¡Llegó La Música!


Tamaño de revelación

Quien haya visto las últimas obras escritas y dirigidas por Alberto Ajaka sabrá que su teatro resulta tan impropio de su generación como lo es su nombre de pila. Lejos de las pequeñas historias que se resuelven con un puñado de actores y más lejos aún de los argumentos que investigan el mundo íntimo, a Ajaka le gusta meterse con lo público, en casi todas las acepciones del término: lo laboral, lo político y los espacios estatales aparecen como tema o escenario de sus relatos. Con once intérpretes en escena y una duración de casi dos horas, ¡Llegó la música! , su nueva pieza, continúa la línea de trabajo que inauguró Cada una de las cosas iguales . Desmesurada, delirante e intensamente política, es una de esas obras que cuesta encontrar en la escena independiente.

La historia de largada es sencilla: la orquesta de cámara de un teatro municipal ensaya una pieza de Dmitri Shostakóvich, que planea interpretar para un grupo de programadores extranjeros. Si la función que preparan resulta como piensan, el premio que les espera será grande: una gira internacional. A los músicos de siempre se suman un viejo director contratado para la ocasión y un solista argentino-alemán llegado especialmente para la fecha. Entre conflictos gremiales, expectativas de giras e intercambios sobre el arte culto, de centro y de periferia, ellos intentarán hacer música, que, en definitiva, es lo único que parecen estar seguros de saber hacer.

Pero, como cuando se interpreta un sueño, la clave de esta obra está en no leer todos los signos escénicos de manera literal. Por ejemplo, donde vemos una orquesta podríamos estar viendo a un elenco de teatro, y entender que lo que está en juego no es sólo la historia que vemos, sino que, por desplazamiento, subyace una mirada ácida sobre el mundo en que el propio creador está sumergido. Y todo se vuelve un poco más picante. Los que guerrean para que su trabajo artístico siga manteniéndolos dentro de los cánones de la clase media; los que, por talento, por suerte o por una combinación de ambas circunstancias le hicieron ole al destino común y ganaron reconocimiento; la envidia de los primeros hacia los segundos; la lucha colectiva por inventar una figura de artista equiparable a la de cualquier otro trabajador, con algunas obligaciones y más derechos. Todo ese abanico de personajes y de posibilidades está representado en la banda de Ajaka por un elenco de actores que se acompañan y que se sustentan entre sí, formando una verdadera orquesta polifónica.

También hay, decíamos, lugar para la política: la de los personajes cantando a coro la Marcha de las Malvinas, o discutiendo sobre el Estado de Israel, o vinculándose -a veces desde el agradecimiento, a veces desde la desconfianza- con su delegada sindical son sólo algunas escenas en las que parece haber mucha más tela para cortar de la que alcanza a exponerse. Y aunque la segunda mitad del espectáculo peque, por momentos, de excesiva y antojadiza -y contenga más ideas de las que el público logre procesar durante la función- es recomendable tenerle paciencia. Cuando decantan, los hallazgos escénicos de ¡Llegó la música! cobran tamaño de revelación.

Fuente: La Nación

Sala: Escalada, Remedios de Escalada de San Martín 332 / Funciones: lunes y viernes, a las 21

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