María José Trujillo: Bella Vista tiene historia


Historias de barrio en un correccional de menores

Como parte del circuito de extensión del Festival Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes, una compañía cordobesa llevó la obra “Bella Vista tiene historia” al Complejo Esperanza, donde viven 240 chicos en situación procesal.

Viste jeans, zapatillas blancas y remera azul. Se acerca y pide un cigarrillo. Tiene unos 15 años y dice que lleva 8 meses en el pabellón San Jorge del Complejo Esperanza, el correccional de menores ubicado a quince kilómetros de Córdoba capital. A unos metros lo espera un grupo de chicos. Están expectantes, viendo si consigue. Consigue. Entonces vienen otros, en busca de más cigarrillos. Caminan con energía, sonríen. Todavía son chicos a los que un cigarrillo y una charla con extraños pueden cambiarles el día.

La mayoría tiene entre 14 y 19 años. Los más grandes, según el caso, esperan sentencia para ser trasladados a cárcel de Bouwer. Ese será otro mundo, pero acá van a la escuela, hacen gimnasia y participan de talleres. Hay criaderos de animales, herrería, carpintería y floricultura. Y de vez en cuando los visitan grupos artísticos. A ellos les gusta, dicen, aunque sea para salir un poco.

Esta vez verán Bella vista tiene historia, del Grupo de Teatro Comunitario “Orilleros de la Cañada”, que llega al correccional como parte de la sexta edición del Festival Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes. Un escenario improvisado se despliega en un rincón del predio. El sol del mediodía hace que se parezca mucho a la libertad. Pero a lo lejos, un entretejido de alambres separa las 50 hectáreas del mundo exterior.

Durante la obra, los 50 chicos elegidos por su conducta y su situación procesal de entre los 240 que viven en los distintos pabellones del Complejo, no logran compenetrarse del todo. Quizás sea por el calor o por la temática del espectáculo, que por más que se trate de la historia de Bella Vista –muchos chicos del correccional son de ese barrio-, recorre la historia argentina casi mirando de costado. Va desde 1930 a nuestros días. Nombran a Yrigoyen, Gardel, Gatica, el Cordobazo, la Junta Militar, la censura, la quema de libros, la vuelta a la democracia, la convertibilidad. Cantan tangos, soslayan discusiones políticas, representan levantes pasados de moda con vestuario de época, se disfrazan de estereotipos de vecinos de barrio, hasta que llegan a la actualidad. Y ahí sí. “Mirá pa’ acá, te mostramos nuestra realidad”, cantan, entonces todos aplauden y recién ahí se percibe la empatía en esas palmas que pugnan por ser escuchadas.

“Nos interesa ir a lugares donde consideramos que el arte no llega”, cuenta María José Trujillo, directora del grupo que surgió cuatro años atrás a partir de un taller de teatro de una biblioteca popular. “Más allá de ser un grupo independiente, se trabaja con la comunidad para cambiar los lugares, dejar de ser espectadores pasivos para ser protagonistas activos”, dice. El fin último es lograr serlo de sus propias vidas, pero esta es una buena forma de empezar.

La mayoría de los vecinos que conforman el grupo son de Bella Vista y barrios aledaños. Son 35 en total y hay de todas las edades. Desde 2008 se juntan todos los miércoles a la noche en el centro cultural Cocina de Cultura: esta es la primera de las dos obras que crearon.  “Un teatro comunitario es un teatro de la comunidad para la comunidad”, define Trujillo sobre este modo de actuar que va de lo personal a lo social. “El punto de encuentro para nosotros es recuperar la historia para poder entender qué pasa ahora en los barrios con los vecinos. Recordar cómo estaban constituidos estos espacios hace que el núcleo que había en los vecinos genere una energía interesante para volver a buscar esa forma de conformación”, cuenta.

Por esto mismo, en el grupo trabajan con el concepto de educación popular, que entiende que todos tenemos algo para dar, en un intercambio de saberes continuo. “No hay condición de venir con algo previo, porque damos por hecho que todos traemos algo previo. Esa es la cuestión: habilitarlo para ponerlo en juego”, sigue Trujillo.

Ya fueron a la cárcel de mujeres y el próximo destino es el neuropsiquiátrico. Les interesa habitar esos espacios. Para ellos la vida en la calle no transcurre indiferente, como si nada pasara, como si estos chicos no existieran. Buscan atravesar el entramado de rejas, porque Bella Vista tiene historia, y porque también quieren cambiarla.

Fuente: Revista Ñ

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