Germán Tripel, Martín Alomar y Melania Lenoir: Hedwig And The Angry Inch
“Lo nuestro es irreverencia pura, propia del rock and roll”
La obra de John Cameron Mitchell, surgida del off neoyorquino, tuvo su versión local en The Roxy y ahora se estrena en el Metropolitan. Sus directores y protagonistas señalan que a través del personaje “trans” el espectáculo permite reflexionar sobre la identidad.
Hace tiempo que los musicales demostraron que pueden ser irreverentes, transgresores y que, entre canción y canción, saben hablar de los temas más polémicos y controversiales. Luego de que Rent se convirtiera en el musical de los ’90, poniendo sobre el tapete los dilemas de su época –la droga, el sida, la homosexualidad, la pobreza–, Hedwig And The Angry Inch decidió subir la apuesta, desde el off neoyorquino. En 1998 John Cameron Mitchell presentó a Hedwig, una cantante transexual “mundialmente desconocida” que cuenta su trágica historia a lo largo de un concierto de “neo-glam-post punk” rock. La obra, con música y letras de Stephen Trask y protagonizada por el mismo Mitchell, se convirtió en otra ópera-rock de culto. Hedwig... estuvo en boca de todo Nueva York, impactó en el periodismo y sus creadores aparecieron en portadas de revistas y en TV –desde MTV al Rosie O’Donnel Show–. Es que Hedwig, ese transexual que se vio obligado a operarse el sexo para casarse con un soldado americano y escaparse de la Berlín comunista, mal operado –porque tras la intervención quirúrgica de cambio de sexo le dejaron un “angry inch”, una irritante pulgada de carne entre las piernas que no es masculina ni femenina– se anima a hablar del mundo “trans”, y en ese proceso pone al descubierto toda su humanidad, reflexionando acerca del amor, la búsqueda de la identidad y la aceptación del propio yo.
Luego del éxito neoyorquino, Hedwig... fue convertida en film en 2001 (también dirigida y protagonizada por Mitchell) y llevada a distintos escenarios del mundo. En 2009 asomó en Buenos Aires dentro del circuito no comercial, tanteando el terreno en el club nocturno The Roxy, y ahora se anima a más: desde hoy se instalará en la avenida porteña de los teatros para brindar diez funciones en el Metropolitan (Corrientes 1343), los viernes a las 23.30 y los sábados a la 0.30, durante todo febrero. La versión local, ganadora del premio Inadi a las prácticas antidiscriminatorias en 2009, tiene a Germán Tripel en el rol protagónico (ganador del premio ACE como revelación masculina por este papel), a Martín Alomar y Angeles Porteau en la dirección, a Marcelo Kotliar en la adaptación y traducción, a Gaby Goldman en la dirección musical, a Gustavo Carrizo en la coreografía y contó con la participación de Mosquito Sancinetto a modo de “coach” actoral de Tripel. Además, acompañan a Hedwig en el escenario un personaje masculino, Yitzhak, que Mitchell quiso que fuera interpretado por una mujer –en este caso es Melania Lenoir, que reemplaza a Florencia Otero, quien hizo el papel en 2009– y una banda de cinco músicos dirigida por Goldman.
“Lo nuestro es irreverencia pura, propia del rock and roll”, decreta Tripel cuando se le pregunta por qué Hedwig... se anima a ofrecerse dentro del circuito comercial teatral. “Es lo de siempre, el off quiere ser on, así como el on a veces quiere ser off y aparecer en algún lugar escondido medio ‘cool’.” Esa irreverencia y desparpajo forman parte del estilo de la obra y es lo que llevó a los directores a pensar que no estaba mal probar qué pasaba con Hedwig... en otro lugar de Buenos Aires, permitiendo que este musical con dos actores y una banda en escena compitiera con otros amplios elencos: “Le viene bien a Hedwig... estar más cerca del Obelisco, se va a ampliar el espectro de público de modo muy interesante y queremos ver qué pasa”, explica Alomar. En diálogo con Página/12, los dos directores y los dos intérpretes se muestran muy optimistas, pues para ellos Hedwig... no es una obra pensada para el mercado gay ni habla sólo de la transexualidad. Los cuatro coinciden en que si bien la estética queer y la temática “trans” fue una novedad en el mundo del musical que hizo a la popularidad de la obra, ésta brinda una moraleja universal: “Habla de aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras peores miserias. Por eso todo el mundo puede verse identificado con el personaje”, dice Lenoir.
–¿Cómo fue el proceso de traer Hedwig... a la Argentina?
Martín Alomar: –Para traerla estuvimos en contacto con la agencia F&F, de Fernando Masllorens y Federico González del Pino, que son los que trajeron y adaptaron Rent y los que actualmente consiguen los derechos para casi todos los musicales y piezas teatrales de Estados Unidos. Esta obra me interesó porque me había gustado a mí como público. Me hablaba de algo que entendía, algo que yo también quería contar, acerca del amor y la identidad. Me daba mucha pena que aún no se hubiera hecho acá y decidimos traerla nosotros.
–¿Estuvieron en contacto con Mitchell para montar la versión argentina?
M. A.: –Tuvimos un encuentro con Mitchell en Nueva York, en donde le presentamos el proyecto. Después de eso, él consiguió un film para dirigir, protagonizado por Nicole Kidman (Rabbit Hole, cuyo estreno está previsto para este año), y desapareció para nosotros por completo.
–¿Eso les dio más libertad a la hora de hacer la adaptación?
Melania Lenoir: –En realidad, desde el guión original, Mitchell da piedra libre para que cada cual haga con la obra lo que quiera. El nos propuso apropiarnos de Hedwig..., hacerla nuestra.
Germán Tripel: –Como el idioma original es otro, la obra necesitaba ser adaptada. Juega mucho con el doble sentido y hay expresiones y chistes que en Estados Unidos eran entendibles pero no acá, entonces hubo que adaptarlos para que fueran igualmente efectivos. Por otra parte, apropiarse de la obra es la única forma de contarla con una dosis de verdad. En cualquier obra, si no te hacés dueño del personaje y no te lo llevás a tu piel no es posible llevarlo adelante. Entonces, esta libertad que nos dio Mitchell nos ayudó. Lo que yo viví en The Roxy con Hedwig... fue increíble: de función a función iba probando cosas nuevas, algunas funcionaban, otras no, pero pude crecer con el personaje. Bajaba del escenario para charlar con la gente durante la función, algunos reaccionaban bien, otros mal, a veces me quedaba callado por diez minutos. A mí me dijeron: “Sos Hedwig y este escenario es tuyo”; yo me la empecé a creer en la mitad del proyecto y hacia el final no había forma de que nadie me retrucara. Yo era Hedwig y les contestaba.
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