Ciro Zorzoli: Estado de ira


Teatro dentro del teatro

La obra del dramaturgo y director se plantea como un juego abierto en el que se ve la preparación de una actriz para interpretar un papel, con un grupo de “instructores” que le transmiten la supuesta forma en que se debe actuar.

Cada nueva obra de Ciro Zorzoli genera mucha expectativa en el público de teatro y en los críticos, similar a la que puede despertar la última novela de un autor de culto o el último disco de la banda favorita. Desde su irrupción en la escena porteña con Living, último paisaje, hace poco más de una década, este creador marplatense de 43 años, originalmente formado como músico, sorprendió con una dramaturgia potente e inusual que conjuga humor y dosis de siniestro, un ritmo impecable, actuaciones contundentes y una sensibilidad especial para alumbrar zonas de la realidad en las que el deber ser entra en conflicto con la autonomía individual. Volcado a la experimentación y a la creación colectiva antes que a la puesta en escena de un texto ya escrito, Zorzoli suele embarcarse en verdaderos procesos de investigación durante meses o años, a partir de puntos de interés y materiales no teatrales que derivan en mundos ficcionales complejos y atractivos. En Living..., el puntapié inicial fue la comedia de los años ’40; en A un beso de distancia, los mecanismos de seducción; y en Ars Higiénica (la obra que le valió un reconocimiento absoluto), el Manual de urbanidad y buenas maneras del venezolano Manuel Antonio Carreño, un drástico tratado de domesticación social del siglo XIX. Luego fue convocado para dirigir 23.344, de Lautaro Vilo, y más tarde creó El niño en cuestión, un inquietante trabajo sobre los intentos domésticos y pedagógicos de formar a un chico. El riesgo, el rechazo de los lugares comunes y de las interpretaciones vacías marcan sus producciones.

Desde hace dos años, junto a Paola Barrientos y Diego Velázquez, dos talentos del teatro independiente a quienes conoce muy bien, Zorzoli comenzó una investigación sobre la actuación y los saberes teatrales en forma casual y espontánea, que derivó en un proyecto sostenido en el tiempo del cual surgió Estado de ira, la obra que acaba de estrenar en el Teatro Sarmiento. “Damos clases juntos y hablamos mucho sobre el trabajo del actor, la representación y la verdad escénica. Nos dieron ganas de que las charlas no quedaran en eso y decidimos abrir un espacio de reflexión escénica sobre estos temas. Sumamos más actores y al principio trabajamos sin público, hasta tener la necesidad de contar con la mirada de los espectadores. Esto derivó en Exhibición y desfile, que no es un espectáculo ni una obra cerrada, sino una experimentación abierta en la que hay unos pocos puntos que se mantienen y todo el resto cambia. Es un espacio para reflexionar sobre la actuación, para intentar actuar, es decir estar presentes ahí y abrir la posibilidad de fracasar”, explica el director sobre la experiencia, que puede verse los domingos a las 16 en el Teatro del Perro (Bonpland 800).

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