Mario Alarcón y Juan Vitali: Leandro y Lisandro


Cruce entre dos hombres abrumados

La obra recrea como personajes de ficción a Leandro N. Alem y Lisandro de la Torre, ambos muertos por mano propia ante la imposibilidad de enfrentar la corrupción. “Esta es una lucha entre el deseo de vivir y el instinto de muerte”, dicen los actores.

Un hombre-máquina observa y ríe, no interfiere, pero es reconocido como poderoso por los dos personajes que recrean, ficcionalizados, a dos hombres públicos que –abrumados por las circunstancias– guardan un resto de fuerza para decidir la propia muerte. Esos suicidados son Leandro N. Alem (1842-1896) y el rosarino Lisandro de la Torre (1869-1939), quien en 1935 inició una investigación sobre el escandaloso affaire del comercio de las carnes. El engendro, “especie de Matrix, de supermáquina que hace puente entre lo visible e invisible, es un enviado del superpoder”, define Juan Vitali, uno de los intérpretes de Leandro y Lisandro. El otro es el rosarino Mario Alarcón, quien se inició en el radioteatro, ingresó al taller actoral del Teatro Nacional Cervantes e integró el elenco de la Comedia Nacional, completando estudios con el maestro Augusto Fernández a instancias de su amigo, el actor español Jesús Berenguer. Por su parte, Vitali, nacido en Tres Arroyos pero con años de residencia en Mar del Plata, hizo su primera experiencia escénica a los 12 años con su acordeón a piano. Fue disc jockey, estudió psicología en la UBA y regresó a Mar del Plata, donde intentó cursar Sociología hasta que se unió a un grupo de teatro, dirigido por Rubén Benítez. “Rubén había estudiado con la actriz y directora rusa Galina Tolmacheva (radicada en Mendoza)”, cuenta Vitali. “Nos conectó con el método de Konstantin Stanislavski, el teatro de Peter Brook y el teatro-laboratorio de Grotowski. Armamos un grupo cooperativo y recibimos el premio Estrella de Mar en 1985 y 1986. Gracias al crítico teatral y musical Emilio Stevanovich, presentamos en Buenos Aires un fragmento de Israfel, de Abelardo Castillo. Entonces apareció China Zorrilla, alentándonos.” Vitali trabajó además en la TV hasta su viaje a Perú. Partió luego a Italia, integrando el elenco de María de Buenos Aires, la “operita” de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer.

No es la primera vez que uno y otro intérprete actúan en una pieza del historiador, médico y psicoanalista Pacho O’Donnell: Vitali, un entusiasta de la educación en el arte, trabajó en El sable y Vincent y los cuervos (que después se reestrenó con el título de Van Gogh); y Alarcón estrenó Escarabajos, pieza que marcó el debut teatral de O’Donnell. Fue en 1975, en el Teatro Payró. La obra se repuso décadas más tarde en Andamio 90, también con participación de Alarcón. En Leandro y Lisandro, el diálogo entre estas dos personalidades pone en primer plano asuntos álgidos referidos a la corrupción y el suicidio. El hecho de actuar en este espectáculo dirigido por Gerardo La Regina supuso para Alarcón tomar conciencia, una vez más, de que la corrupción viene de lejos y se multiplica: “Estos hombres terminan suicidándose porque no pueden enfrentar a ese pulpo de miles de tentáculos”, puntualiza.

–El “fantasma” de Alem pide a De la Torre que desista. ¿El suicidio es aquí una muerte inútil?

Juan Vitali: –Esta es una lucha entre el deseo de vivir y el instinto de muerte. Lisandro convoca a Alem (que se suicidó en el coche que lo llevaba al Club del Progreso) porque cree que, como él, necesitó respetar las reglas del republicanismo y se dio contra una pared. Como en todos los oficios y profesiones, hay actitudes humanas constructivas y destructivas, y ellos las experimentaron todas.

Mario Alarcón: –El suicidio era factible en esa época. Frente a un poder muy superior, la lucha resulta inútil, porque cuando se logra sacarle la careta a alguien, aparece otra. El enemigo es siempre un nuevo desconocido. Lisandro se mete en ese laberinto de máscaras, y ahí aparece la locura del suicidio.

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La obra

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Mario Alarcón es un genio, un actor con mayúsculas

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