Federico Luppi: La noche del ángel


Federico Luppi: "Soy un protestón profesional"

El actor, que estrena mañana La noche del ángel, habla del vínculo entre el teatro y la política, y de cómo vive el paso del tiempo

"La vocación es un desliz del destino", dice Federico Luppi, con cuarenta y tantos años de carrera en su haber y próximo a estrenar (como protagonista y director) La noche del ángel, una obra del italiano Furio Bordon. Cuenta que su gran pasión siempre fue el dibujo pero, casi por accidente, la actuación llegó a su vida y cambió su camino para siempre. Si bien confiesa que a veces siente pena por haber relegado su vieja inclinación, todo parece indicar que por alguna razón o "desliz" decide persistir en el misterioso oficio de jugar a ser otros.

Ahora, en su doble rol de intérprete y guía, Luppi aborda un texto del dramaturgo que supo cautivarlo con Las últimas lunas, la pieza con la que Marcello Mastroianni se despidió de las tablas. En La noche del ángel, Bordon cuenta la historia de un viejo actor que visita inesperadamente la casa de su hija psicóloga (interpretada, en esta ocasión, por Susana Hornos, esposa de Luppi). Turbada por la presencia de su padre, ella trata de controlar la situación, hasta que la llegada de uno de sus pacientes (Nehuen Zapata), modifica a padre e hija para siempre.

En una charla con LA NACION, Luppi habla de este nuevo estreno, de la relación entre el arte y la política, de la polémica que desataron los dichos de Ricardo Darín (y los suyos), y de las preocupaciones que, a esta altura de la vida, ocupan su mente.

-¿Cómo llegó a los textos de Bordon?

-Antes de conocer esta obra [La noche del ángel], me había enterado de otra que estaba haciendo Mastroianni en Europa, que se llama Le ultime lune y cuenta las últimas lunas de un viejo que va un geriátrico enviado por el hijo. Es una obra muy entrañable, muy hermosa. Y la compré. Tengo edad para hacerla y la quiero hacer en un futuro no muy lejano.

-¿Qué lo cautiva de este dramaturgo?

-La primera obra que leí habla de un tema que, seguramente porque uno está en esas condiciones, me llega emocionalmente de manera muy aguda. En el mundo actual, hay como una "no consideración" de los dos extremos de la vida: los niños y los viejos... El chico entra mucho antes al consumo y al viejo lo mandan mucho antes a la casa. Y La noche del ángel habla de un viejo actor en decadencia, muy agudo, muy experimentado y muy cabrón, que tiene una hija psicóloga. Tiene un trasfondo donde se critica, más que a Freud, a los seguidores de Freud y plantea una cosa que me parece interesante, porque rompe con un mito: el psicoanálisis es un camino de salud, pero no es la llave universal de la felicidad. Y otra cosa que plantea es que ningún cuidado material del mundo es suficiente si un chico no tiene afecto.

- ¿Le pesa el paso del tiempo?

-No, no me pesa... Hay una película española que se llama El crimen del capitán Sánchez , que trata de un capitán que por celos enfermizos mata al novio de su hija. Entonces, lo juzgan por la ley militar. En un momento, está despojado de su uniforme y entra un cura a reconfortarlo y le dice: "No hay que tener miedo, todos vamos a morir", y él le dice: "A mí no me importa morir, lo que me duele es dejar la vida". La muerte es un elemento dialécticamente incorporado a la propia capacidad de vida, pero pensar que uno deja este mundo, con todo lo que es de hermoso, contradictorio, conflictivo y excitante, no es una buena perspectiva.

-Hay un lazo muy profundo entre los intérpretes argentinos y la dramaturgia italiana...

-Nosotros somos un país esencialmente de origen mediterráneo... Hay muchas cosas que tienen que ver con nosotros. En Italia, hay una teatralidad de la vida cotidiana y al argentino le gusta mucho actuar... El sentido profundo de la estafa afectiva y emocional es algo muy argentino. No digo que sea privativo del argentino, pero es una cosa que el argentino admira mucho. La picardía aquí es admirada casi como una virtud, aunque te dé por resultado un chanta o un chorro.

-Leí una frase de Bordon donde decía que la función social del teatro "siempre es política". ¿Comparte esta idea?

-Yo creo que es una frase excesiva. Todo es política: el precio del pan, cómo vestimos, lo que pensamos, la interpretación, la comunicación. La política forma parte de la vida cotidiana. Ahora, cuando dicen "el teatro es esencialmente político", digo: sí, lo es, en la medida en que forma parte de nosotros, pero el teatro no transforma nada... La gente puede dejar de ir al teatro y no pasa nada. Lo que la gente no puede hacer es dejar de comer pan o pelear por su salario, porque es su vida. El teatro es un componente, un IVA emocional agregado a la vida cotidiana, porque forma parte de los sueños.

-Pero la política y sus divisiones tiene un correlato en la cultura y en los artistas...

