuerdos. También sobre ciertos mecanismos de la representación. Una tarde fue más allá, le consultó sobre el texto ese que dice que nunca fue joven. El papá se quedó pensando, pero terminó dándole la razón. Ese reconocimiento a él lo emocionó. "Es que yo sentía que lo traicionaba mostrándolo así", aclara.
Hablar (de corrido)

En Mi vida después , Blas cuenta: "Los curas le ponían a mi padre piedras en la boca para que aprenda a hablar fuerte en los sermones". Del tema debe saber. Cuando nació su quinto hermano, Santiago, se quedó tartamudo por celos (esas cosas nos pasan a los mortalitos). "Completamente tartamudo -dice vocalizando cada término-. Entendé, venía de ser el hijo menor durante cuatro años". Entiendo.

El único momento en el cual podía hablar de corrido era cuando cantaba o cuando actuaba. Entonces comenzó a actuar. Su tartamudez duró hasta los 10 años. Sólo en ese momento descubrió lo que significa que sus amigos no "tuvieran que esperar a que yo termine de decir algo".

Una tarde, en el secundario, tuvo que buscar la etimología de su nombre. "Me enteré que Blas significa «el que habla mal o balbucea»", apunta. Su madre le puso Blas porque en la facultad tenía un compañero alto y rubio. Blas no es alto. Blas tampoco es rubio; sí sabe encontrarle las vueltas a las situaciones: "Félix es mi segundo nombre. Félix es el que trae la felicidad".

Si el teatro nació como algo terapéutico, resuelto el problema le dio duro y parejo al viejo y mágico oficio. Luego de su etapa como actor de Catani llegaron sus experiencias nacidas y criadas en Buenos Aires. De ellas, recuerda con especial cariño a Dramas Breves 2, textos de Philippe Minyanaen manos de Daniel Veronese. "Estaba en escena 40 minutos esperando mi turno. En un momento me ubicaba a medio metro del público y comenzaba un largo monólogo de 20 minutos en estado de llanto. Eso era un lugar de actuación de alto riesgo. Yo sentía, realmente, que si podía con eso podía todo. Me dije, casi por primera vez: «Soy actor». Ojos de ciervo rumanos , de Catani, también fue un salto cualitativo importante. Pero con ese monólogo -vuelve al inicio con los ojos en llamas- sentí que era un actor que podía lograr un alto verosímil." Otra sensación de superar un desafío de peso fue cuando aprendió a andar en bicicleta. Tenía 28 años.

En la obra que el domingo estrena en El Extranjero también hay tres escenas en las que percibe que toma cuerpo algo de una fuerte teatralidad. Es más, siente que es un espectáculo que le gustaría ver como espectador. En Casa Niña Jabalí hay un rock post-punk interpretado por un cantante lírico, promete momentos brillantes y una estética circense, pero distorsionada. "En el medio de eso queda una actriz muy cerca del público con la única pretensión de contar un cuento. O, al final, a Candelaria, de 6 años, le hacen una batería de 30 preguntas en relación al amor". Por ejemplo, ¿de qué color es el amor?

Hay otra escena (otra historia de amor) que él tiene muy presente. Sucedió en Mar del Plata, en el verano de 1995. En plena La Perla, entró al mar a nadar. ¿Estilo? Plancha. Muy manso, muy tranquilo. "De golpe veo que hay un operativo alrededor mío -cuenta-. Ahí me di cuenta de que estaba relejos de la costa y que el guardavidas venía a rescatarme. Lo primero que pensé fue: «¡Qué lindo hombre!»" Y se enamoró, aunque todo quedó en su recuerdo. De hecho, no lo buscó para agradecerle tamaña hazaña ni para decirle que, con él, era capaz de nadar hasta Africa. Buen bicho, no se acuerda de su cara, sí de su cuerpo. "Era muy parecido al rubio de Los Dukes de Hazzard", dice sin ponerse colorado, sin tartamudear y con una enorme sonrisa.

Al cierre de la nota me manda un mail. "Recién pensaba que en la obra una de las actrices dice «mi papá es pequeño como un pony... Igual, para mí, es un gran hombre". Es una de las tantas referencias al pony que hay en la obra", escribe este enorme actor de pequeña estatura..

PARA AGENDAR
Casa Niña Jabalí:
con Candela Bec, Norma Camiña, Esteban Manzano, Mariana Moreno y Germán Reimondo Teatro: El Extranjero (Valentín Gómez 3378) Funciones: domingos, 18.30

Fuente: La Nación

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