Eduardo Gondell: El Principito


Un clásico que siempre vuelve

El Principito, en versión de comedia musical multimedia, se presenta desde este fin de semana en el Teatro Coliseo, protagonizada por Alejandro Paker y bajo la dirección de Eduardo Gondell.
Diez años después de su estreno en Buenos Aires, llega el tiempo de reposición para la versión musical de un clásico de clásicos, uno de los libros más leídos y citados en la historia de la literatura del siglo XX. Se trata de El Principito, célebre creación del escritor-aviador (o viceversa) Antoine de Saint-Éxupéry, con traducción y adaptación de Carmen Castelli, música y letras de Raquel Ratti y arreglos de Eduardo Frigerio. Hace una década fue protagonizada por Juan Carlos Baglietto, Patricia Sosa y Sebastián Francini entre otros, y ahora vuelve a ponerse en escena en un show renovado que incluye protagónicos de algunos actores que participaron aquella vez: el más notorio, Alejandro Paker (antes El Vanidoso, ahora El Aviador). El niño que encarnó en aquella oportunidad al rubiecito sabio fue Sebastián Francini, quien esta vez volverá a formar parte de la obra, pero como El Hombre de Negocios. Y el Principito será Tomás Lepera. El elenco se completa con Héctor Pilatti (El Zorro), Carlos March (Astrónomo y Borracho), Patricia Browne (Serpiente) y Rodolfo Valss, que vuelve a encarnar a El Rey.
La obra, que se presenta desde este fin de semana en el Teatro Coliseo, cuenta con dirección de Eduardo Gondell y José Luis Mazza, coreografía de Hugo Gomez y escenografía de Luis Castelanelli. Es un regreso esperado, anticipando la nutrida oleada de programación infantil –mejor dicho, “apta para todo público”–que se viene para estas vacaciones de invierno.
Gondell, que dirigió aquella versión que presentaba entre otros a Juan Carlos Baglietto y Patricia Sosa, retoma su tarea para esta puesta en escena. Y remarca que será una versión portencia. Dice: “En esencia, el guión –con pequeños ajustes–y la música se mantienen. Obviamente al trabajar con un elenco distinto, surgieron modificaciones en la resolución de algunas situaciones y en el estilo de interpretación. En su totalidad, éste es un elenco especializado en comedia musical y por eso aprovechamos las virtudes de cada uno. Todos los protagonistas tienen gran formación en baile, canto y actuación, lo que potencia esta versión.”
La aventura literaria del jovencito que viajaba por diversos planetas y que, tangencialmente, aludía en cada uno de ellos a una miseria humana, se transforma en una odisea musical a través de una puesta multidisciplinaria. Combina un gran despliegue tecnológico propio de un show coreográfico-musical con la puesta en escena de las sensaciones que genera este viaje espiritual. En ese sentido, se acerca más a las formas y estructura propias de un videoclip, lenguaje fragmentado y efectivo de estos tiempos, antes que al estilo tradicional del teatro musical.
Dos pantallas gigantes, una encima y otra en el fondo de la boca del escenario, allí dónde pueden verse imágenes registradas en el sur de la provincia de Mendoza (El Nihuil), amplifican los procesos interiores de los personajes, ilustran el derrotero estelar del Principito y aportan una dimensión cinematográfica que dialoga sin conflictos con los cuadros musicales. “Es un espectáculo que respeta fielmente el relato, la esencia del texto de Saint-Éxupéry, con el agregado de las canciones que también representan cada situación. El esquema multimedia permite que los personajes entren y salgan de las imágenes hacia el tablado, así que arma una narración circular entre los personajes reales y ellos mismos en las imágenes”, cuenta el director.
A lo largo del relato, que consta de 25 cuadros, se hacen presente el poder regido por la razón de Estado llevado al absurdo, encarnado en El Rey; el egocentrismo desmedido y superficial de El Vanidoso; y la pasividad de los Ebrios, encerrados en un círculo vicioso; características fácilmente identificables en cada ser humano. Por cierto, la base de la historia se mantiene en la relación que se establece entre el Principito y el Aviador: éste renace mientras descubre el camino de la pureza, el amor y la amistad como la única salida posible en esos momentos en que siente que ha perdido todo.
Para Eduardo Gondell, allí está el encanto de la obra. “Pese a haberlo leído de chico, con un gran recuerdo que me quedó de aquel momento en que descubrís un relato semejante, y de haber dirigido este espectáculo hace diez años; puedo decir que ahora, en 2013, tuve una revelación. Algo me hizo clic, y tiene que ver con haber descubierto la importancia de lo vincular en la vida de cada uno de nosotros, y el respeto que hay que tener en cada una de esas relaciones que vamos entablando a lo largo de nuestras vidas.”
Algo que, encuentra, no tiene que ver con infancia o adultez. “Para mí esta obra refuerza la capacidad de reflexión que podemos tener sobre la importancia de los vínculos personales. Como dice El Zorro, una vez que se establece ese lazo hay una responsabilidad y un cuidado que tener. El mismo personaje dice que muchas veces los seres humanos descuidamos eso. Por eso dice ‘Si vas a venir a las 3, y venís a las 4, yo voy a preparar mi corazón desde las 3. Vení’.”
A Gondell lo atrapó también la metáfora de La Flor: “Después de viajar por varios planetas y descubrir unas cuantas flores, cada una con sus particularidades, se da cuenta que la flor especial es la que cada uno elige en un momento determinado. Al principio, él dice ‘Yo tengo una flor única que es la existe en mi planeta’ y piensa que eso es lo importante. Al final, se da cuenta de que encontró un montón de otras flores e incluso desprecia aquella que descubrió inicialmente. Y luego del encuentro con El Zorro, se da cuenta de que todos somos un montón en un montón de otros millones, cada uno con sus particularidades. Y tenemos un valor en función de las elecciones mutuas que vamos haciendo a lo largo de nuestras vidas, vínculos de amistad, de pareja, filiales... Es una linda enseñanza para los niños y que deja pensando a los adultos.”.

Vigencia
El niño que ya cumplió los 70

Este es un año de aniversario redondo para uno de los libros más leídos y citados del siglo XX. En realidad, un cuento largo que en formato de libro batió récords de venta en todo el mundo y en todos los idiomas desde 1943, año en que se publicó por primera vez. Por eso, el pasado 6 de abril cuando se cumplieron 70 años de su publicación, se conoció la noticia de que a partir del año que viene sus derechos de autor serán liberados y será considerado “un legado para la humanidad”. Además se multiplicaron los homenajes a Saint Éxupéry y su obra: Gallimard, la editorial francesa que publicó la edición original, lanzó una biografía de Saint-Éxupéry a cargo del escritor y dramaturgo Virgil Tanase. Por otra parte, para junio de 2014 se anuncia la inauguración de un museo “temático” que estará ubicado en la mansión del siglo XVIII donde el aviador pasaba los veranos de su infancia. La llamada Casa de El Principito ocupará el castillo de Saint-Maurice-de-Rémens, situado en la localidad de Ain, al norte de Francia. El sobrino nieto del escritor, Olivier d’Agay, precisó que el museo tendrá tres áreas y una inversión de 1,3 millones de dólares.

Fuente: Miradas al Sur

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