Rubén Sabadini, Paula Herrera y Nayla Pose: ESCENA, Espacios Escénicos Autónomos


Teatro, más allá de las categorías

ESCENA es un colectivo que desde hace tres años busca cambiar las políticas culturales de la Ciudad de Buenos Aires. Hasta el 27 de octubre se realiza la tercera edición del Festival Escena en las 22 salitas de barrio que maneja este grupo de artistas. En esta nota, una charla con tres de los organizadores que se animan a ir más allá de lo que hoy se conoce como "teatro independiente".

Hay muchas de ellas, pero en la mayoría, apenas se puede intuir que ahí adentro funciona un teatro. Casi sin carteles, las paredes que hoy se prestan a la creación, antes pudieron ser casas, comités políticos o fábricas. De los 134 espacios teatrales del “circuito alternativo” que tiene la ciudad, es decir, aquellas que no son “comerciales” ni pertenecen a instituciones oficiales, 22 conforman lo que desde 2010 se conoce como ESCENA, Espacios Escénicos Autónomos, un colectivo integrado que agrupa a todas las salas que en ese momento no estaban habilitados para funcionar abiertamente.

Así, en una suerte de red que atraviesa la metrópoli, se unen salas como Vera Vera, una casa antigua en Parque Centenario que perteneció a un desaparecido de la última dictadura que se distingue por funcionar ella misma como escenografía. O Granate, que se instaló en un ex comité radical en la Avenida Álvarez Thomas. O El Brío Teatro, que estuvo durante cuatro años en una fábrica y el año pasado se mudó enfrente de Granate, en un PH reciclado con jardín. Así lo cuentan Rubén Sabadini, Paula Herrera y Nayla Pose, los dueños de estos tres teatros que se reunieron con Ñ digital en medio del Festival Escena, que va por su tercera edición y estará hasta el 27 de octubre. El Festival no cuenta con subsidios estatales de ningún tipo y tiene lugar en estas 22 casas, departamentos, fábricas, talleres y depósitos que supieron ser estas actuales salas. Toda la programación es a la gorra y, además de espectáculos, habrá charlas y talleres a cargo de diversos creadores como María Figueras, Valeria Lois, Santiago Loza y Maruja Bustamante, entre muchos otros.

En ningún espacio entran más de 50 personas y trabajan con subsidios o no según lo crean conveniente. Por supuesto, no desde criterios económicos. A Vera Vera, Granate y El Brío, se suman Elefante Club, El Crisol, Abrancancha, La Casona Iluminada, Club Defensores de Bravard y Teatro del Perro, entre otros. ESCENA, entonces, se inicia por la necesidad de tener un lugar para investigar, que cada uno se las arregla cómo sostener. Su circuito depende exclusivamente del boca a boca, como un estilo residual de cuando eran espacios clandestinos -o “clandestinizados” por toda la maraña burocrática.

Hacia un nuevo marco de funcionamiento

No fue fácil, pero juntos lograron una ley por año: la primera conquista fue poder cambiar la 2542 –una ley que determinaba que no se podía funcionar hasta que no se  tuviera la habilitación definitiva- y poder empezar a trabajar con habilitación en trámite. La segunda fue una ley que presentó la Defensoría del Pueblo que declaró como de interés cultural los espacios que integra ESCENA. Esto no es un amparo legal, pero sí un reconocimiento importante hacia el colectivo. Y por último, hace dos semanas fueron en pos de una nueva ley que aún no está publicada en el Boletín Oficial y permite que quien quiera abrir una sala de teatro independiente -tanto las salas pre-Cromagnon como pos 2006 de hasta 50 espectadores- puede hacerlo bajo la ley 2147, que es la ley pre-Cromagnon, bastante más flexible que la 2542, porque no contempla la ley de accesibilidad. “El Estado se jacta de ser una de las ciudades más productoras de teatralidad a nivel mundial, pero genera muchas obligaciones para estas salas que son para 30, 40, 50 personas”, cuenta Pose.

-Su funcionamiento no responde a ninguna categoría ¿Cómo se definirían entonces teniendo en cuenta el concepto actual de “teatro independiente”?

-Rubén Sabadini: Si uno tiene que recurrir a la historia del teatro independiente, estamos viviendo en otra época. El teatro independiente de la época del ‘60 estaba sostenido, pero el país era otro, era otro contexto político, social y económico. El Teatro de los independientes, el Payró, el Fray Mocho, lo que fueron las salas grandes de esa época, sostenían sus salas y sus proyectos de una forma diferente a la del día de hoy. Acá tenemos tres formas completamente diferentes de sostener y llevar adelante un espacio. Vera Vera, por ejemplo, es un espacio abierto que se sostiene con clases y con las obras. La independencia está dada para mí en ese sentido, porque de ese modo yo decido el estilo de mi sala. De todos modos, soy ferviente creyente de que hay que tener relaciones con el Estado, puesto que el Estado genera obligaciones onerosas sobre los espacios. Si me obligan a determinadas cosas, debo tener derecho a determinadas cosas. Hasta que no vinieron a obligarme, yo mantenía el espacio de manera 100% independiente, entonces, decidí autoconcederme el derecho a los subsidios.

