El Señor Galíndez


El regreso de una pieza fundamental del teatro político

El espectador, desde el principio, se sumerge en un clima demasiado intenso. A medida que pasa el tiempo, el estado de incomodidad e incertidumbre aumenta junto con los niveles de violencia de cada escena. La obra El señor Galíndez, de Eduardo Pavlovsky, fue estrenada por primera vez en 1973 y a partir de ahí se convirtió en una de las piezas fundamentales del teatro político. Hoy, el director Daniel Loisi decide llevar hasta el límite el texto y mostrar de forma realista y cruda el relato del autor.

El espectador, desde el principio, se sumerge en un clima demasiado intenso. A medida que pasa el tiempo, el estado de incomodidad e incertidumbre aumenta junto con los niveles de violencia de cada escena. La obra El señor Galíndez, de Eduardo Pavlovsky, fue estrenada por primera vez en 1973 y a partir de ahí se convirtió en una de las piezas fundamentales del teatro político. Hoy, el director Daniel Loisi decide llevar hasta el límite el texto y mostrar de forma realista y cruda el relato del autor.
Lo siniestro pero invisible está ahí, latente. Dos hombres, Beto (Daniel Loisi) y Pepe (Gustavo Langelotti), esperan una orden para poder trabajar. Están en una casa junto a Eduardo (Pablo Walluschek), un joven que llegó para entrenarse con ellos, y hasta que su jefe no se comunique no pueden hacer nada. La expectativa se vuelve insoportable. De qué trabajan, qué orden esperan y en dónde están, son datos que el público descubre de a poco a lo largo de la función.
Beto y Pepe son torturadores. El teléfono, situado en primer plano sobre el escenario, funciona como mediador entre la institución represiva y los encargados de poner en práctica las torturas. Por eso son tan importantes las llamadas. Ninguno conoce a Galíndez, nadie lo vio en persona. Pero este hombre ejerce un poder simbólico sobre ellos y lo hace a través de su voz, detrás de la línea telefónica.
El sonido violento de las cachetadas y las trompadas sobre la piel retumba en la sala. Mientras discuten y pelean, los personajes rompen con la cuarta pared y se meten entre las butacas: el espectador se vuelve parte de la escena y, de forma inevitable, se convierte en un testigo silencioso de lo que pasa en ese lugar.
Esta versión de El señor Galíndez, ayudada por el diseño de las luces y por la música al estilo de las películas de Leonardo Favio, apela al impacto visual y emotivo. Los actores ponen el cuerpo a disposición del texto y se dejan gritar, insultar, golpear y arrastrar por el suelo. De todas maneras, a pesar de lo explícito, es la violencia invisible la que, en realidad, mantiene el estado de tensión constante. «

La ficha

El señor Galíndez

Autor: Eduardo Pavlovsky.Dirección: Daniel Loisi.
Elenco: Daniel Loisi, Gustavo Langelotti, Laura Manzaneda, Pablo Walluschek y Daniela Cerliani.
Sala: IFT, Boulogne Sur Mer 549.

Fuente: Tiempo Argentino

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