Vando Villamil y Daniel Fanego: Cartas de la ausente


"No queríamos hacer una caricatura"

Los actores hablan sobre el estreno de Cartas de la ausente, puesta en la que el reciente protagonista del film Betibú interpreta a una mujer mayor.

Un matón de comité, criado en la esquina y en las contiendas sucias de la política fraudulenta de principios del siglo XX, queda confinado 20 años en el ya extinto penal de Ushuaia. Durante todo ese tiempo se cartea con una mujer, Luli, de quien se enamora y es correspondido. Pero cuando él, Rufino, termina su condena y va en su búsqueda, quien aparece no es Luli (presuntamente muerta, según le informan) sino Doña Elvirita, una viuda de unos cincuenta largos que al principio le ofrecerá pistas e indicios de esa ausencia. Luego se convertirá en su interlocutora existencial inesperada. El disparador dramatúrgico perfecto como para ir revelando lo no dicho y lo no mostrado de manera sutil y poética.
"Fundamentalmente, el planteo es el encuentro de estas dos soledades, la de Rufino y la de Doña Elvirita. Dos imposibilidades hechas carne y hueso, porque los dos han mentido y porque los dos tienen que saldar esas mentiras para poder avanzar con sus vidas", cuenta Daniel Fanego sobre Cartas de la ausente, la nueva obra del siempre destacado Ariel Barchilón, que cuenta con la dirección de Mónica Viñao (autora de La dama de la noche y de Des/Enlace, entre otras) y que presenta una situación teatral muy particular: la interpretación de Doña Elvirita por parte de un varón, el propio Fanego.
"Me pareció una vuelta muy atractiva el hecho de que Fanego hiciera de Elvirita. Hermoso, te diría", celebra Vando Villamil, responsable de componer a Rufino. "Una situación teatral mucho más interesante y fuerte que si lo hubiera hecho una mujer."
–Cartas de la ausente pone en juego la soledad de ambos personajes. ¿Qué tienen en común y qué de distinto?
Vando Villamil: –En común, la ilusión como sostén para poder vivir. Sin duda, es uno de los temas de la obra. Esa ilusión para vivir más allá de las limitaciones de la vida. El propio Rufino se ha aferrado a ella para poder soportar la cárcel en Ushuaia.
Daniel Fanego: –En cuanto a lo distinto, las procedencias sociales. Son muy diferentes. Rufino es un matón de comité que se crió en la calle y luego se terminó de formar en la cárcel. Elvirita, por otra parte, fue una muchacha de barrio, hija de inmigrantes, clase media media. Sin embargo, en cuanto a lo emocional, creo que ahí es el punto de encuentro porque los dos están con esa carencia y esa necesidad que les trajo la ilusión de conocerse y que de algúna manera tenga correlato con su presente.
–Uno de los puntos fuertes de la obra es su gran trabajo de inferencias, ¿no? De dar a entender lo que está pasando, pero sin decirlo nunca de una sola vez o directamente...
DF: –Sí, porque no solamente hay una curva dramática donde Doña Elvirita y Rufino entran de una manera y salen de otra, sino que además hay una curva argumental donde se va develando lo que está ocurriendo a medida que va ocurriendo.
VV: –Hay muchos indicios en la obra, de manera tal que nada se dice. Todo se va infiriendo como para que los personajes –y a través de ellos, los espectadores– vayan haciéndose de a poco la propia reconstrucción de los hechos, de lo que pasó y de lo que va pasando.
DF: –Tiene una tensión la escritura que no permite distraerte, porque esa inferencia está dada homeopáticamente a lo largo de la obra.
VV: –Te hace sospechar.
DF: –Sí. Y te va hundiendo en un desarrollo impensado.
–¿Cómo trabajaron la composición de Doña Elvirita y Rufino?
VV: –No fueron tan distintos una de la otra. Fue una construcción muy compartida, que surgió a partir del trabajo con el otro.
DF: –Al principio, la construcción del femenino daba mucho temor a todos. No sabíamos cómo iba a salir. Porque al principio, cuando se nos ocurrió, nos pareció brillante. Hicimos una primera lectura y nos pareció bárbaro. Pero cuando hicimos los primeros movimientos nos quisimos morir, ¡no sabíamos adónde ir!
–¿Por qué?
DF: –Porque no queríamos hacer una caricatura, un travesti en el escenario. Queríamos hacer un personaje femenino más allá del hecho de que lo interpretara un varón.
