Un judío común y corriente


Gerardo Romano volvió a dar clase de actuación

Gerardo Romano regresa al unipersonal (aún son muy recordados sus trabajos en Sexo, drogas y rock & roll y A corazón abierto) y lo hace con un material muy atractivo que le posibilita dar vida a una historia conmovedora, polémica y que invita a reflexionar profundamente sobre la condición judía.

Emmanuel Goldfard es un destacado periodista a quien un profesor de escuela secundaria invita a concurrir a una de sus clases para que dialogue con los alumnos sobre el ser judío. Sintiéndose un raro objeto de estudio, Goldfard decide rechazar la invitación, aunque su extraño malestar lo conduce a detenerse en el tema y con una severidad extrema. Repasa su historia personal, la de su familia y así el judaísmo se transforma en una inquietante toma de conciencia. Sus análisis, que registra en una grabadora, progresan por canales religiosos, psicológicos y políticos. La cuestión no es menor, la acción se desarrolla en Alemania.

La construcción dramática de Charles Lewinsky es muy interesante, más allá de la historia del personaje. El autor abre debate, y la pieza se transforma en una pequeña expresión de teatro documental que moviliza la reflexión de una platea que sigue con mucha concentración las disquisiciones que elabora Goldfard. Por momentos, el espectador tiene la sensación de asistir a una verdadera función de teatro no ficcional, por la extrema carnalidad con la que se expresan determinadas cuestiones: el nazismo, el ser judío y vivir fuera de Israel.

Sin duda la labor de Manuel González Gil y Gerardo Romano a la hora de construir esta experiencia ha estado no sólo ligada a una búsqueda de teatralidad que el material reclama, sino, sobre todo, director y actor se han abocado a un análisis minucioso de cada situación que plantea la obra. El cuerpo de Romano expresa con mucha seguridad cada momento que transita el personaje. Hay mucha convicción en lo que hace y toma partido por cada opinión que el texto expresa. Lewinsky encuentra en este actor al mediador ideal para que sus ideas se proyecten, con fuerza, desde el escenario.

Si bien al comienzo el planteo puede resultar poco interesante, a medida que se desarrolla la función la multiplicidad de realidades frente a las que se planta Goldfard no hacen más que engrandecer ese espectáculo que crece en ritmo y en tensión. Y aquel presunto "objeto de estudio" (que tanto conmociona al protagonista) puede resultar una invitación sumamente valiosa para un grupo de espectadores, ávidos por encontrar en el teatro un activo espacio de discusión.

Fuente: La Nación

Sala: Maipo Kabaret (Esmeralda 443) / Funciones: miércoles a viernes, a las 20; sábados, a las 21; domingos, a las 19.30

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