Juan Luppi: Argentinien



"Nunca dejé de ser argentino"

A un año de volver al país, tras una larga estadía en España, el nieto del
célebre actor realizó participaciones en TV y hace teatro en la obra Argentinien.

Eres actor?", pregunta una joven oriunda de Gijón, hoy encargada de un café en Palermo. Ni bien lo ve, lo reconoce. "Me suena tu cara, pero de niño", le dice convencida y sin sonrojarse. "De Los Serrano", le precisa él con sus mejillas empachadas de color.
Aún en Buenos Aires, a Juan Luppi lo ubican por su rol de Matías "Valdano" Herkoviz, en una serie que se emitió desde 2003 y durante cinco años por Telecinco. Ahora vive en Argentina, adonde regresó para desarrollar su vocación de actor. Tiene 22 años, es el rusito de Argentinien, que se presenta en el Teatro Nacional Cervantes, y lleva el apellido Luppi por ser el nieto de Federico.
"Empecé a laburar de muy chiquito. Hice alguna participación en Verano del 98", revela, pero cuando el corralito vislumbró mejor futuro en España, su familia se mudó. Él aún cursaba su primaria. Entonces, encontró en un taller de teatro la manera de construir la red social que había tejido y dejado acá, en el barrio de Coghlan. "Recién llegados, no teníamos amigos ni primos. Para hacer algo y conocer gente, nos metimos con mi hermano en un grupo de teatro. Era un taller extraescolar en el mismo instituto en que estudiábamos."
A los diez años había comenzado a estudiar saxo, y desde esas clases inició su sueño de ser músico. Recién arribado al otro lado del Atlántico, su futuro onírico perduró: "En España quería seguir con el saxo. Mis padres me llevaron a la escuela de música creativa que en ese momento dirigía Claudio Gabis", Para asistir a clase necesitaba su propio instrumento, entonces le pidió a su mamá que lo llevara a hacer cásting para  juntar el dinero necesario. "Fuimos y me seleccionaron para Los Serrano, ¡por supuesto me compré el saxo! No es que haya decidido que quería ser actor, sino se me dio que laburé y me gustó. Fue un poco azaroso."

–¿Cuándo el saxo empezó a no ser tan importante?
–Poco a poco, a lo largo de mi adolescencia me fui decantando más hacia la actuación. Estudiaba música; luego del saxo también estudié guitarra, pero laburaba de actor. Seguí estudiando y luego de ese grupito de teatro me pasé a una escuela un poco más seria. Opté por dedicarme a la actuación y empecé a estudiar con Fernando Piernas, argentino, de la línea de Augusto Fernández. Y el año pasado volví a Argentina para estudiar con Fernández.
–¿La elección de volver a Argentina fue por las clases de actuación o por futuro de vida?
–Por las dos cosas. Tengo ganas de hacerme un lugar como actor. Ahora hay más posibilidades para un joven actor en Argentina que en España. Además nunca dejé de ser argentino, parece una tontería, pero más allá del modo de hablar, hay algo del lenguaje en la forma de actuar. Nuestro lenguaje corporal es distinto.
–Llegaste en marzo de 2011. ¿Qué hiciste hasta ahora?
–Busqué laburo, toqué puertas de canales de televisión. Hice participaciones en El Elegido, también en un capítulo de Historias de la primera vez, y hasta trabajé en una ópera en el Teatro Colón con Eugenio Zanetti, actuando. No podría cantar, al menos no una ópera; fue un papel muy chico pero fue una gran experiencia.
–Y ahora estás en el Cervantes, con Argentinien.
–Sí, con un gran elenco y un gran director (Luis Romero). Soy el rusito. Es un papel muy lindo. La historia está ambientada en un pueblo que podía ser la Patagonia argentina en el '48. En un pueblo fantasma que vive gracias al tren, aunque no viaja nadie. Están los laburantes de la estación: el guardia (Claudio Rizzi), la boletera (Mimí Ardú) y el rusito que hace un poco de todo: barre, limpia los baños. Esperan la llegada de un enviado de la compañía de ferrocarriles, un alemán (Alejandro Awada). Y cada uno tiene sus esperanzas en qué va a ocurrir.
–¿Adónde está ahora el saxo?
–Debajo de la cama. En la primera visita no llegó a Buenos Aires, pero tampoco me había traído libros ni sacos de invierno. Me hice melómano pero no músico. Primero pensé "Me voy unos meses a ver qué pasa" y al descubrir que hay grandes posibilidades para los  jóvenes y  para quienes trabajan para hacerse un lugar, no lo dudé, me quedo.

El abuelo

Juan se crió en Buenos Aires mientras su abuelo, Federico Luppi, vivía en España. Luego intercambiaron destinos. "Nos hemos visto poco porque él se fue a España muchos años, luego yo me fui y él vino. Recién ahora nos estamos viendo más, sobre todo ahora que yo tengo una vocación definida. Lo admiro muchísimo como actor y tenemos eso que también podemos compartir e intercambiar opiniones y hablar de teatro."

–¿Cómo llevás el apellido, pesa?
–Por supuesto. Yo quiero ser actor, quiero ser un buen actor, y tengo la sombra de un grande de los grandes, que es mi abuelo, aunque por otro lado puede ser que me abra puertas. Mucha gente da por sentado que el talento se hereda y no, no es así.
–¿Hubo algún aspecto de su personalidad que descubrís ahora por compartir tu vocación?
–Aspectos nuevos no. Sí, conozco más claramente ciertos rasgos admirables que tiene como el sentido común frente a todo, que como actor es muy importante. Federico tiene disciplina, cultura de trabajo y en la profesión, rigidez de valores y principios.

Fuente: Tiempo Argentino

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