VV: –Por eso implica un trabajo interno. De hecho, Fanego en ningún momento se maquilla para hacer a Doña Elvirita.
–Eliminada la vía de la caricaturización, ¿qué plus trae que sea un varón el que la interprete?
DF: –Sin adelantar mucho la trama, te puedo decir que hay una metalectura: que siendo un varón el actor que la interpreta, permite esa imposibilidad que plantea la obra desde lugares muchos más netos. Pensá que la idea surgió por una bestialidad creativa. Después vinieron las preguntas, los repasos y los enfoques a partir del trabajo de todos. Un trabajo que fue hecho a puertas cerradísimas, porque realmente era producir un desnudo. Debíamos lograr tener a esas dos víctimas sacrificiales de las que habla Alberto Ure, "sangrando sobre el escenario". Fue un proceso costoso, pero muy grato. Y creo que el resultado nos sorprendió. Porque ni nos imaginábamos que iba a ir para ese lado. Que íbamos a tener entre manos estos elementos melodramáticos sensacionales.
–¿Cómo tomó estos cambios el autor, Ariel Barchilón?
DF: –Primero mal. Después bien. Y tras de la primera lectura, mejor, y después de los ensayos que presenció, aún mejor, al punto de que ahora dice que no se imagina la obra con una actriz. De todos modos, no quisimos violar su obra. Sí encontramos un modo de darle sentido y ahondar más en las situaciones que él planteaba. Y eso fue poniendo a un varón a interpretar a Rufino.
VV: –Eso, en términos teatrales, está teniendo un valor enorme. Pensá que Doña Elvirita es una mujer que no tiene aros, no tiene maquillaje y no tiene peluca, apenas una vinchita. Tampoco tiene uñas pintadas, ni otros ornamentos femeninos. La composición de Fanego es la síntesis final de un trabajo que rescata lo femenino desde lo esencial. Sus movimientos y sus gestos surgen después de una investigación interna.
DF: –A partir de todo esto, la verdad es que Ariel Barchilón quedó muy conmovido. Con decirte que tras el último ensayo que vino a ver, le escribió a la directora que se había tenido que volver caminando para poder despejarse y dar clases.
VV: –En uno de los ensayos dijo: "Me han hecho llorar con mi propia obra. Nunca me había pasado."
DF: –Barchilón es un gran autor, además de una gran persona. Es del plató, un hombre de la caja. La pluma no se lo lleva de la caja; al revés, lo trae.
–En el caso de Rufino, Vando, ¿cómo se dio esa composición?
VV: –También de manera colectiva. Un hombre que del guapo de comité al que no le queda nada tras esos 20 años en la cárcel. Y al que lo gana la necesidad del amor y la amistad, el dolor por la traición. Un ex duro que empieza a mostrar su ternura.
DF: –Un guapo como los que mostraba Borges. Un tipo que viene con un montón de recuerdos que no son tan recuerdos tampoco, porque nunca pasaron realmente sino que son construidos.
VV: –Una situación que tiene una vigencia descomunal, por otra parte, porque si bien la obra es de la época de las cartas, se conecta igualmente con el hoy a partir del auge de las redes sociales y de las identidades virtuales.
–La primera lectura sería pensar: "Este mundo epistolar no existe más". Pero después te das cuenta de que apunta a las personalidades virtuales, que existían antes como hoy.
DF: –Claro. Acá se dan dos casos de personalidades virtuales y también la virtualidad de un actor que interpreta a una personaje mujer. Y el tema no es el engaño sino el vínculo mediatizado por las ilusiones y fantasías cruzadas. Él en un momento dice: "¡Yo me imaginaba un rostro y un cuerpo a través de la caligrafía!" Y no te voy a contar lo que ella le contesta (sonríe).
–Es una obra muy poética.
VV: –¡Totalmente poética! Nos pasó a todos que la leíamos y nos caíamos redondos de la emoción.
DF: –El no decirlo todo de golpe, que ninguno de los dos personajes pueda decir desde el principio lo que les pasa genera un placer muy particular. La trama se va desgranando de a poco. Y ni Elvirita ni Rufino pueden ser absolutamente sinceros de entrada.
VV: –Por eso en la obra resuena mucho la posibilidad de lo inesperado. Cómo el destino puede torcerse hacia un lugar insospechado. «


