Juan Carlos Calabró


Juan Carlos Calabró: “Todavía te puedo hacer el pasito de Johnny Tolengo”

A sus 78 años, el actor dice tener la energía de siempre, y relativiza su reciente enfermedad. Cuenta que está alejado de la TV por decisión propia, y habla de su infancia, de sus hijas, Iliana y Marina, y de los “number one”: Mirtha, Susana y Tinelli.

Llega a la cita cinco minutos antes de lo pautado y no es un simple detalle, sino parte de un estilo. Entra al bar del que es habitué y saluda a cada mozo por su nombre. Dice que ya merendó y que prefiere empezar con la charla, aunque admite que no sabe de qué va a hablar, porque hace rato que no trabaja y no tiene planes de hacerlo a corto plazo. Juan Carlos Calabró no tiene en cuenta que este año se cumple medio siglo desde su debut en televisión y que, por lo tanto, temas sobran.

La memoria de Calabró es un deleite. Recuerda fechas y detalles de cada momento de su vida. La niñez, por ejemplo, signada por un padre duro que le transmitió valores y pasiones, como el ciclismo, y que forjó su carácter. “Yo de pibe era introvertido, pero por mi viejo, que era muy jodido. Yo no recuerdo haberlo visto reír. El era muy duro conmigo y yo salí como él, pero en temperamento, no con mis hijas. Eso por suerte no lo heredé, vos viste que ellas han salido en bolas y yo no dije nada”, explica con humor.

Entre los 16 y los 26 años pasaron las competencias y los éxitos sobre la bicicleta, hasta que un día se le ocurrió que podía estudiar locución y pensó que si tenía algo de suerte terminaría trabajando en radio o televisión. “Cuando mi viejo supo que iba a estudiar locución me dijo: `Es más fácil que un cerdo suba a una antena a que vos trabajes en televisión´ -recuerda-. Pero no me lo dijo por maldad, sino porque no creía que un tipo como yo, serio e introvertido, tuviera la espiritualidad para estar en un medio. Y bueno, se equivocó”.

En el ISER se convirtió en el bromista de la clase. Imitaba a los profesores, les hacía chistes a los amigos. Y fue así que su compañero de banco, Eduardo Martínez Vadé, le hizo notar que tenía condiciones para hacer humor. Hoy Calabró reconoce en ese viejo amigo al artífice del giro más importante de su vida.

Así llegó a Farandulandia , en la vieja radioBelgrano, de Ayacucho y Posadas, junto a un grupo de humoristas encabezado por el guionista Aldo Cammarota. Luego, en 1962, debutaría en televisión con ese mismo grupo, en el programa Telecómicos . Trabajaron juntos durante más de 10 años y luego se independizó. Tras cinco años de participaciones en distintos programas, le ofrecieron hacer un ciclo propio y así llegaron sus mayores éxitos televisivos: Calabromas , primero, y El contra después, de donde saldrían sus personajes más recordados, como Aníbal, Johnny Tolengo y Renato.

“Entre 1962 y 2002 no pasé ni dos meses sin trabajar. Me metí en una vorágine de radio, televisión, cine y teatro que no me dejó disfrutar ni del crecimiento de mis hijas. Todos esos años sacrifiqué el presente pensando en el futuro”, reconoce Calabró. Fue un esfuerzo que pudo realizar gracias al incondicional apoyo de su mujer, Aída “Coca” Picardi, a quien Calabró define como su “motor fuera de borda”. Y todos esos años de sacrificio le permiten hoy darse el lujo de rechazar algunas ofertas.

¿Extraña trabajar en televisión?

No, para nada. Antes, cuando sonaba el teléfono, decía: “Ojalá que sea por trabajo”. Ahora suena y espero que, por favor, no sea por trabajo, porque es muy difícil saber decir que no, y uno tiene que andar poniendo excusas.

O sea que ofertas tiene.

Sí, pero estoy tratando de no aceptarlas porque la verdad es que no tengo la voluntad, ni las ganas, ni el espíritu que tenía hace 20 o 30 años. Yo hace tiempo que no estoy en televisión y no se puede volver a empezar a los 78. Creo que todo eso ya quedó atrás. Además, corro con una ventaja: no tengo el síndrome de la televisión.

¿Cuál es ese síndrome?

Yo a la tevé la miro como un espectador más. En ningún momento la añoro. A mí me invitan al piso (Jorge) Rial, (“Chiche”) Gelblung, (Santiago) Del Moro, y yo les disparo porque no necesito las cámaras. Si fuera un tipo desesperado iría a todos lados y al final terminaría trabajando de visita. Estás en todos los programas y no trabajás en ninguno.

¿Qué siente cuando ve las repeticiones de “Calabromas” o de “El contra”?

Me siento orgulloso de los libros que he escrito. Cada El contra es una joya del humor, porque son tan ocurrentes todos los libretos... Hoy por ahí no se me ocurrirían esas cosas, pero en ese momento estaba con el cerebro en ebullición.

¿Qué cómicos le gustan de los que ve hoy en televisión?

Uno que me gusta mucho cómo trabaja es Freddy Villarreal, que fue al único tipo del medio al que yo le envié una carta para felicitarlo. Me salió del corazón, ¡porque le vi hacer algunas cosas tan bien!

¿No destaca ningún otro?

Es que hoy no hay humoristas en la televisión. ¿Qué cómico me podés nombrar? Pinti no hace televisión. Gasalla, poco y nada. Le fue muy bien con Susana (Giménez), pero después con Marcelo Tinelli pasó sin pena ni gloria. Pero esos son los imponderables de este negocio. Si todos supiésemos cómo nos va a ir, nadie haría fracasos.

¿Le molestó volver a ser el centro de todos los medios hace unas semanas debido a su estado de salud?

Lo que pasa es que no valía la pena. Tuve dos transfusiones de sangre por baja de glóbulos rojos, y a los 15 días empecé con una tos fuerte y me diagnosticaron una infección en los dos pulmones, que pudo ser consecuencia de muchos años de cigarrillos. Estuve 20 días con antibióticos y ya me repuse. Eso es todo lo malo que tuve. Tampoco es como para que salga en los noticieros. Lo que pasa es que acá estornudás tres veces y ya te vaticinan una enfermedad mortal. Por suerte en mi caso no fue así y pronto, si Dios quiere, volveré a caminar los cuatro o cinco kilómetros diarios que camino desde 1997. ¡Yo tengo 78 años y todavía te puedo hacer el pasito de Johnny Tolengo!

Fuente: Clarín

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