La edad de oro


La edad de oro

¿Quién dijo que las pérdidas materiales no son las importantes si la vida está hecha de cosas materiales? El coleccionismo como pasión por acumular objetos que, a los ojos de muchos, pueden resultar convencionales aunque en el círculo del coleccionista adquieran un valor único; esa pasión que ha sobrevivido incluso la profusión de recursos ofrecidos por la era digital es el tema sobresaliente de La edad de oro . Su actualización surge a partir de algunas preguntas: ¿qué relación establecemos con los objetos que amamos y por qué parecen contar tanto sobre nosotros? ¿Qué pasa cuando tenemos que desprendernos, cualquiera sea el motivo, de las cosas que más quisimos?

Cualquiera podría encontrar alguna respuesta en Karl Marx y en su teoría del fetichismo de la mercancía, o en una larga serie de supuestos psicoanalíticos. De manera más intuitiva y con una historia atrapante por sencilla y por cargada de elementos que alimentan la identificación con los personajes, Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu ofrecen con La edad de oro una reflexión interesante sobre el asunto.

En Mar del Plata, un joven fanatizado por los discos de vinilo (Pablo Sigal, más plantado que nunca actoralmente y con un gran manejo del cuerpo) llega al refugio de un veterano coleccionista (Ezequiel Rodríguez) que, movido por cierto ideal de renovación, pero no de manera indolora, decidió desprenderse poco a poco de su tesoro. Al descubrir que ambos son fanáticos de Peter Hammill, nace entre los dos una extraña relación que mezcla entusiasmo y resquemores, situación que la aparición de Favorita (Denise Groesman), una reciente admiradora del músico, no hará más que exacerbar.

Creada en el marco de Proyecto Manual -un ciclo del Centro Cultural Rojas que convocó a directores y dramaturgos a crear obras utilizando un disparador arbitrario pero eficaz: un manual de instrucciones- La edad de oro es un muestrario de los temas que preocupan a la dupla Jakob-Mendilaharzu, también creadora de Los talentos : la amistad (esencialmente la masculina), la construcción de una subjetividad nerd (literatos en aquella primera pieza, melómanos en esta), el pasaje definitivo hacia la adultez. Y el amor, claro.

Con reminiscencias al universo de Alta Fidelidad y de Todos contra Juan , con ciertas licencias similares a la hora de hacer dialogar a los personajes -"¿Te acordás de cuando dividíamos al mundo en pragmáticos y románticos, entre americanos y europeos?"- La edad de oro toma de la cotidianeidad todo lo que esta tiene para ofrecer y la convierte en escenas asimilables pero inquietantes, como el rock de culto.

Fuente: La Nación

Funciones: jueves, a las 21 / Sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3378

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