Julián Tello: Las multitudes



Múltiples caras de una misma búsqueda

Charla con el talentoso actor (y músico) antes de partir a Berlín, en donde hará Las multitudes

Julián Tello es compositor, músico y actor. Ahora tiene en cartel una obra de teatro llamada 2040, de Elisa Carricajo. La otra se llama Los talentos, de Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, un éxito que está por su tercera temporada. También tiene una película en cartel: Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler. Viene de hacer Las multitudes, de Federico León. El mes próximo irá a hacer esa obra a Berlín. Su mente ahora también está pendiente de la presentación de Julián, su banda, que hoy actuará en el Centro Cultural Recoleta. Lo que se dice, un chico multiplataforma.

Julián vive en una casona de barrio de estilo francés. Está en Boedo. Convive con otros tres amigos, varias guitarras, un mueble muy de los sesenta reciclado, discos de pasta, una escultura del Gauchito Gil, otro sillón de cuatro cuerpos que sobrevivió a los sesenta, un botón de inodoro con vida propia e infinidad de etcéteras. Todo parece fluir. Hasta un enorme gran danés mata a mimos a un gato.

En sus 25 años, ese fluir no siempre fue así. De hecho, de su cuarto de chico sólo recuerda aquello que le generaba rechazo: "Un mueble de color azul varón, ¿lo tenés?" Obvio, lo tengo. Cuando sus padres se separaron, un tablón de madera de su cama se rompió como si los mismos muebles hubieran dicho "basta". Lo cual es toda una paradoja para la casa de un carpintero (papá Tello). Eso era en Escobar, en un edificio de estilo mediterráneo. Coherente con ciertos mandatos de lo "azul varón" lo mandaron a practicar karate, voley, basquet, fútbol. Claro que un día su padre lo llevó al teatro Girona. Allí tenía un amigo. Tomó una clase de teatro. "No sé bien qué fue, pero me quedé flasheado", dice. En verdad, Julián sigue flasheado.

Todo parece natural en su mundo. De hecho, durante varios meses ensayó Las multitudes haciendo de líder de los ancianos, aunque tenga 25, porque no aparecía el actor para ese papel. "Tampoco aparecía el personaje del líder de la banda de música. Un día Fede León me dijo: «Hacelo vos»". Y lo hizo.

Del viaje a La Plata, en donde se estrenó esa maravillosa experiencia en el Tacec, varios días se venía corriendo a las funciones de Los talentos o de 2040. El viaje, la transición, transcurría en medio de un denso silencio. "Sentir que estoy callado, concentrado, estuvo rebueno. Es como en cine, que estás tres horas esperando y, de golpe, tenés que hacer la escena en la que cagás a palos a tu hermano".

En la peli de Mumenthaler, premiada en varios festivales internacionales, Julián hace de Francisco. Francisco termina viviendo en el cuarto de arriba de una casa habitada por tres hermanas que mantienen un fuerte vínculo. El núcleo de Los talentos son tres amigos y un vínculo más que fuerte. "De esos amigos que no se dicen nunca «te quiero» pero se requieren", dice.

Los tres pibes de Los talentos son tres apasionados de esa amistad. Los cuatro amigos que viven en la vieja casona de Boedo son, a su manera, otros apasionados. Lo expresa la misma casona que habitan. Cuenta Julián: "Cuando alquilamos este lugar queríamos tener un espacio que nos contenga, ésa es nuestra pasión. Una, Malena, hace producción de cine; Daniela es sonidista del canal Encuentro y vive en el cuarto que tiene baño privado y Tomás es actor y músico de Las multitudes". El cuarto de Tomás antes lo ocupaba Esteban Bigliardi, actorazo de El tiempo todo entero. Antes de esta bella casona, Julián vivía en Gascón y Guardia Vieja con Martín Piroyansky, otro actorazo. Ni en este espacio ni en aquella casa había ningún mueble color "azul varón" como una forma de subvertir mandatos. La manera de apropiarse de la casona tiene una belleza particular. También es el espacio de trabajo, de ensayo, de estudio de grabación, de la lógica de enchufes y zapatillas desparramadas.

-Tu bunker, ¿cuál es?
-Este. Vamos.

En la estructura original de la casa, este lugar debe haber sido el comedor. Está impecable. Es la sala de grabación. Su objeto predilecto es el que señala ahora: un par de amplificadores. "Me cambió la vida. Es que ya tenía el piano, el teclado y todo para hacer grabaciones; pero todo lo que hacía lo escuchaba con parlantes Aiwa. Estos monitores de estudio te muestran otra realidad, tenía los oídos atrofiados. Escuchá". La canción "El viaje del escorpión" dice: "Estás contento porque nuevamente vas a viajar". El viaje (o el viaje que se pega con esos parlantes que compró con el dinero que ganó con la gira europea de Yo en el futuro) lo disfruta a pleno, callado, concentrado.

A los 15 años, Julián Tello empezó a ensayar El adolescente, su primer trabajo actoral. Eso fue hace una década. Un año después se fue a vivir solo a Parque Chacabuco. En un parque de por ahí se armó su primer cigarro. Hace 4 años participó del elenco de The divine comedy, propuesta inclasificablemente bella del coreógrafo Luis Garay. Allí actuaba, bailaba, cantaba. ¿Fue una especie de síntesis? "Podría ser... Era un trabajo que me ponía en jaque, era puras sensaciones. Sirvió para correr prejuicios", dice mientras ceba un mate.

En The divine comedy actuaba su banda. Se llama Julián. En ella también está Julián Larquier, de Los talentos. En enero grabarán un disco. "La banda nos permitió tener un tipo de dramaturgia distinta a la que tenemos como actores -explica-. Ahora estamos haciendo rap en castellano, que nos permite contar historias muy detalladamente con algo cinematográfico". Los dos Julianes, por ejemplo, hicieron la música de Demo, la obra en la que actúan Inés Efron y David Szechtman. Más allá de su diversificación, Julián se presenta ante los demás como actor. "Debe ser porque vivo de eso", supone.

-¿Cómo conseguís trabajo?
-¡Qué pregunta! Es lo que más me aleja del oficio. Cuando pude dejar de ser camarero me di cuenta de que no hay una manera de conseguir trabajo. Siempre intento ir detrás de mi deseo, aunque esté en crisis permanentemente. Igual, ¿ves?, todo es muy raro. Yo pensé que Los talentos era una obra para "entendidos" y, después, se dio vuelta la tortilla.

La tortilla parece tener, por lo menos, dos ingredientes fundamentales: la construcción de un color propio y el talento creativo de Julián Tello.

LAS TRES FACETAS DE UN TAL JULIÁN
Que Julián Tello es un artista de múltiples facetas no es una frase hecha. Veamos. Hoy, por ejemplo, a las 18.30, en el Centro Cultural Recoleta, se presentará junto a su banda (llamada Julián). A las 20.30, en El Camarín de las Musas, hace 2040, de Elisa Carrijo. La jornada se cierra a las 23, con la función de Los talentos en ElKafka (la obra también va los miércoles). Mientras tanto, los viernes, en el Centro Cultural San Martín se exhibe la película Abrir puertas y ventanas, de la cineasta Milagros Mumenthaler.


Fuente: La Nación

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