Festival Latinoamericano de Teatro

Telón final para una gran fiesta

El Festival Latinoamericano de Teatro terminó el domingo, con un muy buen nivel

Cuatro producciones de muy diferentes formatos completaron la segunda semana del Festival Latinoamericano de Teatro, que concluyó el domingo en el Teatro Nacional Cervantes. Cuatro trabajos que mostraron cualidades propias, aunque con referencias a mundos ligados a lo documental y lo político.

Desde Uruguay llegó Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe, con dramaturgia y dirección de uno de los creadores jóvenes más destacados del país, Santiago Sanguinetti.

La experiencia forma parte de un conjunto de obras denominada Trilogía de la revolución. En escena, cuatro cascos azules de la ONU se encuentran en Puerto Príncipe, Haití. La revolución se desató en las calles y ellos terminaron sitiados en una habitación reflexionando sobre el caos que los rodea. Uno de los soldados aproxima algunas ideas sobre la cuestión revolucionaria y desarrollará, a partir de lo que entendió después de leer Dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, un análisis ridículamente pedagógico que terminará relacionando a Marx, Lenin y Nietzsche.

Si el desorden afuera, a esa altura del relato, se ha tornado cada vez más violento, el de adentro se fortalece con una notable absurdidad. La sátira ha llegado al extremo. Sanguinetti ha burlado todas las leyes posibles del buen revolucionario y sale airoso, porque sus herramientas son muy genuinas, a confrontarnos con la idea de que ciertos esquemas clásicos poca correspondencia tienen con el devenir contemporáneo.

El juego escénico es muy potente. Los cuatro intérpretes (Guillermo Vilarrubí, Alfonso Tort, Gabriel Calderón, Rogelio García) construyen unos personajes muy desquiciados que intentan comprender, muy a su manera, ese mundo que habitan. El ridículo se apodera de ellos todo el tiempo y los torna más y más eficaces a la hora de producir teatralidad.

El grupo de Teatro El Paso, de Colombia, presentó una versión libre de César Castaño, también director, de Ricardo III, de William Shakespeare. Actores, muñecos, y música en vivo fueron reconstruyendo una historia espeluznante que inquietó por su construcción formal, aunque no por su valor interpretativo.

El proyecto adquiere riqueza por su nivel de elaboración: los enemigos de Ricardo son muñecos casi ridículos con los que el protagonista puede jugar a su antojo; un sillón metálico, como único elemento escenográfico, hace las veces de trono y puede resultar silla de tortura; la música en ciertos tramos vitaliza la acción y afirma ciertos aspectos de la dramaticidad, por ejemplo.

Si bien los intérpretes alimentan la trama con buena capacidad de juego, no logran profundizar las conductas de sus personajes y el espectador queda, por momentos, afuera de la historia.

ALTIPLANO SHAKESPERIANO

Otra versión libre de Shakespeare, Hamlet de los Andes, fue presentada por el grupo Teatro de los Andes (Bolivia), dirigido por Diego Aramburu. Esta singular recreación de la pieza de Shakespeare remite a aspectos de la realidad boliviana y aun a la historia de la compañía, en su intento por representar la historia de un hombre que busca develar la hipocresía de un poder que no se modifica al cabo de los siglos. Hamlet aparece detenido en el tiempo y ya no está seguro de poder movilizarse para llegar a la verdad.

En su trayectoria, el personaje se mueve entre la cultura occidental y la andina y lo hace provocando con fuerza la atención de un espectador que es capturado por un muy interesante juego de imágenes. La dirección de Diego Aramburu es muy rigurosa y consigue momentos de una rica potencia.

Instrucciones para abrazar el aire fue el espectáculo que trajo a Buenos Aires el grupo Malayerba de Ecuador. Interpretado por Arístides Vargas y Charo Francés resultó una muy conmovedora experiencia dramática. Una propuesta que combina elementos del teatro documento con una acendrada poesía.

Instrucciones... cuenta, de manera sencilla, una de las tantas historias devastadoras que sucedieron en la ciudad de La Plata en tiempo de la dictadura militar. La irrupción de las fuerzas de seguridad en una casa en la que funcionaba una imprenta clandestina, la muerte de sus habitantes y el rapto de Clara Anahí Mariani, una niña que hasta el momento está desaparecida.

Vargas y Francés resultan narradores ideales a la hora de desandar aspectos de ese mundo. La construcción de la historia es muy atractiva. Unos cocineros que juegan con sus materiales de trabajo, que de a ratos se transforman en unos vecinos inquisidores y en otros, en los abuelos de esa niña a la que aun buscan.

Ficción y realidad se entrecruzan de manera activa. Y aunque tal vez sobre el final, la experiencia se prolonga más de lo necesario, queda en la memoria del espectador ese potente registro de una historia reconstruida con mucho amor.

UN FESTIVAL EN NÚMEROS

18 funciones
9 países
3340 espectadores

Fuente: La Nación

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