El invernadero

El invernadero

En apariencia se trata de una historia familiar más. Una nueva saga de desencuentros entre padres e hijos, pero, en verdad, El invernadero se detiene en la oscura realidad de un hijo. Su vida pivotea entre la sombría relación que mantiene con su madre altiva y el recuerdo de un padre muerto, cuya imagen, cuando llega, aporta una fuerte dosis de poesía a la historia.

La trama es pequeña, pero de una profunda sensibilidad. El hijo narra desde un lugar de extrema desprotección aspectos de una vida que, por tan rutinaria, se torna patética. En las situaciones en las que se cruza con su madre, ella expone una vitalidad y una contundencia en sus reacciones que no hacen más que minimizarlo a él. Las breves apariciones del padre acercan algo de aire puro a ese clima enrarecido por unos vínculos tan extraños como conmovedores.

El hijo se desarrolla entre un presente que lo inquieta, lo sobrepasa, y un pasado en el que encuentra un alivio sanador. La niñez es un espacio de placer; la adultez, sinónimo de desesperanza. Su mundo personal es reconocible, sin dudas, aunque deje en los espectadores una marca de fuerte vacío existencial.

Alejo Sambán, desde la dirección, y en asociación con Constanza Balsategui, directora de arte, construyen un pequeño espacio donde la acción se desarrolla con resultados muy atractivos. Logran, a través de imágenes muy potentes, que se fortalezcan mucho los mundos de esos personajes. Una casa/invernadero, con piso de tierra, en el que algunos pocos objetos completan el lugar. La iluminación es una herramienta, también, que potencia muy bien ese marco escenográfico. Aporta una calidez intensa a la conducta de esos seres.

En lo interpretativo, resultan muy ajustadas las actuaciones de Analía Sánchez y Enrique Dumont. Ellos logran construir con mucha precisión a esas criaturas tan opuestas que buscan ganar un verdadero lugar dentro de ese ámbito tan inhóspito. Las intervenciones de Federico Marrale son breves, aunque muy determinantes. El suyo es un personaje con poco desarrollo y, quizá por eso, el actor no termina de darle la fuerza que necesite para demostrar que es una figura fundamental dentro de este drama. Sin ese padre, ese hijo no lograría pacificar, un poco, su mundo interior.

Fuente: La Nación

Sala: NoAvestruz, Humboldt 1857

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