Miguel Ángel Solá y Daniel Freire: El veneno del teatro



"Ojalá podamos ir y volver con futuras obras"

Los actores argentinos, radicados en España, estrenan  El veneno del teatro.  “Es un sueño hecho realidad para nosotros”, aseguran.

Aquí" y "allí" son palabras que van y vienen durante la toda conversación. Y es que las vidas de los actores argentinos Miguel Ángel Solá y Daniel Freire permanecen marcadas por esa extensa línea imaginaria que une Buenos Aires con Madrid.
En esta oportunidad, el "allí" tiene que ver con la capital española, el lugar que eligieron para vivir al menos desde hace 13 años; el "aquí", en cambio, hace referencia al suelo porteño que los vio desarrollarse como artistas, el mismo al que ahora regresan para representar El veneno del teatro, del catalán Rodolf Sirera. La obra, estrenada en Madrid en noviembre pasado, los juntó por primera vez en escena, y dejó a las claras la notable química y profesa admiración que existe entre ellos.
Se conocieron en España a través  de amigos en común, aunque silenciosamente se habían seguido los pasos muy de cerca. Freire, sin embargo, remonta su recuerdo a 1981, cuando él se iniciaba en el oficio: "Miguel presentaba una película en La Plata y, dentro de sus reflexiones, dijo que la vida productiva de un actor empezaba recién a los 35 años, que ahí es cuando se comienza a cosechar lo que uno venía sembrando. Eso me marcó profundamente." Solá le quita importancia a sus propias palabras. "Fue una pavada lo que dije", admite con una sonrisa tímida.

