Moc y Poc


Mirar todo como la primera vez

Basado en un libro de Luis Pescetti, la obra es una nutrida galería de anécdotas disparatadas.

Al salir de ver la obra Moc y Poc se puede llegar a sentir que el mundo es más lindo, más fácil, más fluido. No sólo por las siempre bellas puestas del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, sino porque con sus juegos de lenguaje, sus razonamientos lógicos hasta el absurdo, la ternura y la impasibilidad de sus protagonistas, abre sentidos, muestra otra forma de pensar y pararse ante lo conocido. Por eso, además de para chicos, resulta una obra altamente recomendable para padres.

En el escenario dos hombres (bueno, muñecos) muy amables especulan con la posibilidad de que comer o agarrar una naranja influya en la relación de sus propios cuerpos con la fuerza de gravedad. "Con la naranja salté más alto", asegura uno. De ahí derivan a la composición del color naranja, formado por la combinación de rojo y amarillo y siguiendo una lógica indiscutible piensan en su opuesto, el azul. Ya está. Para contrarrestar el efecto de las naranjas, hay que comer una fruta azul.

Basado en el libro "Historias de los señores Moc y Poc" de Luis Pescetti, el espectáculo es una suerte de galería de anécdotas disparatadas y poéticas, que pareciera apropiarse de la forma de pensar propia de los niños. Unas presentadoras agilizan y unen las anécdotas.

Todo sucede en un gran retablo, que incluye puertas laterales para las presentadoras y cuenta con un llamativo telón rojo.

Dentro de esa cajita, Moc y Poc se bambolean en una barquita en medio del río, visitan un terreno con ardillas volviendo loco con sus preguntas al ambicioso agente inmobiliario, un cuadro parlante de la Mona Lisa les gasta una broma telefónica, interrumpiendo una sesión de meditación.

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