El ángel de la culpa


Núñez interpreta a un inspector

El actor es el protagonista de la pieza teatral donde le toca el papel de un personaje oscuro.

Osmar Núñez cumple una tarea avasallante y admirable como protagonista de El ángel de la culpa, del prolífico autor chileno Marco Antonio de la Parra, donde es acompañado por Walter Bruno y dirigido por Dora Milea en el teatro Picadero.
Con su trabajo, casi un unipersonal, Núñez se sitúa en la línea de esos actores formidables que marcan épocas en la escena argentina, como sucedió con Alcón y como pasa con el ahora ausente y trasandino Patricio Contreras, comprometido con la escena de su país.
Es tal la fascinación que produce el intérprete con ese oscuro personaje del inspector de policía encargado de dilucidar el asesinato de un hombre poderoso en manos de su joven amante (Bruno) que es difícil quitar la vista de él, huir del imán que representa.
Con un recorrido escénico de alrededor de 20 años, en el que cumplió numerosos papeles secundarios, Núñez tuvo su eclosión a partir de Espía a una mujer que se mata (Daniel Veronese, 2007) y La música, de Marguerite Duras (también dirigida por Milea, 2008), en paralelo a sus apariciones en cine y tevé.
Ese actor que se pone al hombro un personaje como el detective de El ángel... –que parece tallado a hachazos como el Lemmy Caution de la película Alphaville, de Jean-Luc Godard–, tosco, fascistoide, alterado psicológicamente, es el mismo que personificó en 2013 al snob, delicado y conmovedor Tennessee Williams de Noches romanas.
Responsable de esa imagen, con la recurrencia de una particular postura en cierto lugar del escenario, es también la directora Milea, alguien muy preocupado por la forma, que soporta igualmente algún defecto del texto, que necesita un personaje mudo durante casi todo el devenir y condena al actor (Bruno) a exprimir su repertorio facial.
El ángel... es de esas obras que guardan una sorpresiva vuelta de tuerca, tan chocante como la de Cenizas, de Neil Labute, representada por Contreras en 2012, una modalidad tramposa que de conocerse al principio haría que la pieza no existiera.
Previsible aunque escrita en forma inteligente, sobre todo al principio, la pieza muestra a un sujeto del poder –el policía– en apariencia dueño de la situación y decidido a desentrañar las razones de aquel asesinato, aunque con razonamientos prejuciosos y una violencia apenas contenida.
Sus argumentos delatan un pensamiento cavernario que va cobrando importancia con los minutos hasta quedar en el centro del asunto, y el individuo no hace más que espejar sus angustias personales y las taras de una clase social fogoneada por los medios.
Lo interesante es la dualidad del personaje, francamente homofóbico, con un machismo exaltado y a la vez con atisbos oscuros en su sexualidad, que Núñez destila con una pericia muy disfrutable, en la entera comprensión de su criatura.
Un acierto aparte es la esmerada escenografía de Alejandro Mateo, todo un relato en sí misma, con una cama que revela cierto amaneramiento y una mampara y una puerta por la que no entra ni sale nadie, aunque todos sepan que detrás debe haber un cadáver.
El ángel de la culpa se ve en la sala Picadero, pasaje Enrique Santos Discépolo 1857, los domingos a las 18 y los lunes a las 20:30.

¿Cuándo?
La obra se presenta los domingos y lunes a las 20:30 en El Picadero, Pje. Discépolo 1857.

Fuente: Tiempo Argentino

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