La Flaca Escopeta clásica

Y un día la orquesta se volvió loca
Estuvo en la tele, fue dibujito animado y también llegó al teatro, pero llevaba diez años “descansando”. Ahora, La Flaca Escopeta vuelve para ayudar a solucionar los problemas de una orquesta que suena mal. Una excusa para que los chicos escuchen buena música clásica.
Nacida en 1993 como una mixtura entre Olivia, la novia de Popeye, y Mary Poppins, la Flaca Escopeta entretuvo a los más chicos en televisión, también como dibujito animado, y teatro, pero en el 2000 se retiró a tomarse un descanso, que fue de diez años. Y hoy vuelve al ruedo con La Flaca Escopeta clásica, en la que ayuda a una orquesta que suena mal a solucionar sus problemas y que vuelva a ser lo que fue. “La Flaca se queja de que en vez de Flaca Escopeta se va a convertir en Fiaca Escopeta, porque hace mucho que no la llaman y, oh casualidad, Sergio Feferovich, director de una orquesta que suena mal, le pide que lo ayude”, cuenta Linda Peretz sobre el regreso de su personaje, y coincide con Feferovich, que sobre el escenario hace de sí mismo, en que el argumento “es en realidad una excusa para poder escuchar música clásica con los chicos”, que en general no tienen muchas chances de hacerlo y aquí pueden, en la obra que se presenta sábados, domingos y feriados a las 16 en el Teatro Liceo (Av. Rivadavia y Paraná).
Con una puesta en escena que incluye teatro negro, títeres, una Flaca Escopeta voladora y veintiún músicos en escena que interpretan fragmentos del Minué de Boccherini, la Marcha Radetzky de Strauss, la Obertura de Carmen de Bizet, la Quinta sinfonía de Beethoven y Sinfonía 40 de Mozart, entre otras, la obra se acerca a los conflictos con los que los chicos pueden sentirse identificados. “La orquesta que suena mal fue una excusa para que los chicos escuchen una orquesta en vivo, y toda la trama gira en torno de los conflictos que tiene esta orquesta”, dice Feferovich y asegura que esos conflictos se plantean como “cosas que les pueden ocurrir a los chicos: un músico se queda dormido, otro quiere seguir tocando cuando todos pararon, a otro le da hipo. No son conflictos existenciales, sino conflictos reales, y los chicos pueden decir ‘uy, a mí me pasó’”. Y apunta que “es muy interesante lo que ocurre cuando ven a los músicos con una actitud distinta a la que tienen cuando los ven en la tele, porque hoy hasta es raro que los vean en el teatro. Verlos en su doble rol de músicos y de actores los sorprende mucho”, destaca.
Más en Página/12
Comentarios