una cosa por vez
Presente con muchísima potencia desde hace décadas en el teatro como en la tele y el cine local, Daniel Fanego es sin duda uno de los baluartes del universo actoral argentino. ¿Qué sigue ahora en la carrera del actor de Los Machos, Resistiré y la reciente Betibú? "A mí también, como a Vando, me agrada hacer una cosa por vez", cuenta. "Por eso, hasta el estreno de Cartas de la ausente, me mantuve al margen de cualquier otro proyecto que pudiera distraerme. Recién cuando Cartas... esté encaminada me dedicaré de lleno a lo que venga después. Por ejemplo, una nueva serie dirigida por Paula de Luque (conocida por Eva y Juan, y Néstor Kirchner, la película) llamada La Verdad, protagonizada por Julieta Díaz, Diego Velázquez y yo. La historia se mete en el periodismo contemporáneo, el manejo de los medios, los traidores y una historia de amor también. Se viene fuerte."


concentrado en esto
Conocido por sus trabajos en El Torniquete (que protagonizaba junto a Carlos Santamaría) y El Amateur (escrita por Mauricio Dayub), Vando Villamil se hizo un lugar en el horizonte teatral a fuerza de actuaciones creíbles y un estilo propio. ¿Qué viene después de Cartas de la ausente? "Ahora estoy concentrado en la obra. No me gusta hacer demasiadas cosas al mismo tiempo", cuenta. "Tengo, sí, en mente una obra que vengo demorando, una adaptación que hice de una película de los años '80 que recupera una temática de los '60 y narrada desde hoy. Es un proyecto personal que se viene posponiendo porque cada vez que lo encaro, me surgen proyectos como el de Cartas, que también me interesa. Aunque esta otra obra que quiero hacer tiene la particularidad de tratar cosas que hace rato tengo ganas de llevar sobre un escenario. Ojalá pronto pueda."



CERVANTES
La obra Cartas del ausente se estrena el sábado 17 de mayo en el Teatro Cervantes, Libertad 815, a las 21:30. Irá de viernes a domingos. Entrada: $ 60.


el autor multipremiado que trascendió fronteras
Nacido en San Juan en el '57, Ariel Barchilón es uno de los autores más destacados de la dramaturgia local. Entre sus obras más importantes se encuentran Los Impunes (1997), El miembro ausente (de 2000), El que borra los nombres (2001), Más frágil que el cristal (2001) y Emigrantes (2002). Dueño de un estilo alusivo y poético, sus obras fueron estrenadas en España, Chile, Uruguay y Cuba, y fueron merecedoras de numerosos premios. Entre ellos, el Primer Premio del Concurso Soltar La Lengua por El miembro ausente; el Premio del Instituto Nacional de Teatro por Cenizas en el corazón; y el Premio Club de Autores por Más frágil que el cristal. También, en estos años, recibió la Beca de Dramaturgia del Instituto Nacional de Teatro (2003) y la Beca de Dramaturgia del Fondo Nacional de las Artes (en 2004). Asimismo integra, desde su fundación en 1999, el Proyecto Puentes, agrupación de autores y directores.

Fuente: Tiempo Argentino

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Susana Torres Molina: Estática

Chamé Buendia: Last Call-última llamada