Abel González Melo: Cádiz en mi corazón


Un autor entre islas

Entrevista con el dramaturgo cubano Abel González Melo
Hoy se estrena, en el teatro del Abasto, Cádiz en mi corazón, Una obra del dramaturgo cubano Abel González Melo, autor clave de la joven dramaturgia latinoamericana, dirigida por el español Pepe Bablé. La historia de una mujer que decide viajar para encontrarle un sentido a su vida.

Nacido en La Habana en 1980, González Melo trabajó como editor de Tablas Alarcos, la casa editorial dedicada a las artes escénicas más prestiogiosa del continente.  Al mismo tiempo escribió sus obras más emblemáticas: Chamaco, sobre la prostitución masculina y los crímenes de La Habana que fue llevada al cine; Nevada y Talco. El autor pertenece a la franja generacional de quienes  pasaron su infancia en el último coletazo de esplendor de la Revolución (los ´80) y vivieron su adolescencia y adultez luego de la caída del muro y el Período Especial cubano. Una experiencia llena de tensiones que se refleja en su teatro.

Aunque vive entre España y Cuba, González no comulga con la diatriba hacia su patria sino que enlaza en sus textos una mirada más profunda y punzante que universaliza el tránsito y los conflictos de sus personajes. Cádiz en mi corazón es la historia de una mujer, Dolores, que cerca de sus 50 sigue soltera y vive con su madre. Un día ella decide viajar, dejar todo atrás en busca de una experiencia vital que resignifique su pasado para comprender los nudos de su presente.
¿Qué planteas, como autor, a través de Dolores, la protagonista de esta obra?
Hay un antiguo mito gaditano que cuenta cómo el viento de Levante vuelve locas a las personas que pasean por la playa. Esa imagen en conflicto me sedujo: la condición de nacer en una isla donde se impone lidiar con la locura. La cordura como freno y la locura como pacto para acceder al conocimiento real: volverse un Quijote para lograr vivir. Dolores está aislada y se inventa a su madre, a su amiga y a su amante para existir. Le permito como protagonista en la obra lo mismo que me permito cuando creo ficción: vivir la vida que en la realidad no se tiene, ajustarla todo el tiempo ante la vista del espectador, reordenar, editar, multiplicar voces. Estoy rompiendo en Cádiz en mi corazón con ciertos patrones de escritura que por años he protegido y que me han funcionado, pero siento que es el riesgo que esta historia necesita: estos personajes deben ser capaces de desmantelar la fábula y reconstruirla en directo, cada vez, haciendo al público partícipe de un argumento-caleidoscopio donde nada es totalmente preciso. Y deben, además, emocionar.
¿Qué desafíos tuviste al salir de Cuba y construir tu obra en España?
Nunca me lo he planteado como un antes y un después sino como una integración de motivos y espacios que se trenzan en paralelo. Trabajo en España y en Cuba cada año, escribo y estreno en ambos sitios. Proponerme esta manera de vida entre las dos orillas, por suerte, no ha sido algo traumático, como sí lo fue por mucho tiempo para los cubanos la decisión de “abandonar” el país, cuando en realidad se trata de algo tan natural como entender, en lo político sobre todo, que el mundo es más que un nido. Vine a España con mi herencia cubana, no podía ser de otra manera: mi materia esencial de creación es el lenguaje verbal, el español, y por eso vivir en Madrid ha sido un disparador de estímulos. Quizá lo más difícil del exilio me ha resultado inventarme cada día una fórmula para hacer compatible el encaje del continente en la Isla y viceversa, porque a eso sí no renuncio. ¿Desafíos? Se me ocurren tres: ser una esponja en medio del desierto, intentar que el latido de la escritura sea el alma de cualquier táctica de sobrevivencia, poner frente a frente en mi imaginario los rincones inéditos y los lugares comunes de España y de Cuba.  
