Marx en el Soho


La familia y “El capital”

Manuel Callau dirige este unipersonal con Carlos Weber.

El Soho de Londres (1850): barrio marginal y contaminado. El Soho en la actualidad: barrio popular visitado por turistas y caracterizado por su enorme número de pubs, galerías de arte, locales de moda, restaurantes y teatros.

Marx ha vuelto, y no a su miserable departamento del Soho de Londres -donde terminó después de su exilio de Alemania, Francia y Bélgica-, sino al de Nueva York, en transporte público, gabardina y mochila roja, en la que porta sus tesoros: licor y libros, entre ellos El capital (su inmenso tratado político-económico).

Es un Marx entrañable, ingenuo, divertido, por momentos afligido, y por otros guerrero, pero muy humano -aunque está muerto-, y viene a “limpiar su nombre”.

Carlos Weber (premio Trinidad Guevara 2009 como mejor actor) da vida a este filósofo alemán del siglo XIX, que luchaba por la igualdad de clases. Dirigido por el actor Manuel Callau -quien sorprende y brilla en esta nueva faceta-, Weber aborda al personaje como si del mismísimo Marx se tratara, o por lo menos eso hace creer. Sus cambios de voz, de personajes, de situaciones, de emoción son tan naturales y conectados entre sí, que transportan a cada momento relatado, viviendo en tiempo real la historia de hace 150 años. Ahí es donde se nota al actor, los años de teatro cargados en la espalda y la permanencia en este oficio tan inestable, aún para los constantes. Howard Zinn -autor dramático de este texto- estaría orgulloso del resultado obtenido.

Este formidable discurso hace un recorrido por la vida de Marx, dando fundamental importancia al papel de la familia. Entre anécdota política y social, retoma con gran melancolía los recuerdos de Jenny, -su esposa, quien le hacía las críticas más severas y le transcribía El capital mientras él le dictaba-; la muerte de sus tres hijos -por el frío y la pobreza con la que vivían-; la energía de su hija Eleonor, -única sobreviviente, quien con nueve años tomaba vino y contradecía las ideas de su padre-.

Valoraba su amistad con Engels, un santo, el cual le prestó dinero cuando no tenía y a lo que apelaba de manera irónica “El capitalismo nos salvó”. Le exasperaba las discusiones con Bakunin (líder anarquista ruso), con quien entre trago y trago debatía sobre política y al cual consideraba un ignorante.

Con la mirada en el público y capturando las sensaciones de los presentes, este enigmático personaje reivindica que sus ideas no están muertas, que la riqueza sigue concentrada en pocas manos, y que el capitalismo ha creado un mundo violento.

Algún tipo de reflexión deja Marx en el Soho, y para poder plasmarla, Carlos Weber -ya de vuelta en su persona- ofrece un pizarrón en blanco en la salida de la sala para que cada espectador deje su testimonio. Es inevitable observar los resultados que, concuerdan en un mismo tema: “La posibilidad de cambiar el mundo”.

Fuente: Clarín

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