Ingrid Pelicori: La sombra de un perfume


"Creo que las obras se asientan en un tiempo relativamente corto"

En la Sala Trinidad Guevara, la actriz estrenó La sombra de un perfume, de Susana Gutiérrez Posse con dirección de Corina Fiorillo y un elenco que también integran Silvina Bosco, Pochi Ducasse y Belén Brito.

Tres miradas sobre un mismo tema. Así de sencillo suele ser el teatro para funcionar. Y La sombra de un perfume, de Susana Gutiérrez Posse, que se presenta en el Cervantes, no es la excepción. Pero, como ocurre para que las cosas llamen la atención, tiene un detalle que la diferencia: esas miradas corresponden a tres mujeres de distintas edades que comparten la casa en un pueblo en el que su abuelo plantó un árbol.
"Esas distintas generaciones de mujeres también son distintas relaciones con el propio deseo, con la vida y con la muerte", cuenta Ingrid Pelicori, quien comparte elenco con Ingrid Pelicori, Silvina Bosco, Pochi Ducasse y Belén Brito. "Son tres personajes que juega con la posibilidad de salir de un cierto encierro o no, con la posibilidad de salir de mandatos o roles, o no. Y justamente la más joven, sale. Entonces la obra cuenta un poco esa posibilidad, la de salir."
Una obra repleta de mujeres, cuyo único personaje masculino es el abuelo, que es una presencia ausente. "El árbol y el abuelo –dice Pelicori–son el pasado. Es que la obra transita la tensión de honrar el pasado y seguir la tradición, estar pendiente del ayer o del mañana, y quebrarla y ser libres." Dentro de esa historia de cada una atiende su juego, un juego que parece ajeno a esa tensión central, pero que no lo es: "Hay toda una peripecia que va para un lado y termina para otro, en una opción que no estaba prevista".
La obra formó parte de un concurso de autoras mujeres, dirigidas por mujeres, que resultó en un ciclo de teatro semimontado el año pasado. En esa oportunidad, Pelicori no participó, pero fue convocada para ésta del Cervantes, en el que, salvo el asistente de producción, son todas mujeres. "Me parece que nunca tuve una experiencia de todas mujeres en una obra. La obra tiene temática de mujeres, y mujeres de un pueblo, pero no fue una historia de toma de posición." Pero sí una posición en su puesta, para jugar con las palabras: montada en la sala Trinidad Guevara del Cervantes, que no suele ser utilizada para teatro, la directora Corina Fiorillo ha decidido hacer su puesta en un lugar de la sala que no es "el escenario, sino como en la zona de la platea, casi en el medio". Eso permite un tratamiento especial del espacio, que mezcla un poco a los actores con el público, "algo muy grato", y que da la sensación de que todo ocurre verdaderamente en una casa.
A diferencia de otros oficios, el del actor en teatro tiene la característica de encontrarse con novedades en cada obra emprendida. En ese sentido, para Pelicori fue nuevo trabajar con "la directora y también con las compañeras", con las que se entendió rápidamente. "Luego tenemos que cantar unos boleritos entre escena y escena –comenta sobre lo distinto en La sombra de un perfume–. Es algo que me agrada mucho hacer." Pero lo más llamativo para ella fue la especialidad de su personaje: es quien maquilla los cadáveres para los velorios. "Ese vínculo con la muerte es extraño, particular, de alguien que tiene una especie de fascinación, de erotización. Todo tomado en una clave graciosa, que tampoco tan graciosa: está en un borde que nos parece que estaba bueno para explorar."

–¿Qué descubriste de llamativo?
–Es como algo artístico, y eso le quita trascendencia a la muerte, porque se lo ve de otra manera. Todo puede ser visto desde una mirada particular y en todo puede haber un arte y una belleza. Se sale del impacto que produce la muerte por la cotidianidad que tiene con eso. En el Cervantes, las obras tienen plazo fijo: la cartelera se renueva según un calendario, más allá del éxito de su taquilla. En el caso de esta obra, es hasta el 14 de junio. Y eso podría ser un problema en el teatro, ya que las obras van alcanzando su punto óptimo a medida que se va representando.
–¿Ya levantaron vuelo?
–Uno nunca sabe cuándo llegó al techo. Tengo la sensación que las obras se asientan en un tiempo relativamente corto. No hace falta tres años; es más, tres años es peligroso para una obra. Cuando la obra empieza a correr y correr, uno está despreocupado de los aspectos más técnicos, uno se apropia y ya circula lo que es la propuesta y se plasma. En ese sentido ya agarró su nivel, su velocidad crucero (risas).

Fuente: Tiempo Argentino

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