Mariano Saba y Andrés Binetti: Trilogía Argentina Amateur


Historias cruzadas por la conflictividad

Los dramaturgos concibieron un tríptico integrado por las obras La patria fría (grotesco ambulante), Después del aire (sainete oral) y Al servicio de la comunidad (epopeya isabelina), un compendio de piezas que reflexionan sobre la “argentinidad”.

“Pensar la argentinidad.” Tamaño objetivo se plantearon, nada más y nada menos, los dramaturgos Mariano Saba y Andrés Binetti con su Trilogía Argentina Amateur. Integrada por las obras La patria fría (grotesco ambulante), Después del aire (sainete oral) y Al servicio de la comunidad (epopeya isabelina), se trata de un compendio de piezas que reflexionan sobre distintos grupos amateur de creación artística y sus vínculos con hitos de la historia política del país. Así, el circo trashumante durante el primer peronismo, el quehacer radioteatral en la Década Infame y los grupos filodramáticos en el primer Centenario, respectivamente, son los micromundos de este proyecto que se presenta todos los sábados desde las 19.30 en Apacheta Sala Estudio (Pasco 623).

Tal como aseguran los autores, si bien las tres piezas son autónomas, la posibilidad de verlas en continuado produce una serie de resonancias que se vuelven significativas para el espectador. Este reconstruye, así, la idea de una historia siempre cruzada por la conflictividad política, la sensación de un arte nacional que se abandona a su propia supervivencia y la vida misma de los artistas acechados por el fracaso y el hambre. “La historia de los que perdieron artísticamente siempre es más interesante que la de los que ganaron. Porque a pesar de que muchos apuestan a un quehacer equilibrado, en el que los artistas hablan bien y todo es lindo, la historia demuestra que no siempre sucede así”, dice Saba sobre el porqué de la elección de ese foco.

Los autores escribieron primero La patria fría, que se estrenó con gran aceptación en 2011 y hoy se puede ver los sábados a las 19.30. Situados en 1948, los particulares miembros de una compañía circense se involucran en una disputa acerca de cómo lograr una mejor convocatoria y hacer que el arte llegue a la gente. Todo eso sucede detrás de escena, es decir que lo que el público ve son las bambalinas del espectáculo real, la función de circo, que nunca se verá. Luego vino Después del aire (programada a las 22.30), que se presentó en 2012 y muestra a una compañía radial en decadencia. Esta insiste con el fervor nacionalista del drama gauchesco que para ese entonces, 1933, ya había sido desplazado por la literatura europea, sobre todo por la novela sentimental. Así, la pieza se enfoca en el debate entre el concepto de progreso y las ideas que revalorizan lo autóctono como símbolo de identidad nacional. Por último surgió Al servicio..., que se estrenó el pasado abril (va a las 21) y completó así la Trilogía Argentina Amateur. Esta plantea un burdel de 1910 como escenario en el cual un grupo de mendigos decide rechazar la caridad y abrazar la causa del teatro como salida de la miseria. La tensión crecerá con las mujeres del local y también con la llegada de agentes políticos y terratenientes que alimentan la disyuntiva entre teatro y política.

“Cuando ya teníamos La patria fría y Después del aire, nos pusimos a pensar cómo podíamos rematar la trilogía. En ese momento intentamos probar qué ocurría si trabajábamos sobre un grupo amateur vanguardista situado en la crisis de 2001. Fue imposible. La distancia histórica se complicaba y había algo del humor que tenían las otras dos obras que no se podía dar en esa circunstancia”, cuenta Saba a Página/12. “Entonces nos dimos cuenta de que la trilogía en realidad iba para atrás, así que fuimos a 1910. Y después de ver las tres obras, varios espectadores nos dijeron que es como si se mostrara que para llegar al espíritu de lo argentino es necesario ver cada vez más para atrás. Como si la argentinidad fuera algo que uno nunca terminara de rastrear”, completa Binetti, que además dirige las tres obras.