-Nayla Pose: Creo que hay un resurgimiento de una movida más independiente. Me da la impresión de que el teatro independiente en los últimos años fue tomando un formato muy particular, que repite formatos del teatro estatal o comercial: un teatro más efectivo a nivel económico. Entonces, funciona con modelos de trabajo que inciden en la producción artística: hay que hacer obras que rindan, que llenen las salas, que puedan ser sostenidas en un teatro off con cierta visibilidad. En los últimos diez años eso ha ido horadando la manera de producir. La mayoría de nosotros abrimos salas para buscar otras condiciones de trabajo, un espacio de mayor libertad: no estar acotados por el tiempo ni por la necesidad. Para mí, eso incide en lo que es lo independiente porque sino no se generan fisuras en los lenguajes. Hoy los teatros independientes de ESCENA quieren existir por sí mismos, no porque no puedan estar en otro lugar, sino porque el teatro independiente es un fin en sí mismo.

-Paula Herrera: El teatro independiente a esta altura es como una categoría y yo tengo mucha resistencia hacia lo que es la institucionalización. A mí me gusta dialogar mucho con los límites. Por eso me interesa la agrupación ESCENA, que no responde a ninguna oficialidad ni institución, porque para mí lo independiente tiene que ver con la posibilidad de una gestión propia: no tener que dar cuentas a nadie de la producción. Por otro lado, también pienso que estos espacios hablan del tipo de trabajo que hace la gente que lo administra. Las obras están signadas por los espacios y eso es parte de incorporar la arquitectura, lo social, lo cultural y el barrio. A mí me gusta que todo lo que se haga en mi espacio se extienda y la gente lo vea. Es así como las salas de ESCENA son autónomas, ateliers donde uno puede pensar tranquilo, más allá de las urgencias económicas.

-N. P.: Yo pienso que la austeridad da libertad. Nos gusta mantener un precio de entrada popular para fomentar la circulación y que el teatro cumpla su función, que es la de comunicar, no entretener, para poder intercambiar con el otro. A mí me aburre la idea de teatro, de hacer funciones de miércoles a domingo. Lo interesente es extender ese límite a otra cosa, como charlas con el público, más allá del hecho espectacular.

-P. H.: Si no existieran estas salas, no habrían espacios de experimentación. Yo estoy más interesada en el proceso que en la obra terminada. Entonces está bueno que eso tome forma, y en los espacios de ESCENA está sucediendo.

-R. S.: En el comienzo había un teatro oficial y uno comercial, entonces el independiente era un corrimiento estético respecto de los dominantes. Como esos corrimientos estéticos en esta época están muy atomizados, es muy difícil ya nombrarlos como independientes.

-De ahí que ESCENA sea una suerte de corrimiento estético respecto de lo que hoy se institucionalizó como corrimiento estético, ¿no es así? ¿Cuál es el sentido político de esta práctica desde el hacer artístico?

-N. P.: Todos vivimos de lo que hacemos y lo que se hace y se muestra se elige por lo estético, por el arte en sí, no por lo comercial. Y esa es una postura que tiene que ver con el arte como comunicador. Tarkovsky decía que el arte sirve para conmover al otro en su interioridad más profunda, para evolucionar uno y que el otro también nos devuelva. Entonces no se hace arte para enseñar ni dar cátedra, sino para intercambiar.

-Como el “maestro ignorante” que plantea Rancière…

-P. H.: Claro, nosotros intentamos un diálogo con el espectador para reflexionar acerca de quien hace eco de aquello que nosotros producimos. Es por esto que son más importantes los vínculos entre las plataformas que el resultado.

-R. S.: ESCENA es un hecho político de ruptura estética. En ese sentido, siguiendo a Rancière, sería la emancipación de la idea dominante. Por eso el Festival es un hecho artístico totalmente corrido.

Cruces escénicos

Un hilo recorre la ciudad atando salas. Literalmente. Une a Elefante, Bravard, Café Müller, Vera Vera y Machado, y así, atraviesa Parque Centenario, Villa Crespo y Almagro. Un guardia de seguridad no sabe qué hacer con el hilo, entonces lo patea, pese a que el hilo vuelve con el viento. Una señora camina con su hijo, que no hace caso y recorre el hilo, intrigado. Un perro mordisquea los restos de lana que se le cuelan entre los dientes. Este es el correlato físico de la metáfora de unión que representa el colectivo: un derrotero de 36 funciones en 17 teatros desparramados en cinco barrios en pos de la unión teatral.

Se trata de la segunda edición de Mapa Escena, una parte del Festival que consiste en distintas obras que se hacen al mismo tiempo en diferentes espacios. Los integrantes de cada espacio van a trabajar a otro espacio para hacer una pieza. Así, Vera Vera trabajó en Granate y Abrancancha; Granate en Elefante, Polonia, Matienzo y Habitándonos; El Brío fue a TBK, Elefante y Zafra; y, a su vez, fue intervenido por La playita. Así funciona. Y así fue como durante los dos domingos del festival se habló sobre el futuro. No es casualidad, tratándose de esta nueva forma de teatralidad que durante dos semanas está impregnando la ciudad.

-N. P.: Queremos que sea teatro vivo, que se reflexione desde el cuerpo. Queremos ir más allá de la obra, con una reflexión sobre lo popular. Queremos romper la endogamia elitista que tenemos los teatreros de vernos entre nosotros para salir al barrio.

Estos espacios cruzan los límites para ir a otros lados, como lo que sucedió en Mapa, una manera de linkear todo lo que es ESCENA. Siempre el arte está buscando correrse de lo que se va cosificando. Necesita correrse para ser, encontrar nuevos intersticios. “xtendamos un poco los límites, abramos el espacio”, invita Herrera, porque al intentar nombrar, se cierran posibles potencialidades. Entonces, ellos prefieren pensar que hacen teatro, más allá de las categorías, porque la diferencia, explican, está en lo que la obra pone en juego.

Fuente: Revista Ñ

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