Alejandra Perlusky: Casi normales


Los pasos para ser una figura del musical

La protagonista de Casi normales cuenta su periplo teatral

Hace 12 años, Alejandra Perlusky entraba al histórico Teatro El Nacional por primera vez. Era parte del elenco de Mi bella dama , musical que tuvo el honor de reabrir el teatro tras el dramático incendio que lo devastó en 1982. Todo tenía olorcito a nuevo y la expectativa de dar sus primeros pasos en el género musical era enorme. Hoy le toca volver a subirse en ese emblemático escenario, pero esta vez plantada como una firme representante del género y como protagonista de una de las obras más exitosas de la temporada, Casi n ormales, que reestrenó hace un mes, tras arrasar con los Premios Hugo al teatro musical, incluido el Oro.

Una foto color Kodak de antaño pende del espejo de su camarín. Es ella misma con cuatro años junto a su perro, que, sentado, la supera en altura. Fanática de los animales, encuentra analogías con la naturaleza para explicar casi todo. "En las funciones de Casi n ormales me dreno. Hago la fotosíntesis. Soy como los perros que comen pasto para purgarse." Así intenta definir el sacudón de sensaciones que la atraviesan cuando se convierte en Diana, la protagonista del musical, originalmente encarnada por Laura Conforte, quien recibió el Premio Hugo a la mejor actriz por ese papel. Cuando Conforte quedó embarazada, Alejandra, que era cover de Diana, comenzó a reemplazarla en algunas funciones hasta que quedó definitivamente en su lugar. "Fue toda una experiencia ver cómo funcionaba la gente con «el reemplazo». Muchos consideran que estás en inferioridad de condiciones cuando sos cover . También yo pensé antes de aceptar serlo, porque nunca antes lo había hecho. Después me di cuenta de que somos muy prejuiciosos y obtusos a veces." Cuenta que recibe muchos mails y llamadas donde los espectadores admiten haberse sentido defraudados cuando supieron que la protagonista era un reemplazo y pidiéndole disculpas por eso tras ver su actuación. "Es un desafío. Y es muy gratificante escuchar que les gustó", agrega, con una sonrisa tímida, como avergonzada por su éxito y se lo adjudica enteramente a la obra y al personaje creado por Brian Yorkey, autor de la puesta original en Broadway: "Es una obra hermosa, que habla sobre la emoción, la vulnerabilidad que genera el querer que todo nos salga perfecto. En la vida suceden cosas todo el tiempo. Pero también este musical te muestra la posibilidad de los seres humanos de transformar lo malo en petróleo".

Una sucesión de acontecimientos aparentemente inconexos llevaron a Alejandra a volcarse a la comedia musical. Estudió danza toda su niñez con el afán de ingresar en el Ballet Estable del Teatro Colón. Cuando llegó el momento de presentarse a las pruebas, decidió que no era su camino y se inclinó por la actuación. El primero en tomarle una audición como actriz fue nada más ni nada menos que Pepe Cibrián Campoy. "Yo iba para actuar, no cantaba nada. De repente, Pepito me pide que cante algo, y le gustó tanto que me escribió un tema", cuenta ahora la encargada de ponerle cuerpo y voz a uno de los personajes más complejos del mapa de musicales en escena: Diana, una mujer, madre y esposa, con trastorno de bipolaridad. Después de ese descubrimiento inesperado de su voz, decidió estudiar canto, para perfeccionar su instrumento.

Una vez en el camino del musical, comenzó a cruzarse con otros grandes talentos que en ese momento estaban en ascenso, hoy, consagrados: hizo Canciones degeneradas , con Alejandra Radano y Diego Bros; trabajó con Aníbal Pachano, vivió en España, incursionando en los albores del musical ibérico junto con Omar Calicchio ("Éramos unos adelantados", afirma), y trabajó en México. En el medio, despuntaba el vicio como actriz de "teatro de texto", en el San Martín. Más adelante decidió volver a enfrentarse a las pruebas: fue Mamá Morton de Chicago , un personaje que nunca hubiera imaginado interpretar. "Quería ser Roxy o Velma, pero me dijeron que era muy poderosa para esos papeles", relata, con voz grave y una mirada cómplice. Sabe que su perfil no es el de una joven asesina na í f como Roxy y que la carcelera del famoso penal de mujeres donde sucede la acción del mítico musical de Fosse le quedaba al dedillo.

"Uno tiene que cuadrar con muchas cosas para que te elijan para un papel. Estás presa de los cánones. Te limita, te encarcela un poco", reflexiona ahora, con un buen catálogo de audiciones a sus espaldas, y agrega: "Sueño con armar una compañía propia de teatro, gestionar mi movida independiente". Sin embargo, como atraída por un imán hacia las grandes producciones, sus luces y su grandilocuencia, sostiene en sus manos la partitura de una canción. Se prepara para el próximo desafío: otra audición, otro personaje para descollar. El destino dirá.

Fuente: La Nación

¿Por qué hay que verla?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Susana Torres Molina: Estática

Chamé Buendia: Last Call-última llamada