El crítico (si supiera cantar, me salvaría)

"El crítico", afilados apuntes sobre la relación entre enemigos íntimos

La obra "El crítico (si supiera cantar, me salvaría)", del dramaturgo español Juan Mayorga, subió a uno de los escenarios del Teatro San Martín para exponer la tensa relación entre un dramaturgo y un crítico teatral.

Actúan Pompeyo Audivert y Horacio Peña, en esos respectivos papeles, cuya historia intenta desnudar los odios y resquemores que suscita, sin dudas, el difícil e inefable trabajo de comentar obras.

El madrileño Mayorga (1965) es un autor prolífico, muy representado en la Argentina, quien hizo la versión de "La vida es sueño", de Pedro Calderón de la Barca, vista hace poco en el San Martín con Blanca Portillo de protagonista.

Con un par de títulos universitarios aparentemente dispares como la filosofía y las matemáticas, es esencialmente un autor europeo como son europeos los personajes de la obra, esencialmente liberales en el buen sentido, respetuosos y éticos.

Hay una clave en la escenografía de Gabriel Caputo -también responsable del vestuario y la iluminación-, que va revelando a través de módulos aquello que al principio está oculto y que funciona como correlato de las identidades que van apareciendo.

Si bien el dramaturgo, engolado e histriónico, es quien irrumpe con energía en la oficina del crítico para reclamar ser puesto en conocimiento de lo que éste va a escribir tras ver el estreno de esa noche, el parco escribiente se va transformando hasta demostrar que no hay tantas diferencias.

Son personajes solitarios -uno con manifiesta compulsión hacia la bebida-, conocen a fondo los vericuetos del teatro profesional, saben de técnica y hasta de boletería, y parecen cargar el fardo de mujeres ausentes.

El director Guillermo Heras, también hispano, imprime en sus intérpretes dos estilos opuestos: naturalista en Peña y exaltadamente teatral en Audivert, impresión que se neutraliza durante la lectura compartida de un libreto sobre la historia de un boxeador.

Allí Peña enuncia "yo no soy actor" en un juego ambiguo, ya que el espectador sabe que lo es y porque su personaje enuncia al principio que, si bien no es su caso, la mayoría de los críticos son actores frustrados.

De todos modos, la tipificación del crítico en la Argentina difiere del propuesto por Mayorga, una suerte de cruzado solitario y autónomo que puede haber florecido en el pasado -Edmundo Guibourg, Luis Ordaz, Jaime Potenze y el sobreviviente Ernesto Schoo-, pero hoy existen razones de mercado que moldean a los nuevos profesionales.

Están aquellos estudiosos grises que van a la minucia y quedarán en el olvido, ciertos nombres que han conseguido valía por razones más sociales que periodísticas y hasta los mediáticos, que opinan a través de adjetivos y festejos para luego ver su nombre en los avisos publicitarios de las obras.

Lo que sí queda claro es que no conviene que el crítico se haga amigo de los responsables de un espectáculo, porque el afecto fisura inevitablemente la buscada y a veces vapuleada imparcialidad.

De todos modos, "El crítico..." es un espectáculo recomendable, no sólo para la gente vinculada a la escena y sus ambientes aledaños, sino para el público atento, ése que no atiende a los comentarios especializados para decidir el éxito o fracaso de un espectáculo.

"El crítico (Si supiera cantar, me salvaría") se ofrece en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, Corrientes 1530, de miércoles a sábados a las 21 y los domingos a las 20.

Fuente: Télam

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