Futuro


El laberinto, los senderos y sus bifurcaciones

Mayra Bonard supo ser una de las chicas del grupo El Descueve. La misma que durante tantísimos años impuso una fuerza escénica desenfrenada y depurada a la vez tanto en su rol de bailarina como directora. Como coreógrafa, en trabajos como Cariño o en Grandes amigos, entabló una línea de trabajo de una fuerte personalidad. En ellos, el sutil tratamiento sobre el erotismo, la construcción de delicadas imágenes que entablaban un sólido puente con las artes visuales, la presencia del humor como hilo conductor y el tratamiento sonoro fueron parte constitutiva de su lenguaje.

Algo de todos estos mundos que suele habitar Mayra Bonard están presentes en Futuro, su último trabajo. Todo transcurre en medio de un paisaje que bien podría ser el de un bosque talado. A priori, una imagen desoladora. Claro que el espacio está resuelto con líneas tan depuradas que parece convertirse en una mágica intervención plástica en donde estos seres entran en tensión.

Como en trabajos anteriores, la palabra y la danza establecen un sólido vínculo. Los que ponen el cuerpo (y la voz) son Juan Ignacio Bianco, Damián Malvacio y Rocío Mercado. Los tres tienen una fuerza expresiva sumamente potente. Serán los que desean, los que compiten por el sujeto deseado y serán el objeto del deseo en medio de ese bosque (imagen tan del orden de lo natural) que parece estar manipulada desde una laptop ubicada en primera fila.

En algunas escenas, la lógica de los monólogos o los diálogos (o las neológicas que despliega en esas reflexiones al borde de lo existencial) parecen excederse en su duración. O, quizá, se trate de un tema dramatúrgico que podría ajustarse. De todos modos, Mayra Bonard es una de esas creadoras que siempre invita al espectador a sumergirse en los mundos que ella propone. En este caso, en una especie de laberinto o de jardines que, inexorablemente, se bifurcan.

Sala: ElKafka (jueves, a las 21)

Fuente: La Nación

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