Diqui Jame: Wayra


"Creo que hacemos teatro primitivo pero con tecnología del siglo XXI"

El creador de Fuerza Bruta, que después de una gira internacional está presentando en la ciudad de Buenos Aires,  hasta fines del mes de  julio, el espectáculo Wayra, afirma: "Siento que no estoy innovando nada, es al revés."

A la salida de un show de Fuerza Bruta el denominador común, el que puede verse a simple vista, es el de la satisfacción. Si para Diqui James, cara visible de una compañía que se cansó de girar por el mundo, lo "importante es siempre movilizarte", entonces debería quedarse tranquilo. Wayra ("viento" en quechua) no sólo es el nombre de un show que vuelve a Buenos Aires, es también el de una experiencia.
Con entradas agotadas hasta finales del próximo mes, la llegada de Fuerza Bruta tiene el ansia de lo que se sabe puede ser permanente, o al menos los cañones del grupo apuntan a establecerse en la ciudad "por siempre", dice Diqui a Tiempo Argentino, mientras ofrece pistas del pasado y lo que vendrá. "Para nosotros es muy loco estar de nuevo en Buenos Aires, porque es diferente a estar de gira, haciendo el show acá. Y a la vez surgen otras emociones muy diferentes, porque la relación con lo que hacemos es diferente. Cuando estás en tour todo se monta así, rápido, para hacer la mayor cantidad de funciones posibles para volver a salir. Agarrar la ruta y salir con destino a otra ciudad."

–La eterna historia del circo, cuando llega a la ciudad…
–Totalmente. La relación artística que uno tiene con lo que hace es sacar lo mejor posible de lo que se ensayó, sin cambiar nada. En cambio, si se tiene el show en un lugar fijo, como lo tenemos ahora en Buenos Aires, donde nos quedamos un tiempo, te permite cambiar, plantear un ensayo, innovar y jugar con el aparato que tenés montado. Ahí entra el público, como un elemento más para nosotros que forma parte del show.

