Las multitudes




Las multitudes

El director y autor Federico León en un trabajo escénico único y cautivante

La primera obra de Federico León se realizó en un espacio mínimo que ni era una sala teatral. Se llamó Cachetazo de campo . Allí, dos mujeres revoloteaban los mocos durante algo más de una hora en total estado de desesperación. Fue en 1997 y fue una obra icónica de aquel tiempo (y de todos los tiempos). Quince años después, de tres personajes pasó a 120 (sí, leyó bien). Esta vez su propuesta tiene lugar en una sala, la del Tacec, a la que tuvieron que elevarle el piso para que entraran los protagonistas. Las adolescentes y las jóvenes de Las multitudes también lloran. Lloran por amor.

De aquella primera foto de Cachetazo... a ésta, de Las multitudes , en la carrera de Federico hubo varias creaciones teatrales y cinematográficas que ayudan a entender esta sobredimensión, este desboque, esta pulcra exageración de recursos en juego que toma cuerpo en un elenco compuesto por chicos de 5 años a ancianos que están por cumplir los 90. Pero pensar a Las multitudes como si fuera una megaproducción de Hollywood sería un error. Básicamente, porque la construcción de este espectáculo fue -seguramente- un apasionante ejercicio de tolerancia, de asimilación de lo diferente y de lograr marcos de acuerdo paso tras paso más que una cuestión de producción (que también lo fue). En escena cada uno de esos procedimientos hace a la raíz dramatúrgica de este apasionante trabajo producido por el Teatro Argentino y por diversos festivales internacionales.

Las multitudes transcurre en un bosque, durante la noche. En ese espacio cuyo límite es la misma oscuridad, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos se encuentran (y se pierden y se buscan y se vuelven a perder). Se iluminan con linternas cuyas pilas, como si fueran detectores de sus estados emocionales, están un tanto gastadas. Desde una perspectiva complementaria, es como si la historia de esta experiencia escénica única comenzara cuando ninguno de ellos pudiera ver más allá de ese difuso cono de luz.

Están agrupados por sexo y por edad. Y están agrupados por un mismo sentimiento: la sensación de desamor, de ruptura. Desde esa situación emocional cada multitud de Las multitudes va tejiendo estrategias. El uso del término "tejido" no es casual. El movimiento de estos grupos va trazando sobre el enorme escenario líneas y curvas de cruces de una sincronicidad atrapante (seguramente, mucho ha tenido que ver el asesoramiento coreográfico de Luciana Acuña). El desplazamiento respeta la dispersión de los más chicos, el paso lento de los ancianos, la vocación de correr sin motivo aparente de los más jóvenes. El resultado desprende una organicidad interna que habla por sí sola.

EL DÍSCOLO, EL ARQUITECTO

Cada clan tiene su líder. En medio de este perfecto entrelazado hay un díscolo: Julián Zucker. Pertenece al grupo de niños, pero tiene autonomía propia. De hecho, es el que parece tener la capacidad de observar más allá del aquí, más allá de la urgencia del ahora. Es como el arquitecto de esta trama que incluye diálogos muy del tono de telenovelas, una Ofelia que llora de amor, una escena propia de Telematch (toda una cita generacional, es cierto) y hasta un recital.

En el recital, Julián Tello, del grupo de los jóvenes, canta un tema de Diego Vainer. El estribillo de esta canción con letra del mismo Federico León, dice: "Quise que estuvieras cerca de mi, buscándote me perdí. Si me pierdo te puedo encontrar, buscándote te perdí". En la canción, que merecería mejorar su audio, parece estar la clave de este largo viaje de un largo día hacia la noche en la que estas multitudes, en la que estas 120 individualidades logran encontrarse.

Pero volvamos a la escena del recital: la banda de jóvenes está compuesta por 12 integrantes. Ergo, 108 son los espectadores. La mayoría está sentada en el piso del escenario. El resto, a los costados, están parados. Esa imagen, observada desde la mitad de la platea del Tacec, es una de las tantas en las que las multitudes (la de actores, unos 120; la de espectadores, uno 140) entablan una suerte de juego de espejos, o de teatro dentro del teatro, de una potencia única, mágica, irresistible.

"Lo de afuera es lo de adentro", dice la canción. Esa simple oración podría ser el epígrafe de esa foto del recital en la que la historia de Las multitudes se expande entre la otra multitud llamada público. En esa expansión, la acumulación de las tenues luces de las linternas gastadas adquiere el poder de un faro único en el mapa de este territorio teatral.

DE LA BOND STREET A BERLÍN

Las multitudes se presentará en el Teatro Argentino de La Plata hasta el domingo. Las funciones de esta maravillosa experiencia escénica de Federico León y de todo su equipo (imposible nombrarlos) están agotadas. Hasta, cosa extraña si las hay, se estuvieron revendiendo entradas en la galería Bond Street. Para el estreno llegaron directores de festivales franceses, belgas, austríacos y alemanes. También estuvo la televisión alemana. Luego de las funciones en La Plata el trabajo se presentará en Berlín. El público porteño que tenga ganas de ver Las multitudes tendrá que esperar a noviembre, cuando se presente en la sala AB, del Centro Cultural San Martín.

Fuente: La Nación

Sala: Tacec, de la Plata

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