Ignacio Huang: China Pampa


"El teatro independiente es la manera más accesible de crear artes escénicas"

El actor, protagonista de Un cuento chino, estrenó su primera obra de teatro de su autoría. Narra la historia de una mujer argentina que vive en una pequeña localidad de China. Una experiencia que comienza su camino.

Aunque nació en Taiwán se lo conoce como el chino al que le cayó una vaca del cielo. Su rol de Jun en Un cuento chino sigue siendo su referente para el público que lo descubrió y lo recuerda por su trabajo junto a Ricardo Darín. Pero la vocación artística de Ignacio Huang no se agotó en el cuento de Sebastián Borensztein. Cuando realizó aquel trabajo estaba terminando su licenciatura en el IUNA. "Después de egresar sentí una inmensa necesidad de empezar a hablar en primera persona desde mi inusual característica como artista. Siendo un inmigrante viviendo en un país construido por inmigrantes, no hay mejor manera de entendernos y proyectarnos indagando sobre la identidad cultural", reflexiona acerca de su apuesta en China Pampa. La obra que coescribió con Juan Francisco Dasso (quien también la dirige) indaga con humor en el mundo rural de la gauchesca argentina desde un puesto fronterizo y desolado de la China.

–¿Cuál es la historia de China Pampa, tu ópera prima como dramaturgo?
–Es la historia de un encargado de una estación de trenes que está en una pequeña localidad de China. Junto con su pareja Lucía, una folklorista argentina, planifican vivir la vida de la manera más argenta posible. Para eso organizan una peña folklórica con el afán de introducir esta exótica fiesta al pueblo chino en el cual viven.
–¿Cómo nació la historia? ¿Hay algo testimonial de tus primeros años en Argentina?
–Nos fuimos a China para hablar de la Argentina. Para mí fue como volver a vivir esas sensaciones cuando recién conocía este país. Todas las fantasías que me hacía antes de conocerla y los choques entre el imaginario y la realidad una vez estando acá.
–¿Lucero quiere ser un "gaucho pampeano"?
–Una persona no se hace extranjero gratuitamente. ¿Quién no ama lo que es propio? Ser inmigrante no es una tarea fácil, hay que dejar todo el pasado y empezar la vida desde cero. Diversas son las razones por las que uno abandona su tierra, sean razones sociales, económicas o políticas, pero seguro detrás de eso hay un "acá ya no puedo vivir". Particularmente en el caso de Lucero, hay un grito hacia la libertad, en el marco de una sociedad establecida con restricciones, castigos y premios. Para los que no les está yendo bien, una tierra prometida donde se baila disfrazado en las calles es un buen incentivo para seguir luchando. No me refiero a esta China que creamos ficcionalmente, la sociedad opresora es una metáfora.
–De alguna manera, ¿hay una correlación con lo que vive el personaje de Lucía en China?
–La correlación es completa. Es más, no hubiera sido capaz de crear al personaje Lucía si no hubiera tenido la experiencia de vivir una vida casi entera en el extranjero. Hay personas que se molestan con China Pampa porque no entiende qué hace una mujer argentina varada en China. Pero, ¡perdón! Heme aquí. No se pregunta también: "¿Qué hace un chino varado en Argentina?" Casos reales sobran. Pero lo importante es que hoy por hoy convivimos con los extranjeros, y muchas veces también podemos llegar a ser extranjeros en otros lugares. Hay una necesidad de ampliar nuestra mente y adoptar más gentes en nuestro mundo. Nos enriquece alguien diferente a nosotros, y es mi meta como artista: la pluralidad y la diversidad.
–¿Cómo pensás tu futuro laboral?, ¿te vas a dedicar a escribir o a actuar, o ambas cosas?
–Sin dudas, voy a seguir con mi escritura. Esta vivencia tan particular mía que cruza dos culturas es lo mejor que puedo ofrecer al mundo. Y es mi deseo poder expresarme en diferentes medios. Si bien hoy por hoy el teatro independiente es la manera más accesible de poder crear artes escénicas, no dejaré de probar también en los medios audiovisuales como el cine y la tele.  «
 
¿CUÁNDO?
China Pampa se presenta los domingos a las 19, en La Carbonera, Balcarce 998.

Fuente: Tiempo Argentino

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