Dea Loher y Andreas Kriegenburg: Ladrones


Una pregunta que atraviesa a todos

Hoy, en el marco del Festival Internacional de Teatro, se presenta esta obra que trata, ni más ni menos, sobre “la rueda de la vida”.

La relación de trabajo entre la autora Alemana Dea Loher y el director Andreas Kriegenburg tiene casi dos décadas. Hoy presentan en el San Martín Ladrones, obra producida por el Deutsches Theater de Berlín. Se trata de 12 personajes cotidianos, actuales, distribuidos en 37 episodios que no se conectan entre sí de manera lineal. “Es la obra más antidramática que escribí”, asume Loher.

Ella es una de las autoras fundamentales del teatro contemporáneo. Y mantiene un vínculo fluido con Latinoamérica. Nació en Munich y vivió en Brasil. Al igual que Armin Petras, autor y director del Gorki Theater, Loher realizó en La Habana un fuerte trabajo junto a novísimos autores cubanos. En la isla es traducida y publicada asiduamente. “Latinoamérica es una inyección vital para mí”, dice.

Kriegenburg creció en la ex República Democrática Alemana, fue carpintero y un autodidacta del teatro. “Crecer en la ex RDA genera una mirada capciosa sobre muchas cosas, en especial los textos. Los que vivimos esa Alemania estamos entrenados a desconfiar de todo lo escrito y buscar un significado oculto. También desarrollamos un lenguaje corporal más sincero. Eso es algo que mantengo cuando dirijo. En mis obras siempre hay personajes que dejan de hablar y se entienden a través de la danza.“ ¿Cómo se mantiene el vínculo estético entre un autor y un director durante tantos años?


Loher: Quizás la clave esté en que no hablamos mucho entre nosotros. Los roles están muy definidos, tenemos una separación estricta: Yo escribo y él dirige.

Kriegenburg : Somos dos personas muy tímidas. Y ella, además, escribe personajes introvertidos. Pese a esto, hemos logrado hacer un teatro muy potente. Otra clave es que ella produce textos que me provocan como persona y artista.

¿Qué aspectos te convocan ?

K: Hay dos cosas en su escritura que están fuera de lo común: tiene un lenguaje muy poético y doloroso. Además, de los autores jóvenes que conozco es la más detallista. Ella describe de un modo sensible, auténtico.

L: En verdad, no tengo ninguna clase de imaginación escénica cuando escribo.

Te olvidás del teatro.


L: Sí, nunca pensé que iba a ser autora teatral, se dio de casualidad. Pienso más cinematográficamente. Aunque me interesa mucho cómo tiene que sonar un texto. Por eso voy a las lecturas con los actores, pienso que ahí se cierra una obra para teatro. Andreas nunca trata de complejizar ni llevar a la escena mi fantasía; él pone su propio imaginario.


“Ladrones” se compone de doce personajes, episodios fragmentados, no hay un conflicto desbordante ¿cómo se liga en escena?


K: La obra tiene una especie de antidramaturgia, es una sucesión de pequeñas escenas que no representan un gran suceso. Cuando la leí estuve tres meses en pánico, porque me pregunté cómo estos personajes podían tener un lugar en el escenario. De ahí salió esta reflexión sobre la rueda de la vida, plasmada por una escenografía giratoria que saca y mueve a los personajes del escenario.

L: Los doce están ligados de un modo sutil, aunque no hay un conflicto existencial que los envuelva.

K: A esto lo contradigo, lo que une a todos los personajes es la pregunta sobre “¿qué va a ser de mí mañana?” Esa pregunta acerca de si voy a estar muerto o si seré feliz es lo que finalmente los atraviesa a todos.

Fuente: Clarín

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