¿En qué medida la Isla tiene lugar en tu obra?
Está siempre, es inevitable. La Patria que es uno mismo. La llevo a cuestas: su belleza y su dificultad. En mis obras más difundidas, como Chamaco, Nevada o Talco, disecciono La Habana en lo más interno: el ímpetu de sus habitantes, su gesta cotidiana de resistencia. He amado el teatro porque me ha permitido dialogar con mi gente sobre su esperanza y su dolor, sus trampas vitales, sus modos de pertenecer al foro cívico. Y esa intensidad no se va a ir de mí  nunca, es la extraña mezcla de geografía e historia que va moldeando mi carácter y mis ganas de gritar. Crecí en una Cuba llena de contradicciones y quizá toda mi obra solo esté dirigida a analizar una y otra vez, aunque sea con distintos ropajes, de dónde nacen las mismas y cómo son espejo de otros lugares y otras épocas.
El poeta y dramaturgo cubano Virgilio Piñera hablaba de la “maldita circunstancia del agua por todas partes”. Cádiz hace referencia a la isla. ¿Qué resonancia tiene esa circunstancia en tus textos?
Sergio Blanco, un dramaturgo al que admiro mucho y que además es un gran amigo y un buen conocedor de mi país, al ver Cádiz en mi corazón me dijo que yo había escogido Cádiz como pretexto para en realidad hablar de Cuba. De pronto, con sus palabras, la analogía se me hizo nítida: hasta entonces no había sido un hecho consciente, pero en alguna región sumergida de seguro he ido creando la fusión de esas dos islas húmedas, calurosas y queridas. He visitado mucho Cádiz, donde cada otoño se realiza un Festival Iberoamericano de Teatro que es referencia internacional. Cádiz, como Cuba, ha marcado mi formación humana y teatral, mis apetencias, mis nostalgias y mis deseos de escapar. Así que estar rodeado de agua, soñando lo que habita más allá pero sin poder alcanzarlo, es algo que resuena en cada paisaje que concibo.
También has dirigido, ¿te considerás autor o director?
Defiendo el concepto de autoría en todo lo que hago. La marca de autor es la mejor arma contra la barbarie intelectual. Prefiero decir que soy dramaturgo y que entiendo la dirección de escena como dramaturgia en el espacio. Escribir sobre la carnalidad de los intérpretes en el límite del escenario es mi pacto más difícil, y más disfrutable, con lo real, con el estudio del comportamiento escénico que se retroalimenta de la realidad pero jamás la sustituye. Aunque sin duda lo que mejor hago es ser espectador, porque en el instante de mirar es cuando más entiendo qué y cómo robar para hacer más rica mi centrífuga infinita.
¿Cómo pensás que dialogaría tu obra con la actual escena teatral porteña?
La escena porteña es rica y diversa, renueva todo el tiempo sus pactos temáticos y discursivos, sus marcas de autoría, y en esa amplitud pienso que va a acoger nuestra función por su peculiaridad, su toque andaluz atenazado por una estructura contemporánea, dinamitada, no lineal, no prevista. El espectáculo, dirigido por Pepe Bablé con los intérpretes de Albanta Teatro (Charo Sabio, Susana Rosado, Carmen Reiné y Jay García), dialoga de manera deliciosa con mi texto (concebido especialmente con y para ellos), no se limita a representarlo, experimenta con el concepto mismo de personaje y los planos espaciotemporales, construye un lenguaje autónomo basado en el palimpsesto teatral donde lo narrativo y lo dramático, al fundirse, edifican la acción real, presente, coreográfica, musical. Bablé, con su bella síntesis escénica, ha permito que el trabajo del elenco florezca y conmueva. Es un orgullo estar estrenando en el Teatro del Abasto de Buenos Aires una función que me hace tan feliz.


Dónde y cuándo
Cádiz en mi corazón se presenta hoy, mañana y pasado a las 21 en el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549. Entradas $ 120

Fuente: Clarín

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