Fauna



La construcción de la debilidad

La obra de Romina Paula espía los entretelones de una filmación y se plantea todas las dudas posibles sobre la capacidad de actuar.

“No sé lo que me querés decir, pero ya no me gusta”. En un momento uno de los actores dice esto y, tratándose de una trama donde hay una película dentro de una obra de teatro, la instancia de confusión es altamente probable.

Fauna, de la escritora, directora y dramaturga Romina Paula, es la historia de una actriz y un director que viajan al litoral para saber algo más sobre el mito de Fauna, suerte de leyenda salvaje que se acaba de morir y sirve como musa inspiradora de una película.

En el lugar, actriz y director (Pilar Gamboa y Rafael Ferro) se encuentran con María Luisa (Susana Pampín) y Santos (Esteban Bigliardi), hijos de Fauna. Enterados del proyecto, los cuatro no tardan en comenzar a ensayar distintas escenas sobre la vida de la misteriosa amazona.

La obra de Romina Paula, junto a la Compañía El Silencio, trae ecos de La película del Rey (Carlos Sorín, 1986): entretelones de la filmación, problemas en el elenco. En definitiva podría decirse que aquí hay otro detrás de escena o un reality donde las cosas comienzan a romperse y los corazones (los salvajes y los domesticados) se desnudan unos a otros en un ejercicio menos parecido al uso de la fuerza que a un programa de intercambio cultural. Se aprenden mutuamente. Se adaptan. Cambian de roles. De gustos.

La pieza tiene largos pasajes delirantes, filosóficos, elevados, ¿sarcásticos? Más que a un muelle de madera desencajada, de a ratos parecemos asistir a conversaciones en el deck de Villa Ocampo.

Fauna propone un teatro de laboratorio con citas de Rilke y del Shakespeare menos conocido. Un teatro hecho de vacilaciones sobre la capacidad misma de actuar. La ficción parece ser un problema pendiente de resolución para cierta dramaturgia Sub-40, muy preocupada por el ir y el devenir, el reverso y el argumento cero.

En un punto este workshop es eso: un proyecto fallido, una película arriba de un escenario que enfrenta el choque de culturas. Por un lado, la civilización y la sospechosa barbarie; por el otro, lo audiovisual - el filme en proceso - y un intento estético de quedarse con la presencia privilegiada del teatro. Nos enseñaron que el personaje de teatro, más que ninguna otra foma de representación, tiene la virtud de estar ahí. Es la más creíble de las imitaciones que tiene la vida. La pregunta es ¿por qué nos está molestando que la ficción se encuentre tan a mano? Quizás al respecto, pocos días antes de estrenar, Paula reconoció no saber exactamente lo que estaban haciendo.

Fauna contribuye a pensar en el femenino de la leyenda del Fauno, pero desde el programa de mano se nos explica que la invocación es más mundana y catastral: el personaje está tomado de la calle Concepción Arenal, una mujer que se vestía de hombre para entrar en la vida social pública. A todo esto, en escena, la ontología va apoderándose del salvaje (¿otro mito derrumbado?) y está por sobrevenir un cálido instante Víctor Victoria.

Paula : “Pienso que es una obra sobre el cine. Es una película sin cámara, sin pantalla. Veo a los actores y veo planos. Los ojos, la mirada de uno sobre otro, es la cámara”.

Fuente: Clarín

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