La voz de la sirena


La voz de la sirena

Excelente trabajo interpretativo de Claudia Tomás en el unipersonal basado en un poema dramático de Alberto Muñoz

La voz de la sirena es un título engañoso. No es la voz de un ser mitad pez, mitad mujer, como aquella que en 1948 enamoraba en una película a William Powell. Los que ven cine antiguo saben que era Anne Blyth. No, es el suboficial femenino Bustamante, una mujer que, en el inicio de su adolescencia, comenzó a sentir una extraña identificación con otra clase de sirenas: las que emiten el sonido de las autobombas, las ambulancias y los coches policiales. Curioso: esa atracción la lleva a ingresar en la fuerza policial, donde termina trabajando en un patrullero que, en ocasiones, puede hacer sonar su propia sirena.

El nombre de la mujer policía es Betty y ha tenido una infancia desgraciada. Su madre, de profesión cantante, la abandonó de chica, al mismo tiempo que a su marido y padre de la pequeña a la que tenía el hábito de golpear salvajemente. El hombre era un fanático del box, afición que le transmite a su hija que reza día tras día a sus santos preferidos (Pascualito Pérez, Nicolino Locche y "el Mono" Gatica) para que saque a su familia de la pobreza e impida que el padre siga maltratando a su madre. Pero, antes que sus santos la oigan, la madre abandona el hogar y la deja junto con su progenitor, separación que se prolonga hasta la muerte de su madre.

El cuento se inicia, precisamente, cuando Betty llega hasta la tumba donde ha sido enterrada su madre hace pocos días. Es un lugar cubierto de hojas otoñales, amarillas, y poblado de árboles desde donde cantan los pájaros. A ese cementerio Betty llega a tener el diálogo que nunca tuvo con su madre en vida, a contarle todo lo que no pudo decirle en el largo tiempo durante el cual ella nunca la llamó. Es interesante: frente a la lápida de su madre, Betty, quien se presenta con su uniforme de suboficial y con el pelo recogido, afirma que "viene a declarar", como en la fuerza, y agrega que bajo su traje de policía tiene otros más.

El intento de dialogar es imposible, porque la madre no escucha, pero ella, poco a poco, en un proceso lento de sacarle sus trajes, las distintas pieles que han ocultado un silencio de años, comienza a transformarse, pasa de un perfil femenino duro, policial, al de una mujer que se descarga de todas las maneras posibles su verdad, gritando, llorando e incluso cantando, cuando las palabras no le alcanzan o necesita identificarse con esa forma de expresarse que es la que más recordaba de su madre. Y así, de una manera visceral, pero catártica, hace un balance de su vida, de sus dolores, de sus reproches, y del deseo de que su vida deje de ser un sufrimiento.

El espectáculo está basado en un poema dramático del poeta, músico, actor y guionista Alberto Muñoz, cuya adaptación escénica hizo Leonor Manso con mucha sutileza y sensibilidad teatral. En el papel de Betty, y con la batuta diestra de la directora, pone en juego todas sus refinadas cualidades de actriz y cantante Claudia Tomás (trabajó junto con Ingrid Pelicori en Las Antígonas ), que alcanza un nivel de excelencia.

Fuente: La Nación

Sala: Centro Cultural de la Cooperación / Funciones: sábados, a las 23; domingos, a las 20.15

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