Manel Barceló: Los villanos de Shakespeare



"Hay una frontera entre el bien y el mal y todos podemos traspasarla"

El actor presenta en Buenos Aires su espectáculo unipersonal Los villanos de Shakespeare, donde interpreta a los más famosos malvados del dramaturgo. "Los personajes de Shakespeare, sobre todo en en teatro inglés, son la gloria".

 William Shakespeare es, para la mayoría de los actores de todo el mundo, la cúspide. Quien pueda interpretar –con altura– un personaje del autor inglés accede a la aristocracia de la interpretación, se vuelve legendario, o algo aún mejor: se convierte en artista "shakesperiano". Sobre esta meta, tan difícil de lograr y que muchas veces genera una gran frustración, trata Los villanos de Shakespeare, un unipersonal de Steven Berkoff interpretado por el español Manel Barceló, quien se presentará por siete únicas funciones en el teatro Cervantes, en Buenos Aires.
Además de burlarse de la sacralización del teatro, el espectáculo hace un repaso por los grandes personajes de Shakespeare y esos son, claro, los malos. Steven Berkoff –quien durante muchos años interpretó su propio texto, tuvo un control total de su obra y prohibió los derechos de interpretación– hace la disección y el análisis de estos arquetipos, a la vez que profundiza con nuevos puntos de vista acerca de sus personalidades y circunstancias. Así, aparecen en escena Yago, Ricardo III, los Macbeth, Shylock, Hamlet y Oberon, entre otros.

–¿Por qué hablar de los malos de Shakespeare?
–Shakespeare, como autor, trasciende su propia obra. Sus personajes son vox populi. A pesar de no haber visto Ricardo III, todo el mundo sabe quién es, los niños repiten el "ser o no ser" y lo identifican con el teatro. Se ha vuelto imprescindible para los actores. Él les otorgó mucha humanidad a sus personajes. No todo queda tan delimitado entre el bien y el mal. Todos los personajes pueden expresarse. Hay escenas en que protagonistas y antagonistas discuten, cada uno aporta sus razones, y son todas entendibles. El sentimiento humano de los villanos puede ser, incluso, compartido por el público.
–¿Qué plantea la obra sobre el mal?
–Apunta a la falta de empatía. No hay un discurso excesivo y profundo sobre el mal, pero en el fondo lo que plantea es que la falta de compasión, el preocuparse solo en sí mismo, el no tener en cuenta nada más que los propios deseos, eso es el origen del mal. La obra nos ayuda a entender que hay una frontera entre el bien y el mal y que todos podemos traspasar esa frontera. La buena gente puede visitar ese país del mal e inmediatamente regresar porque no se siente cómoda, porque tiene otra sensibilidad. Pero hay personas que atraviesan esa frontera y piensan que sí, que una vez hecha la transgresión, por qué no seguir adelante. Los villanos reales sí producen mal, los villanos dramáticos hacen una enorme experiencia personal y eso sí es un placer, es un placer para los actores y para el público. La gente disfruta de los villanos en la ficción. Son atractivos, de alguna manera, ayudan a trasgredir: el público puede verse del otro lado, pero sólo en el plano de la ficción, lo que no pueden hacer en la vida real. Visitar la ficción es un viaje para ver lo que uno no es y lo que no es capaz de hacer. Es un poco como soñar.
–¿Por qué la obra se burla de la sacralización del teatro?
– Los personajes de Shakespeare, sobre todo en el teatro inglés, son la gloria. Dentro de los actores, los que son actores shakesperianos son los grandes actores, han convertido a su personalidad en legendarios. Como pueden ser Laurence Oliver, en el pasado, y ahora Kenneth Branagh, por dar algunos ejemplos. Todos los actores desean encontrarse con esa posibilidad, quieren tener un encuentro shakesperiano, pero a muy pocos les es dada. Entonces, se crea una especie de frustración. Lo aman, matarían por hacerlo, pero como infunde esa categoría jerárquica, muchos lo terminan odiando. Berkoff se burla, con sarcasmo, de esa situación.  «

Solo pero acompañado 

Manel Barceló se volvió, en España, un actor de unipersonales. Aunque no es el único género en el que trabaja, reconoce que cada vez que hay un unipersonal piensan en él. Viene de presentar Los villanos de Shakespeare con éxito en Madrid y Barcelona.
"Mucha gente puede pensar que salgo a menudo solo a escena porque no soporto a mis compañeros, pero no es así", dice. Barceló explica que no es un trabajo en solitario. "En este género hay un error de concepción: yo no estoy solo, el público es mi compañero, yo lo interpelo. Son sus reacciones las que provocan mis acciones. Evidentemente hay un plan dramático que estipula ciertos momentos, con una serie de encuentros que se cumplen a rajatablas. Pero yo al público lo tengo en cuenta", explica.
Es tanta la compenetración, que Barceló no identifica el momento en que aparecen los personajes. "Yo no sé por dónde aparecen. Reconozco los momentos de la métrica, pero no los de la emoción. Los personajes hacen su entrada y ni siquiera golpean la puerta. Yo siento una invasión. Cuando salgo digo: ‘Hoy Shylock ha hecho esto’. Son personajes tan fuertes que actúan a pesar de mis deseos y mi predisposición, como si fuera un medium", dice.

¿Cuándo? - Funciones

Los villanos de Shakespeare se presenta hasta el domingo 12, de jueves a sábados a las 21 hs. Domingos 20.30 hs. En el teatro Cervantes: LIbertad 815.
 
cultura de la resistencia

Hace poco más de diez años, Barceló llegó a Buenos Aires con otro espectáculo y pudo ver cómo se vivía en Argentina una profunda crisis económica. Ahora, le toca reconocer esa situación en su país y advierte las diferencias. “Me apasiona de Buenos Aires la relación que hay entre la cultura y el usuario de esa cultura. Hay un vínculo muy profundo. Es algo que envidio para mi país. Nosotros sufrimos 40 años de una dictadura que ha roto cualquier lazo entre la cultura y el pueblo. En la época de Franco, la cultura era prescindible. Algo ha pasado en esta época de transición con la democracia, que no se han forjado lazos fuertes”, explica.
En este momento, con la crisis económica que atraviesa España, Barceló siente que la relación entre el pueblo y la cultura no mejoró. “Las cosas se agravaron. En todos los países, la cultura debe ser sostenida en cierta medida por el Estado. La cultura es un derecho y todo el mundo debe tener acceso. Pero con toda esta movida del neoliberalismo y la economía –que parece que es la que marca nuestras vidas– generaron efectos devastadores en España. Los funcionarios creen que la cultura es prescindible. Pero la gente de la cultura resiste y, a pesar de los esfuerzos que hacen por acabar con la relación entre cultura y público, nosotros siempre estaremos allí y habrá una posibilidad de encontrarnos”.

Fuente: Tiempo Argentino

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