Juan Leyrado: Dios mío


“Esta es una comedia llena de incógnitas”

El actor interpreta nada menos que a Dios, pero un Dios que, agobiado por lo imperfecto de su creación, necesita psicoanalizarse.

No es sorpresa que la conciencia de la propia fragilidad movilice al punto de necesitar ayuda de un psicoanalista, pero que sea Dios quien requiera ser asistido en su abatimiento resulta insólito. El motivo es lo imperfecto de su creación. En Dios mío, obra de la premiada dramaturga y guionista israelí Anat Gov (1953-2012), estrenada el pasado fin de semana en el Multiteatro, ese planteo es posible y exigente respecto de los intérpretes y de los espectadores, que deben disponerse a un juego donde algunos imposibles dejan de serlo. Se trata de un “cuento”, donde Ana, la psicóloga especializada en niños, que compone Thelma Biral –madre de Pablo, el joven autista que interpreta Esteban Masturini–, recibe la visita de un misterioso personaje que conoce los pensamientos más recónditos de la mujer. El visitante pide asistencia entre ocurrencias e ironías. A ese papel debe ajustarse Juan Leyrado, actor de interesante trayectoria en cine, TV y teatro, donde se lo vio, entre otros títulos, en Los Mosqueteros, Los Lobos, Cyrano de Bergerac, Cabaret Bijou, Ella en mi cabeza, Baraka y Mineros. Ahora en Dios mío, según la versión de Jorge Schussheim y la puesta y dirección de Lía Jelín, su personaje debe lidiar en tono de comedia con la “ausencia de Dios”, concepto que reaparece ante las injusticias y las masacres. El Dios imaginado aquí por Gov se enfrenta a su creación desvirtuada. Un Dios que acaso sea “el verdadero y no el que aparece relacionado sólo con la bondad”, según apunta Leyrado en esta entrevista de Página/12. “Es el Creador al que cada uno ubica en un lugar distinto y le pide algo también distinto. El que habita en lo profundo y en esos momentos de soledad que experimentamos aun estando rodeados por los que más amamos”, describe el actor.

–¿Se refiere a los estados de indefensión frente al misterio?

–A los momentos en que tomamos en cuenta nuestra insignificancia frente al Cosmos. Esto no significa que no seamos importantes, sino que somos parte de un todo que no empieza y termina en nosotros. Las distintas culturas no siempre nos han convertido en seres más inteligentes y mejores. Podríamos haber avanzado más, o tal vez éste sea nuestro techo. Dios mío es una comedia llena de incógnitas y complicada para el actor que personifica a Dios. Pensando en cómo satisfacer las expectativas, descubrí que debía trabajar el personaje desde mi perspectiva. De modo que el Dios que se ve en el escenario es el que construí desde mi imaginación, y el que aspiro a compartir con el público, más allá del pensamiento y de la religión que practique cada uno.

–¿Su propuesta es la de un Dios cotidiano?

–Si me hubiesen ofrecido un Dios de barba larga, lo habría rechazado. Este duda, se muestra abatido por los sucesos del mundo y está dispuesto a acabar con su creación. Pide ayuda a esta psicoanalista de niños para salvar al mundo y elevar su autoestima. Trabajé arduamente para este personaje y me interioricé en aspectos de la religión judía. Soy católico por cultura: tomé la comunión, pero no soy practicante. Eso no me impidió interesarme por la cultura y la religión judía, y no solamente ahora. Me atrae su filosofía, en las distintas vertientes. Hace tiempo, tuve oportunidad de viajar a Israel junto a Norma Aleandro. Llevamos La señorita de Tacna (del peruano Mario Vargas Llosa). Nunca imaginé que estaría allí, recorriendo ciudades y lugares que para mí tienen mucho de la profundidad que buscamos en la Historia. Las distintas interpretaciones sobre los mensajes de Dios, la kabbalah o cábala (disciplina esotérica relacionada con el judaísmo) y los estudios más contemporáneos sobre la religión se unen a nuestro tiempo. Sentí la Historia como un conocimiento que está muy atrás nuestro, pero también muy presente. No sé qué le pasará al público con Dios mío, pero todos hemos trabajado con mucha responsabilidad y sin por eso ponernos solemnes.

–Los diálogos, al menos, permiten ese juego...

–Y nosotros somos los malabaristas y acróbatas que debemos sostenerlo.

–¿Así como Ana sostiene a su hijo autista?

–Ella atravesó momentos difíciles, aunque no tanto como Job, el personaje bíblico que mencionamos en la obra y tratamos de explicar lo más claramente posible (Job es “el perseguido bíblico”, sometido a pruebas por Satanás, cuyas crueldades son “autorizadas” por Dios).

–El nudo de esta leyenda es creer a pesar de las desgracias...

–Creer a pesar de..., que es amar a pesar de... En Dios mío, el Creador duda y no le resta importancia a la posibilidad de dudar, propia del humano. Por eso puede acercarse a la analista.

–Que en un primer momento lo considera un extraviado.

–Hubo gente que se creyó Dios. También por eso dudé muchas veces sobre cómo componer al personaje y hacer creíble este lindo cuento.

–¿Influyó en esta alegoría el hecho de que la autora luchara contra un cáncer?

–No podemos saberlo, pero nuestra vida es apenas un pasaje, y hay que aprovecharlo. Anat dejó esta comedia antes de partir (murió en diciembre de 2012), y es admirable la fuerza que puso en su trabajo. Estoy estudiando Física cuántica, entre otros motivos, porque toda energía tiene relación con un todo universal. Las ciencias y las ideas se juntan en un espacio que, en mi opinión, tiene carácter místico. Me interesan las preguntas sobre los misterios del universo, lo que nos toca experimentar y podemos dejar, indagando en nosotros mismos y en mejorar lo negativo que daña. Como actor de esta obra de Gov, pienso que este Dios debe tener motivos para analizarse y decirnos a través de su elección que no todo está perdido. Algo esperanzador habrá visto en los humanos.

Fuente: Página/12

La puesta
El milagro de la curación
Por Lía Jelín *

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