Debés haber perdido la cabeza


En busca de una historia de amor

Dos amigos están encerrados en un living. Su relación excede la amistad, son socios y de a poco nos van dejando claro que deben escribir juntos algo para alguien. Una historia de amor por encargo, algo así como un piloto para una telenovela. Piensan, parece, que en ese ámbito, en ese espacio en el que se recluyen, la bendita inspiración vendrá a visitarlos y así se les caerá al menos una idea, sencilla, pero una idea al fin. Esta idea no parece llegar y entre búsquedas y búsquedas aparece la posibilidad de plagiar alguna vieja, total, quién se va a dar cuenta, dice uno de ellos. Las historias de amor son universales y ellos tienen algunas claves: debe tener final feliz, algún milagro, algún héroe.

Las horas pasan y no aparece nada y en medio de esa especie de no tiempo, la noche y el día se parecen, se van contando sus propias historias, sus intimidades, que se van mezclando con la historia que piensan y articulan. La llamada de un tal Richard, que parece el jefe, los pone tensos y, a pesar de no tener ni un ápice de la historia, mienten y dicen que están bien encaminados. Esta situación sirve como telón de fondo para que aparezcan verdades entre ellos.

Una escenografía que realmente llama la atención dentro de ese living todo está pensado, cada rincón, cada objeto, todo juega un rol fundamental y se convierte casi en un personaje más, ya que ellos deambulan en ese espacio durante toda la obra, lo recorren, y en ese estar muestran también el paso del tiempo, la rutina. La música ocupa otro lugar importante. En lugar de abusar de los apagones para modificar la escena, las canciones son momentos de recreos donde ellos ordenan, van y vienen para mostrar aún más el transcurrir de los días. Pero además la música forma parte de la historia y ambos relatan historias de amor, rupturas, desencuentros y hasta traiciones de las más conocidas dentro del mundo rockero (con el profundo conocimiento sobre el tema de uno de los autores de la obra, Alejandro Lingenti). Entonces, se hace presente el triángulo amoroso de George Harrison y Eric Clapton, como también la legendaria historia de Linda, la mujer que hizo que dos de Los Ramones no se hablaran por veinte años, y algunos relatos más de las "groupies" más conocidas del universo del rock.

Pero la historia no aparece y entonces buscan en ellos. De a poco la relación se va haciendo un poco más compleja entre los dos amigos y la tensión crece.

Debés haber perdido la cabeza resulta una obra pequeña y sencilla, pero eficaz en lo que propone. Las actuaciones son parejas, aunque no sean lo más destacado dentro de la puesta.



Fuente: La Nación

Sala: Elefante Club de Teatro (Guardia Vieja 4257). Funciones: viernes, a las 23.

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