El tiempo es un factor clave en la charla. De ahí salen los tres años de ausencia local, del hogar y los afectos, todos elementos que pesan en el medio de una vida errante. "Estar fuera de tu casa activa mecanismos de permanencia que te llevan a meditar cada vez más quedarte en tu lugar de origen. Por ejemplo, hace seis años que estamos en Nueva York, y desde ahí salimos de gira para todo el mundo, pero no tenemos un show fijo en Buenos Aires. Así que al estar maduros como marca, acá y en el exterior, nos lleva a asentarnos finalmente", blanquea Diqui.
–Wayra no es un show nuevo. ¿Podemos hablar de una reformulación de su concepción original?
–Originalmente fue concebido para un espacio grande, de ahí que su primer lugar fue el Luna Park. La idea era salir de la caja teatral que representaba la sala Villa Villa como concepto. Lo hicimos, salió bien y lo llevamos de gira. Pero volviendo a lo que me preguntás, esto se reformula porque todo ese concepto se redirige a un espacio más chico. Ahora está todo metido a presión y eso genera una conexión muy buena con el show.
–¿Y cuánto de límite representa el espacio?
–Algunas ideas no las pudimos hacer porque son cosas demasiado grandes. Pero el show que tenemos a veces también se ve limitado por un espacio grande, porque jugamos con que el espectador sea parte de la experiencia, que esté sumergido en lo que vive. No jugamos con esa cosa de mirar de lejos porque lo que propongo es que estés adentro. A veces es mucho más difícil lograr eso en la calle o en un estadio que en un lugar chico donde sabemos que te podemos quemar la cabeza.
–¿Cuánto de ese riesgo puede ser mensurable?
–El riesgo es que el público te gane, porque toda esa energía, esa ansiedad, esa locura de la gente, puede llevarte a cualquier lado. Por eso trabajamos con los actores, para que ellos lleven al auditorio y no al revés. Los titiriteros debemos ser nosotros para llevarlos a donde nosotros queremos. Ahí está el riesgo del tipo de show que hacemos. A su vez, el espacio es el límite porque trabajamos con eso, pero llegar al límite también es comenzar a pensar nuevas instancias, ideas, cosas diferentes.
–¿Y cuáles son los disparadores de esas ideas?
–Algunas se materializan rápido, otras tardan, incluso varios años. Son muchas ideas chiquitas juntas, hasta que un día viene una y las agrupa a todas. Yo siento que no tengo ideas, sino estímulos físicos, no es algo mental. Por ejemplo, la necesidad física de atravesar una pared, algo que pasa en Fuerza Bruta, viene de ahí. Sea lo que sea que se me ocurra, sé que si una idea me emociona y que me vuelve loco al punto de no poder parar, intuyo que a alguien voy a representar. Hay cosas que me pasan que necesito materializarlas, como el tipo que rompe las paredes. Siento que si logro hacer las cosas como las siento todo va a tener sentido.
–¿En ese contexto cuánto importa la instancia del shock?
–Todo lo que hacemos se basa en lo no cotidiano. Parte desde la manera en la que estás parado en el espacio, que hace que tengas que mover o genera hasta los efectos que recorren el ambiente. Todo parte por instalarte en un estado de sorpresa, de mantenerte despierto, sensible, abierto, no cotidiano, tenerte a flor de piel. Si yo te siento en una butaca donde vos sabés que todo pasará arriba del escenario, con cuatro actores, un texto (piensa)… Está bien. Puedo lograr con eso que te emociones pero el estado es muy cotidiano.
–El otro elemento central de la obra pasa por el ritmo que le imprime la electrónica como banda de sonido. ¿Podrías prescindir de ese factor o trabajar con otros estilos?
–Es una buena pregunta pero no tengo respuesta. Con Gaby Kerpel (NdeR: responsable de la música en Fuerza Bruta) trabajamos juntos hace más de 25 años, manejando un lenguaje en común. En ese punto me gusta zarparme, llegar al límite de la energía. Ahora, lo que no me imagino es hacer algo tranquilo. Y la música también está presente en ese aspecto, lo puedo laburar con la quietud o con otros climas, siempre y cuando haya alcanzado algo riesgoso.
–Cuando se te menciona como un innovador. ¿Cuánto pesan esos dichos?
–Lo de innovador lo meto entre paréntesis porque yo creo que hacemos teatro primitivo con tecnología del siglo XXI. Siento que no estoy inventando nada, es al revés, porque estoy volviendo hacia atrás y tengo la suerte de que exista el cine, porque modificó al teatro. ¡Y si no lo modificó es porque hay gente que no se quiere dar cuenta! (risas). Y con respecto a lo de las opiniones y su peso… (piensa). Mirá, cuando nosotros comenzamos con La Organización Negra y después con De La Guarda, siempre las expectativas fueron muy bajas y eso nos llenaba de energía. Íbamos a Francia y nadie daba un mango por nosotros, al final en los festivales de los que participábamos las colas eran larguísimas y todos querían vernos. Esas experiencias nos dieron una cosa salvaje, como de fuerza de guerrilla.Después lo que nos pasó fue todo lo contrario porque las expectativas comenzaron a ser altísimas, sobre todo con De La Guarda y Fuerza Bruta. Ahí aparecen los pibes que están esperando que les rompas la cabeza y eso te lleva a hacerte de abajo para lograr ese efecto. A mí me costó mucho jugar de favorito, aunque en realidad, el día que yo sea conservador, ahí voy a comenzar a perder. Mientras me zarpe a mí mismo no te voy a decepcionar.  «


fuerza bruta por el mundo
Son pocas las compañías que pueden ostentar una estancia en Nueva York, donde  cientos de obras suben y bajan de cartel de manera vertiginosa. Fuerza Bruta lleva seis años en esa ciudad como uno de los actos en vivo a los que acuden cientos de norteamericanos. Para Diqui, permanecer en uno de los espacios más importantes del mundo cuando se habla de teatro es objeto de una construcción que comenzó con De La Guarda años atrás y que continuará de manera activa en pleno Manhattan durante todo este año.

