Sueño de una noche de verano

Sueño de una noche de verano

Duendes y hadas

Puck, el duende del bosque, se descuelga desde el techo del teatro sobre la platea, para pasar al escenario de sus encantamientos. Sueño de una noche de verano, la comedia de William Shakespeare, arranca con un golpe de efecto fuerte en la versión musical de The Stage Company dirigida a niños y preadolescentes.

La trama, despejada de varios personajes secundarios, se desarrolla con claridad, a pesar de sus tres planos paralelos y entrecruzados. La disputa matrimonial entre Oberon y Titania, los reyes de las hadas y duendes del bosque por un lado. Las dos parejas humanas de amores desencontrados que sin saberlo penetran en su reino, por el otro. Y entre ambos, el grupo de cómicos ambulantes que ensaya una obra dentro de la obra y termina prestándose involuntariamente a las travesuras de Puck, cuando convierte a uno de sus actores en el burro del que se enamorará Titania, gracias a otro embrujo.

La comedia de Shakespeare se prestó desde siempre a la inspiración musical. Desde Henry Purcell, pasando por Felix Mendelsohn y Benjamin Britten hasta Freddie Mercury compusieron en torno a la obra del vate de Stratford-upon-Avon. No parecía desatinado trasponerla al género de la comedia musical, con la vistosidad de sus caracteres protagónicos y la presencia de conjuntos corales liderados por ese especie de maestro de ceremonias que es Puck, interpretado por Andrés Bagg con un despliegue no siempre acompañado con igual intensidad.

Pero en la puesta en escena de Carla Calabrese no se imponen las voces solistas para impulsar la obra desde lo musical. Por momentos incluso transitan por una afinación forzada aun cuando los coros de duendes y hadas, de factura convencional, agrega una nota de mayor armonía. Y el manejo del texto y la interpretación bordean riesgosamente el límite entre el humor y la caricatura. Llevar la obra a un público infanto-juvenil implicaba sublimar en algún sentido la fuerza fáunica, erótica, de los juegos en el bosque. Pero en este caso se perdió también gran parte de la magia, que era quizás el puente entre Shakespeare y los chicos.

Fuente: La Nación

Teatro: Maipo. funciones: martes, a las 20.30, sábados y domingos, a las 16

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