–¿Cómo viven esta primera oportunidad de compartir escenario?
Daniel Freire: –Muy feliz. Muchas veces quise traer aquí las obras que estaba haciendo en España pero nunca he podido. Por eso, cuando llega la propuesta de esta pieza junto a Miguel y con funciones en la Argentina fue como alcanzar un gran sueño. Era mi gran sueño volver aquí a hacer teatro después de 13 años.
Miguel Ángel Solá:– Yo también estoy feliz. Daniel es un actor de esos que dejan la vida en el escenario, que creen y convierten en una verdad todo lo que hacen. Tengo la suerte de observar día a día cómo va buscando variantes a su trabajo, sin deshacer lo ya establecido sino complementando. Estoy muy orgulloso de él como compañero, sobre todo porque el trabajo de teatro es complicado cuando no encontrás eco en el otro...
–Mucho más cuando se trata de una puesta con sólo dos actores, ¿no?
M.A.S.: –Claro, lo que pasa es que desde antes nos queremos, nos respetamos y deseábamos trabajar juntos. Eso facilita mucho. Después la vida te va diciendo si esa persona es un par, un tipo hecho de tu misma madera. Con Daniel tenemos una identidad y una raíz común: estamos unidos al lugar en el que nos desarrollamos, en el que crecimos y tuvimos nuestras primeras experiencias como actores, en el que la gente pagó una entrada para vernos. Ojalá esto signifique la posibilidad de que, tanto con esta como con futuras obras, podamos ir y volver, cruzar el océano y recuperar sonidos, olores, formas de conversar, ideas...
–¿Qué pueden contarnos de El veneno del teatro?
D.F.: –Es una obra que habla del poder, que habla de la verdad y de la ficción, del arte y de la locura, de los vínculos humanos y de cómo a veces nos dejamos sugestionar e invadir por ideas de otros... También pone el acento en que las ideas no son buenas ni malas, sino que ese valor depende de a servicio de qué intereses se pongan.
M.A.S.: –En esta historia se plantea qué es el teatro. Cada uno con su librito podría responder de cientos de maneras distintas y todas podrían ser válidas, incluso esas que uno no comparte. Pero creo que lo sustancial tiene que ver con la condición humana de mantener la dignidad.
–¿Cómo esperan que sea este reencuentro con el público argentino?
D.F.: –La ilusión de que nos vaya bien siempre está, creo que el espectáculo es pequeño pero agradable de ver y que aporta. Somos dos actores sobre el escenario con una estructura muy firme y con trampas que sabemos superar.
–¿Se siguen poniendo nerviosos antes de un estreno?
D.F.: –Yo quiero ser carnicero hasta que piso el escenario (risas). Pero cuando salgo a escena siento que una mano me empuja hacia adelante y ya no puedo volver. Y además, en este trabajo, estamos los dos todo el tiempo acompañándonos... Me siento muy protegido, porque sé que si meto la pata la respuesta inmediata de Miguel va a ser arrojar una soga para rescatarme.
M.A.S.: –Capaz yo soy más frío, pero a mi me gusta estar arriba del escenario y actuar... A Daniel también, obviamente, pero los procesos son diferentes.
–¿Qué cosas extrañan estando en España desde hace tanto tiempo?
M.A.S.: –Bueno, esto de estar hablando frente a frente, sentados en un café, arreglando el mundo y contándonos nuestras vidas. Eso se extraña. A mi hermana, a mis amigos... Y también está la forma de entender el teatro. Aquí los roles dejan de tener importancia porque lo que realmente vale la pena es apostar a la mejor idea, a la emoción, a la mejor manera de relacionarse. Allá los roles son muy específicos y generan una disciplina más militar que creativa. Igualmente ahora extraño a mi novia –la actriz española Paula Cancio–, que se tuvo que quedar en Madrid.
DF: –Yo extraño a la gente, por sobre todas las cosas. Ciertas costumbres nuestras, como que pase un amigo a tomar unos mates sin previa cita... También el "lo atamos con alambre" tan argentino, lo caótico; en España hay cosas que tienen mucho valor artístico porque por detrás cuentan con un gran valor económico, y aquí muchas veces hemos tenido expresiones artísticas de un valor absoluto sin un puto mango detrás. Es otra forma, pero lo cierto es que vengo a Buenos Aires y extraño "el allí", lo cual es lógico porque tengo mi pareja y parte de mi familia en Madrid.
–¿Se piensa en volver a veces?
M.A.S.: – Lo que pasa es que cuando llego acá extraño a la Buenos Aires en la que me crié. Buenos Aires es para admirarla del primer piso para arriba, ahí donde están los recuerdos de los sueños que hubo acá. Cuando bajo la vista y me encuentro con la planta baja de Buenos Aires, descubro que es la pesadilla del sueño; una pesadilla que no se termina de convertir en la definitiva sino que siempre puede ser peor. A mi me agota mucho eso. Y después, claro que me encantaría volver y estar cerca de mi hermana y mis amigos, pero tengo dos hijas y una novia... Todo depende de donde quieran ellas hacer su vida, no es una decisión sólo mía.
D.F.: –Creo que lo bueno de nuestro oficio es que uno va sumando espacios, no restando. Siempre uno está volviendo, aun cuando esa Buenos Aires que uno vivió ya no es la misma. Me pasa, por ejemplo, de caminar por las calles donde antes había emblemáticos teatro o cines y encontrarme con iglesias, estacionamientos, bingos... Pero también soy consciente, justamente porque he tenido la posibilidad de vivir a 14 mil kilómetros y en una sociedad supuestamente diferente, que eso es algo que sucede globalmente, que no pertenece sólo a la realidad Argentina.
–¿Cómo viven, desde su lugar de artistas, la crisis en España?
M.A.S.: –Al principio me reía y pensaba: "No saben lo que es una crisis." Y después te encontrás con que sí, con que ha venido un daño muy poderoso. La diferencia entre Madrid y Buenos Aires es que en Madrid hubo la voluntad política y de los ciudadanos de no dejar que la ciudad se deteriore. Aquí Buenos Aires ha pasado a ser la tierra de nadie; en Madrid te puede ocurrir cualquier cosa, pero aquí te ocurre.
D.F.: –Hay grandes diferencias en las formas de vivir y de percibir las crisis. Aquí, desde lo artístico, la creatividad aflora y se desborda ante una crisis. Ciclos como Teatro Abierto o Teatro X la Identidad fueron respuestas a una realidad que no convencía, por ejemplo. En España, en cambio, eso no sucede; si bien muchos artistas han salido a apoyar a los movimientos que hacían reivindicaciones, no se ha manifestado un movimiento artístico como expresión de esas necesidades. No existe ese aprendizaje aún.  «