–¿Cuánto facilita estar en una ciudad como esa en cuanto a las ventajas tecnológicas?
–Ya el mundo es chico en ese sentido. Es decir, hay diferencias pero chicas. Si miro para atrás, me acuerdo lo que teníamos que construir con La Organización Negra, cosas que hoy las comprás en un negocio. Antes era fabricar, homologar y autorizar, ponerle el sellito para que lo viniesen a revisar las autoridades. Ahora es todo marca Acme (risas).
–Girar por todo el mundo te pone en un rol de observador de audiencias. ¿Qué fue lo más raro que viste en un tour?
–Las reacciones son sociales y no individuales. Por ahí se mete la cultura, lo que termina marcando las diferencias, por ejemplo entre un argentino y un japonés. En Taiwán los tipos no se tocan ni para saludarse, sólo lo hacen si son novios. Entonces, cuando Fuerza Bruta los obliga a saltar, a rozarse, a observar unas chicas casi en bolas a metros de su cabeza, entonces a los tipos les revienta el cerebro. Para un argentino, que vos rompas y que bailes es normal porque se vincula con la celebración. En cambio, en otras culturas el concepto es otro. Una vez en Suiza nos pasó que teníamos una pared enorme de papel, una que solemos tirar al público y que en Sudamérica o en otros lugares enseguida la rompen. En cambio los suizos ni bien les cayó la pared la doblaron, no rompieron ni un milímetro y la dejaron correctamente ubicada en el fondo de la sala. Ahí nos volvimos locos porque tuvimos que poner a uno de los nuestros para que se meta en el público y rompa la pared, para que el resto también lo entienda de esa manera.


la prueba de fuego frente a dos millones de personas
El 25 de mayo de 2010 Fuerza Bruta fue la cabeza artística visible por los festejos por los 200 años de la patria. El grupo representó grandes pasajes de la historia argentina frente a una audiencia calculada en más de dos millones de personas que tomaron las calles, en un auténtico estado celebratorio que para Diqui James fijó un antes y un después para toda su compañía: "A la distancia siento que fue algo muy, muy lindo, emocionante, y eso tiene que ver con el trabajo hecho, con todo lo que hicimos para que saliera como salió", afirma. "En lo particular a mí me conectó mucho con la historia de nuestro país, sobre todo porque cuando me lo propusieron me dije a mí mismo que no quería hacer un show sobre la historia local, sino más bien un espectáculo que muestre de qué estamos hechos los argentinos. Yo sentía que el cruce de los Andes formaba parte de mi vida, desde chiquito, cuando te hablaban de San Martín. Todo eso al ser parte de tu historia es algo totalmente familiar, como si fuese un tío que viajó al otro lado del mundo y te cuenta sus vivencias. El cruce de los andes forma parte de tu vida y de mi vida, por eso quería lograr hacer un desfile para que el mundo sepa de qué estamos hechos los argentinos."

–¿Qué te causó semejante aceptación? No todo el mundo está preparado para absorber tantas loas.
–Cuando tenés tanta exposición y te la jugás… (piensa). Me di cuenta después de que pasó todo que hubiese sido terrible para mí si a la gente no lo hubiese gustado. A mí me pegaron terriblemente todos los sucesos del país, su historia. ¿Mirá si nos salía mal o se hubiese lastimado alguien? Eso me preocupaba muchísimo. De haber fracasado no sé si hubiese podido sobrevivir a eso, así que estoy muy agradecido. ¡Menos mal qué salió bien! Otro factor importante fue la gente, porque yo no separo lo que hicimos nosotros de lo hecho por el público. Tener a toda esa gente en la calle fue terrible.

–Unas dos millones de personas aproximadamente…
–¡Y no se rompió ni el espejito de un auto! Seguro que había pungas pero ese día no robaron, como si hubiese existido un pacto de amor. Fue impresionante haber metido todas esas estructuras, camiones junto a toneladas de cosas, todo entre medio de los niños y familias. Definitivamente hubo mucho cariño.
–¿Y el día después?
–Vinieron las certezas de que nadie se había lastimado y que tanto los reportes de los bomberos, policía y médicos dieron bien. Eso fue un alivio muy grande, aunque vino después una situación muy fuerte con la prensa. Ahí me di cuenta de que no había pensado qué haría al día siguiente con la cuestión mediática. En todo el proceso previo no había hecho entrevistas, pero al terminar con todo y tener que dar notas con la prensa, me di cuenta de que yo no podía ser la cara de Fuerza Bruta. Fuimos muchos los que hicimos ese show y no correspondía que saliese yo solo. Después hubo gente que se enojó conmigo porque no le di un reportaje, pero no di ninguna nota. Así que quedé mal con todos (risas).

Fuente: Tiempo Argentino

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