Manzi, la vida en orsai



La pasión, según Homero Manzi

Las primeras décadas del siglo XX se destacaron por la pléyade de poetas que invadieron las calles porteñas para rescatar su canción. Muchos de ellos inspiraron la creatividad de compositores como Pedro Maffía, Lucio Demare, Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Sebastián Piana, Francisco Canaro etcétera que encontraron su inspiración en esos versos que traducían el sentimiento de la ciudad. A la voz de Enrique Santos Discépolo, Homero Expósito, Enrique Cadícamo, Celedonio Flores, Cátulo Castillo, entre muchos otros, se suma la de Homero Manzi, un santiagueño que desde joven se sintió atrapado por las luces de la gran ciudad.

Si bien de ésta rescató su geografía barrial, especialmente la periférica, a la que describió con una nitidez fotográfica ("Barrio de tango": Un pedazo de barrio, allá en Pompeya, durmiéndose al costado del terraplén ; "Sur": San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo, Pompeya y más allá la inundación ), adhirió fundamentalmente a la línea romántica que predominaba en los años 40. Pero lo hizo con imágenes muy poéticas en las que se destacan las originales metáforas que distinguen su obra: Fuimos abrazados a la angustia de un presagio por la noche de un camino sin salidas ("Fuimos"); Después... La luna en sangre y tu emoción, y el anticipo del final en un oscuro nubarrón ("Después"); Tu piel, magnolia que mojó la luna. Tu voz, murmullo que entibió el amor ("Ninguna"). No faltan las milongas, importantes porque jerarquizaron el género, y otros clásicos de Manzi.

En este musical, concebido por Betty Gambartes, Diego Vila y Bernardo Carey, se refleja a grandes pinceladas instancias de la vida de Manzi, pero con textos que incluyen letras de sus creaciones en forma de diálogo. Uno de esos momentos, quizás el más importante en su vida y en su creación, es el encuentro con la cantante Nelly (cuyo apellido no se menciona, pero que es fácil de deducir), con la que vivió un tumultuoso romance que duró hasta el último de sus días.

Ésta es la propuesta que presentaba el desafío de contar con sólidos intérpretes, sobre todo, en la actuación, pero que también sorprendentemente asombran con el canto. Estos requisitos se encontraron en las figuras de Jorge Suárez y Julia Calvo, que realizan un gran trabajo en la composición de los personajes y además se dan el lujo de cantar el tango con solvencia. Una gratificante sorpresa, porque es la primera oportunidad en que este actor ha sorprendido por sus condiciones como cantante. En cuanto a Julia Calvo, si bien sobresalió en varios musicales, su voz parece ajustarse al género tanguero como un guante de seda.

Ambos están secundados por Néstor Caniglia, quien tiene a su cargo personificar, con eficiencia, a Cátulo Castillo, al radical Santoro y a Aníbal Troilo. Es fundamental, la presencia de los músicos en escena porque los temas adquieren valores más dramáticos.

La escenografía, una estructura fija, de estilo indefinido, se ve intensificada y complementada por la iluminación que juega con valores emocionales. El vestuario, especialmente femenino, se ajusta a los requerimientos de la moda de la época.

Finalmente, la dirección de Betty Gambartes busca escapar de un entorno realista, pero por momentos parece no encontrar el espacio físico propicio para plantar a sus personajes, que recurren con frecuencia al uso del piso de escenario.

Pero éste es apenas un reparo que de ninguna manera afecta el resultado final: el homenaje a un gran poeta de la música ciudadana, que el público celebra con emoción y entusiasmo, lo que coloca a Manzi en el podio de los artistas que enriquecen el imaginario porteño.

Fuente: La Nación

Sala: La Comedia, Rodríguez Peña 1062

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