-A mí me gusta la política. No la practico, pero he emitido opiniones políticas. Pero no me gustan las obras en las que aparece como elemento fundamental un "esloganismo" socializante. Esa cosa de manipular al público en función de una cierta ideología partidista o sectaria no me gusta... Como persona común, tengo política y pienso las cosas. Peleo, discuto, soy un protestón profesional, en ese sentido, pero no me gusta que eso se mezcle en el plano de lo creativo porque forma parte de una carencia interior de libertad.

-¿Cree que este ánimo "protestón" lo alejó o lo aleja de parte del público?

-Es posible. Seguramente que es así. Hay mucha gente a la que no le gusta lo que pienso. Debe haber gente que dirá: "¿Quién carajo es éste para opinar?" Eso es inevitable. Hay que tener cuidado de no caer en ese deseo enfermizo de gustarle a todo el mundo. Eso es imposible.

-Y la relación con sus colegas, ¿cómo se vio afectada por su posición política o ideológica?

-He tenido encontronazos, algunos serios... Aparece una suerte de susceptibilidad enojosa, una especie de Boca-River y lo curioso es que eso se hace, en general, en función de desconocimientos.

-¿Qué opinión le merece hoy, luego del tiempo que pasó y de las declaraciones que ya hizo usted, lo ocurrido con Ricardo Darín?

-Es posible que no haya sido muy feliz el término que yo usé [Luppi dijo: "Con todo el respeto que le tengo a Ricardo y mi amor por él, más que ingenuo, es un pelotudo"]. Pero ahora parece que todo el zafarrancho mediático se produce por la palabra, y no tiene ninguna importancia. Yo estoy convencido de que un individuo que sabe algo negativo de un gobierno tiene la obligación de denunciarlo, pero lo que no me parece que está bien es pretextar, luego, cierto teléfono descompuesto que lo produjo no sé qué fantasma o qué gnomo. No. Hay que hacerse cargo de eso. Si uno se mete a hablar de política, hay dos cosas imprescindibles: una cierta información creíble, y una dosis importante de buena fe... Además, él estuvo con la Presidenta, ¿por qué no se lo dijo ahí?... Tengo la impresión de que eso es un acto de seria adolescencia política.

-¿Descarta, otra vez, que haya habido ingenuidad?

-Yo hace bastantes años que no creo en la ingenuidad. La ingenuidad para mí es un rebusque bastante pícaro, en general.

-¿Le gusta la televisión?

-Sí. Me gusta mucho. No sé por qué hay una vieja costumbre argentina de pegarle permanentemente como si fuera la prima renga de la familia. La televisión es un reflejo muy exacto de lo que es un mundo, en este caso, el nuestro. Siempre hay buenos y malos programas; yo recuerdo cuando empecé y veo que la televisión de hoy cuenta con mejores actores, mejores actrices, mejor técnica que la de entonces. Está muy bien hecha.

-¿Cuáles son sus proyectos para este año?

-No sé. Creo que van a retomar En terapia , que fue una experiencia muy linda para mí y, después, siempre aparecen guiones de cine con personajes que yo puedo hacer.

-¿Qué cosas le preocupan hoy?

-Me gustaría descender la parte oscura de la colina con cierta cuota de dignidad [ríe], y estar más o menos productivo.

-¿Qué es lo que más critica de sí mismo como actor, a la hora de dirigirse?

-A veces tengo cierta ansiedad, cierta impaciencia respecto del trabajo diario que me obliga a pararme en seco y repetir mucho. Tengo el prejuicio de no darme demasiada libertad, cuando eso es imprescindible.

La hija y el paciente

Susana Hornos y Nehuen Zapata son los dos actores que subirán a escena, junto a Federico Luppi, en La noche del ángel. Allí, Hornos interpreta a una psicóloga, hija del protagonista, y Zapata, a un joven paciente.

Ella (que es, además, esposa del director) trabajó junto a Luppi en Pasos, un film por el que recibió el premio a mejor actriz en el Festival de Toulouse. Además, dirigió y escribió, junto a Zaida Rico, Granos de uva en el paladar y hoy trabaja junto a Rico en una nueva obra: Pinedas tejen lirios, que planea estrenar en julio de este año. Sumado a su trabajo en teatro y cine, Hornos es autora del programa cultural Movilee, conducido por Moro Anghileri.

Zapata es egresado del Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA), se formó con Alejandro Tantanian y Guillermo Cacace, entre otros y formó parte de los elencos de Dóciles y útiles, dirigido por Analía Couceyro, y Pic-Nic 1955, de Diego Kogan.

"Quería trabajar con Susana, a quien conozco como actriz -cuenta Luppi-.Para el otro personaje hice una especie de casting y el que más me conformó fue Nehuen. Tiene un aspecto muy argentino, muy reconocible". Con respecto al vínculo que lo une a Hornos, dice: "Lo bueno de la familiaridad consiste en la sinceridad con la que podés decirte todos los improperios del mundo, pero el trabajo actoral es muy complicado. Hay zonas en las cuales a veces ni uno mismo se conoce".

La noche del ángel
De Furio Bordon
Los domingos, a las 18.30, y los lunes, a las 21.
En el Picadero, Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857. Desde $ 100

Fuente: La Nación

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Susana Torres Molina: Estática

Chamé Buendia: Last Call-última llamada