Griselda Siciliani y Carlos Casella: Estás que te pelas, concierto en llamas


Un canto a la lujuria

MÚSICA/TEATRO Hace 14 años, él era su maestro de danza. Más tarde la convocó para un reemplazo en el grupo El descueve. Desde el lunes, en el Maipo, harán versiones libres de canciones de amor.

Debajo de esa araña de cristal checoslovaco que Lino Patalano bautizó Las Nélidas -por Lobato y Roca-, están ellos dos a los arañazos. A punto de besarse, se alejan, y a punto de alejarse, se besan. Cátedra de histeria. Apología de la lujuria. Elogio del arrebato más primitivo. Griselda Siciliani y su ex maestro de danza Carlos Casella ensayan Estás que te pelas, concierto en llamas, que estrenarán el lunes en el Maipo. Tributo a Afrodita, Cupido, Eros, Venus y a toda esa galería mitológica de dioses del amor y otros demonios.

Un conjunto de piano, violín, guitarra y percusión, le pone fondo de ángeles a canciones de Daniel Agostini o de Isabel Pantoja. En los 12 metros de largo del escenario que Niní Marshall, Tato Bores o Pepe Arias han gastado, las pisadas nuevas de ellos dos, alumna y maestro. Se conocieron en un curso de danza contemporánea que él dictaba en el Centro Cultural Rojas, en el 2000. Siciliani, entonces bailarina de Pipo Pescador, no planeaba la televisión y apenas quería prolongar su década de formación como bailarina. Se inscribió en las clases del Rojas y los astros se alinearon: Casella, que conformaba el grupo de danza del under El descueve, la adoptó como alumna preferida, hasta que un día, cariñosamente, la echó. “Se había vuelto visible y una alumna necesaria. Tenía que volar solita”, explica.

“El vínculo empezó a salirse del lugar maestro-estudiante y empezamos a trabajar. Cuando él coreografiaba Nunca estuviste tan adorable, me llamó como asistente, también compartimos De protesta, dirigidos por Alejandro Tantanian en el San Martín”, cuenta ella después de haber salido de un asfixiante vestido a lo Rita Hayworth que encandila. “Yo me había vuelto bastante fan de su dúo de humor que conformaba con Virginia Kaufmann, y con El descueve necesitábamos un reemplazo para Mayra Bonard en Hermosura, un rol intenso y arriesgado en el que tenía que salir en pelotas y al que le puso bien el cuerpo”, se ríe él.

En este teatro de 106 años juegan a ser inflamables mientras se desangran en canciones de versión libre.

Noche de ronda, de Agustín Lara, Absolutamente, de Alaska, o La ventanita del amor que popularizó el grupo Sombras, encuentran otro valor. “Era un show pensado para un pub con 50 personas, pero terminó siendo un viaje de diálogo libre. Les sacamos el maquillaje a todos esos temas y algunos quedan como de Disney. Siento que somos dos performers hablando de calentura, amor, humor”, juzga Casella. “En un punto el concierto es hot, pero pasa a la histeria, a la tristeza y muta todo el tiempo. En un momento llega la pregunta: ¿Y si ese ser que uno ama no estuviera nunca más? Y nos quedamos todos como helados. Cuando le contamos a Patalano sobre el proyecto quiso ser parte, pero pensamos que iba a darnos la sala chica del teatro, el Maipo Cabaret”, advierte Griselda, que expone una faceta exacerbada de sensualidad.

¿La sensualidad se adquiere o es algo natural? ¿Es instinto o aprendizaje?


Casella : Quien la logra adquirir, la comprende. Y si la comprende tiene la semilla allí dentro. Creo que podés ser un animal sensual y mostrarlo o no. Es una carta que uno puede usar o guardarse.

Siciliani : Yo creo que hay muchos colores de la sensualidad. Mi sensualidad, por ejemplo, la tengo ligada al humor. Incluso creo que la sensualidad uno puede no saber que la tiene. Hay mucha gente sensual que no se da cuenta de eso que emana.

¿El hecho de ser madre limita la sensualidad? ¿Te frena a la hora de pensarte como mujer fatal en escena?


Siciliani : Para nada, porque estoy acostumbrada a este lenguaje. Lo hice muchas veces y tengo ganas de que mi hija Margarita me vea así en escena. Mi rol en Hermosura era más guarro e incluso más arriesgado. Acá voy también más allá de lo políticamente correcto, pero hay un borde fino: en el show no nos nombramos con ningún nombre, entonces me pregunto: ¿Hasta dónde soy yo o es un personaje?

En los ensayos se te nota como muy cómoda en tu cuerpo... Irradiás un estado de aceptación. ¿Es así como lo mostrás?


Siciliani : Trato de que parezca eso. Yo en general me siento bien con mi cuerpo, aunque no esté tan bien la imagen de mi cuerpo. He estado muy gorda después del embarazo (N. de R: aumentó más de 20 kilos). Cuando hacía Farsantes, por momentos estaba muy gorda y sin embargo siempre estaba muy conectada con mi cuerpo. Me siento cómoda con mi envase. Los dos tenemos el cuerpo muy presente y compartimos eso de venir de otro lenguaje y terminar haciendo algo que no es exclusivamente danza: la actuación y el canto.

En épocas intensamente digitales, el show se engendró vía WhatsApp. Casella -de 45 años, una década más que Siciliani- estaba en París junto al director Alfredo Arias y transmitía su “tormenta de ideas” mediante esa aplicación de celular. Los bytes viajaban a la velocidad de la luz, mientras Siciliani cerraba una etapa no tan luminosa: al tiempo que lograba una sólida labor que le valió el Martín Fierro como mejor actriz de ficción diaria (por Farsantes), quedaba en el medio de la polémica por los roces de Julio Chávez y Facundo Arana. “No volvería a trabajar con Facundo”, se lee en viejos titulares. La respuesta hoy es otra: “Es un tema que no se termina más. Ya pasó y no quiero quedarme más atada a eso. En la vida hay sociedades laborales eventuales y otras permanentes”, lanza.

A media luz, el ensayo sigue entre boleros y pasos de comedia. Catorce años después de aquellas clases, los bailarines que ya actúan más de lo que bailan, sienten que trascendieron su objetivo primero que era la danza: “El intérprete y el cantante tienen antes que todo su cuerpo. El cuerpo es lo primero y es nuestro vehículo para comunicarnos. Somos 100% corporales”, remata Casella, que se tira al piso y la arrastra a ella. Dos cuerpos en caída libre.

Fuente: Clarín

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