Freire, el otro hombre de Bolivar, y Solá, el heredero

“Sólo tuvimos una novia en común, pero nunca nos cruzamos”, bromea Daniel Freire sobre Marcelo Tinelli, también oriundo de la localidad bonaerense de Bolívar. “Cada tanto vuelvo a visitar a la familia que quedó allá”, dice, ahora sí, seriamente, el actor que en 1999 se fue a España “por cuestiones personales”. Por entonces no sabía muy bien si iba a poder seguir adelante con su carrera, pero valía la pena intentarlo. Y no se equivocó: el cine le abrió rápidamente las puertas –trabajó, por ejemplo, bajo las órdenes de Bigas Luna en Lucía y el sexo–, y el teatro le deparó exitosos protagónicos como el de Bent (2005/2006). En televisión, en tanto, cautivó al gran público con su rol en la serie médica MIR y, más recientemente, en la popular Doctor Mateo. De su paso por Argentina, recuerda su papel en la película Un muro de silencio (de Lita Stantic) y participaciones televisivas en Más allá del horizonte, Verdad/Consecuencia y Campeones, entre otros programas.

Fue casi inevitable: hijo de la actriz Paquita Vehil, Miguel Ángel Solá pasó a integrar de muy buena gana la novena generación de artistas en su familia. Así, se inició muy joven dentro del circuito teatral independiente al tiempo que componía pequeños roles en televisión. Pero en 1976, su nombre cobró trascendencia gracias a su gran interpretación –que incluía un osado desnudo– en la puesta Equus, bajo la dirección de Cecilio Madanes.  En cine, se destacó en películas como Momentos (de María Luisa Bemberg), No habrá más penas ni olvidos (de Héctor Olivera), Asesinato en el Senado de la Nación (de Juan José Jusid) y Sur (de Fernando “Pino” Solanas).
Instalado en Madrid desde 1998, consiguió allí también afianzarse como actor de teatro, pese a que ha filmado una decena de películas y ha participado en otros tantos programas televisivos. A los 62 años, vuelve al país para demostrar que su proverbial talento para componer a las más disímiles criaturas sobre las tablas sigue intacto.

Duelo actoral en escena

En El veneno del teatro, un excéntrico personaje (Miguel Ángel Solá) invita a su residencia a un reconocido actor (Daniel Freire) para ofrecerle una obra de su autoría. Sin embargo, el encuentro muy pronto dejará a la vista que se trata, en realidad, de una trampa para someter al actor a "un cruel experimento sobre realidad, ficción y representación, llevadas al extremo".
Con adaptación de José María Rodríguez Méndez y dirección del español Mario Gas, esta obra de Rodolf Sirera se estrenó en los Teatros Del Canal de Madrid el pasado 29 de noviembre. La crítica fue unánime al momento de resaltar la puesta y el interesante duelo actoral que llevan adelante los dos protagonistas. A partir de este miércoles subió a escena en el Maipo (Esmeralda 449), con funciones de martes a viernes a las 20:30 hs, y sábados y domingos a las 20 hs.


Fuente: Tiempo Argentino

Comentarios

Raqui ha dicho que…
“EL VENENO DEL TEATRO”
Es una partitura de perfil colosal
Miguel Ángel Solá y Daniel Freire son los excelentes protagonistas de la obra dirigida por Mario Gas. Ambos ofrecen soberbias lecciones de interpretación.
La obra es como un conjuro del mal y hechiza al espectador. El texto va tejiendo la malla que permite apreciar el desbordante talento de Solá, con su imaginación que corre a torrentes por los rincones del escenario, con su capacidad creadora que no sabe de un solo desmayo, transformada en una celebración. Y con la solidez de Freire a su lado, ambos deslumbrando con una magia interior que crepita largamente. La mesa está servida para disfrutar de un plato servido para exquisitos. Eso sí: cuidado con los licores.

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