C. Niciento
C. Niciento
El director Héctor Presa vuelve a acertar con una obra de montaje sencillo, aires de verano e indudable eficacia escénica
Carlos Niciento queda sin trabajo. No porque se haga difícil la búsqueda laboral quiere perder la sonrisa. Pero no es fácil. Ni siquiera cuando consigue empleo. Porque entra de mucamo en un hogar de madre e hija que suman a la arrogancia y el engreimiento la amargura. Cuando convocan a un baile en palacio, C. Niciento va montado en canastos de ropa y escobas, ataviado con peluca y anteojos oscuros que lo convierten en atractivo bailarín. La hija queda prendada de su humor, hasta llega a sonreír, y la madre vislumbra un futuro de riquezas y prestigio social. Hasta que la medianoche convoca a retirada. El resto es desenlace fácil de imaginar, aunque mechado de constantes vueltas de tuerca humorísticas.
El director y autor Héctor Presa sintetiza en tres personajes el cuento recopilado por los hermanos Grimm y por Perrault, de modo tal que se introduce la dinámica más teatral de la transformación de un personaje -la hija- a través del desarrollo dramático. El enamoramiento la saca de la calle de la amargura. Aunque, cuando se descubra la verdadera identidad del "príncipe", deberá superar aún la oposición de la madre a una relación con alguien sin alcurnia ni fortuna. El giro de Cenicienta a C. Niciento revierte además el dejo sexista del cuento y le otorga un toque contemporáneo con la búsqueda de trabajos no tan convencionales para un hombre.
Un elenco parejo, de sólida performance clownesca, lleva adelante sin fallas el planteo autoral y de puesta en escena. Andrés Granier interpreta a un payaso de alma que por esa misma cualidad puede tanto limpiar los pisos y planchar como bailar principescamente, siempre guiado por su sonrisa. Erica D'Alessandro se mantiene en sus trece de madre y patrona de pocas pulgas, en tanto que Guillermina Calicchio tiene a su cargo deslizar a su personaje de la identificación filial al encuentro de un sentido vital propio. Todo ello en una obra de montaje sencillo, de aires de verano, pero de indudable eficacia escénica.
Fuente: La Nación
Sala: Jardines del Museo Larreta, Vuelta de Obligado 2155 / Funciones: Domingos, a las 18.
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