Morir en familia

La familia burguesa, bien retratada

Una familia de clase media, con una convivencia aceptable, se apresta a celebra el 17° aniversario del casamiento del matrimonio. Ya desde el comienzo se percibe que las relaciones entre la pareja no son las más aceitadas, sobre todo, porque el hombre resulta ser un tanto autoritario. Con ellos, viven la hija, una adolescente, y la madre de él.

La llegada de un extraño, un pobre muchacho aparentemente inofensivo, que busca un poco de relaciones familiares, va a extraer lo peor de cada integrante de esa casa que no sabe cómo reaccionar ante este individuo que sólo busca un plato de comida en la mesa compartida.

Con otros objetivos, el planteo remite a un film de Pasolini, en el que la llegada imprevista de un joven desata las pasiones ocultas de un grupo familiar burgués. En este caso, la intromisión de ese muchacho viene a alterar la rutina diaria y lo que se expone es lo que está oculto en el alma de los personajes: la conducta del marido, obsesionado con la posesión de sus objetos y sujetos, los que ve amenazados por el visitante; la actitud de la mujer, que oculta sus verdaderos sentimientos; los deseos reprimidos de la adolescente, que sigue siendo tratada como una niña, y los verdaderos sentimientos de la madre de él, con permanentes resentimientos. El desenlace remite a un final trágico y también previsible por el título mismo.

Esta pieza fue estrenada en 1971 por el grupo Gente de Teatro, a cargo de David Stivel, época en que no se conocía la expresión de disfuncionalidad familiar, pero que de cualquier forma existía bajo otro nombre. Aunque el tema mantiene vigencia, el tratamiento de la puesta no puede evitar cierto envejecimiento del texto que delata los más de cuarenta años que transcurrieron desde su presentación.

Inserta dentro de los lineamientos del neogrotesco, donde la parodia subraya la crisis de mitos y valores que afectaban a la sociedad porteña en aquellos años (que aún existe hoy en día, pero más acentuada), la actuación responde con perfiles muy definidos y verosímiles. En líneas generales, el elenco sostiene eficazmente un nivel de interpretación homogéneo.

Es en la escenografía y también en el vestuario donde más se nota el paso del tiempo. Por lo demás, Villanueva Cosse acierta en el ritmo que logra imprimir a la puesta con el tiempo justo para que las acciones sean percibidas por el espectador sin dilaciones ni baches.

Fuente: La Nación

Sala : Teatro del Pueblo / Funciones : los sábados, a las 20

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