Hoy debuta la finada



Todo tiempo pasado fue mejor

Abrevando en el teatro nacional, Patricia Zangaro escribió Hoy debuta la finada , una obra con matices propios del sainete criollo, desde los personajes, con netos perfiles porteños, hasta el tema que remite al fracaso y la frustración de esos seres que viven el presente con una nostálgica mirada hacia el pasado, exponiendo la frase: "Todo tiempo pasado fue mejor".

Al evocar una época en la que aparentemente la felicidad fue posible, la muerte de Catalina truncó los sueños y las esperanzas de su esposo Pascual, dueño de un bar y salón de tango, que, cuarenta años después, quiere reeditar aquellos años en que la finada brillaba con su canto. Para lograrlo espera contar con la actuación de su hija, Rosita, muy parecida a su madre en el aspecto físico, una romántica cuarentona que sueña todavía con su príncipe azul y poco le importa el deseo de su padre.

A este acontecimiento se suman Virola, Morocho, Juan, Aurora y Rascato, viejos testigos de aquella época de esplendor. Cada uno carga con su propia frustración y participan porque también aspiran a recrear aquellos tiempos, aunque no lo logran. La desazón por el fracaso los obliga a enfrentar una realidad que los supera, pero deben resignarse y soportar ese presente que los envuelve y los coloca nuevamente en el olvido.

Por características realistas que emanan de esta obra, se hace muy difícil modificarlas en la puesta. La intención de María José Gabín, en este debut en la dirección, es remozarla, pero el realismo se impone con una fuerza natural, sobre todo por la calidad y definición de los personajes, perfectamente reconocibles como integrantes de una parte de la sociedad de los años 40, aunque la escenografía, que se presenta envuelta en papel madera y atada con piolín (como trastos viejos), trate de escapar del estilo.

Otro recurso que aplica la directora es instalar a los personajes en la platea, como si fueran fantasmas del pasado que aún flotan en la atmósfera actual, pero, por momentos, su participación dispersa la atención.

El vestuario también trata de sugerir una impronta más actualizada en la aplicación de los colores, con tonos pasteles que contrastan con los del retrato de Catalina que se impone en la acción, tal como sucede con el capitán Barranco, en Las de Barranco , de Gregorio de Laferrère.

En la interpretación hay una intención de esquematizar a los personajes para definirlos con precisión, técnica de la que escapa Luis Campos, que opta por una actuación más visceral y, por lo tanto, más convincente.

Fuente: La Nación

Sala: Teatro Nacional Cervantes

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