–Las tres obras indagan en el vínculo entre el arte y la política. ¿Cómo creen que se da hoy esa relación?

Andrés Binetti: –Está esa idea, discutible a mi entender, de que todo teatro es político. Yo creo que, por un lado, hay un teatro que está tratando de reflexionar sobre lo político desde la acción y entiendo que nosotros estamos englobados en ese colectivo. Por otro lado, veo otro tipo de teatro que más que político es didáctico y pedagógico. Algo que a mi entender fracasa porque intenta decirle a la gente cómo debe hacer la revolución.

Mariano Saba: –Nosotros no tenemos una claridad política suficiente, como generación, para poder proyectársela a otros, de manera que no podríamos hacer ese tipo de teatro. Con lo cual, cuando escribimos la trilogía tuvimos muy en cuenta que lo que queríamos hacer era generar preguntas y plantearlas a través de la acción, el humor y la melancolía.

–Además, las tres se presentan como el resultado de una indagación sobre la reactualización del grotesco como género. ¿Por qué realizaron esa búsqueda?

A. B.: –Si bien no trabajamos sobre la estructura del grotesco criollo, decidimos hacer una resignificación de ella, primero porque es un género muy cercano a nosotros como país y luego porque nos permitía ciertas instancias de reflexión que probablemente el realismo no nos hubiera dado. También porque es un género que hoy en día está en los márgenes y queríamos rescatarlo.

M. S.: –Yo me di cuenta a posteriori de que más que grotesco criollo como género, en la trilogía hay algo de lo grotesco en sí. Y creo que ese código emana de la búsqueda de cierto espesor del lenguaje. Este no es cotidiano ni tampoco busca una reconstrucción arqueológica de 1910, 1933 y 1948. Lo que hicimos fue tratar de encontrar una poética del lenguaje para cada obra. Claro que cuando el teatro es fuerza viva, es porque lo que pasa viene de la actuación. Así que además de nuestra búsqueda, fueron los actores los que terminaron de rematar esa estética.

A. B.: –Es que también pensamos en ella, porque permite un despliegue mayor de la actuación. En nuestras obras, todo el tiempo hay acumulación y estallido, acumulación y estallido. Y ese código produce una expectación distinta de la que produce la narración realista, en la cual hay un gran recorrido de acumulación que luego termina en un gran estallido. Creo que eso también tiene que ver con la idea de lo político en el teatro, probablemente más que lo que se diga en términos de sentido.

–Y también es interesante pensar lo político en lo que queda afuera y no se ve, que es algo que sucede en las tres obras.

A. B.: –Es que el fuera de campo en el teatro tiene una potencia enorme. Si vos lográs que el espectador se imagine lo que hay del otro lado, quiere decir que algo de lo que hiciste está muy bien.

M. S.: –Sobre todo, nos interesaba que ese fuera de campo fuera muy diferente en las tres. En La patria fría es el espectáculo de circo lo que queda afuera, mientras que lo que se ve son las bambalinas. En Después del aire parece que se ve todo, pero sin embargo del otro lado del aire pasan cosas, están los oyentes, está la calle. Por último, en Al servicio de la comunidad los personajes mismos son lo que no se ven. Son ellos, los mendigos, los que la patria no vio.

–¿Qué rol jugó la escritura en conjunto para ese tipo de decisiones?

M. S.: –Fue muy importante porque encontramos un método que consistía en la imposibilidad de veto con respecto a lo que el otro hacía y eso generó textos potentes. Así que la democratización del espacio de escritura, que en general es algo que los dramaturgos miran con sospecha, terminó siendo muy productiva. Hoy en día se atomizan mucho los trabajos, se protegen muchos los rubros y las relaciones de los proyectos son fugaces. En cambio esta modalidad de trabajo hizo que pudiéramos apostar a un proyecto a largo plazo con un engranaje común.

A. B.: –Lo más interesante es que se generó un lugar de confianza tal, que hoy no nos acordamos quién escribió cada parte.

Fuente: Página/12

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