Claudia Lapacó


Cosecha de todos los colores

En lugar de entrevistarse, la actriz Claudia Lapacó decide no preguntarse nada. Se autorretrata en un monólogo emotivo y feliz

La vida se divide en etapas. Primero están el nacimiento y la primera infancia, que es tan importante por cómo uno es tratado, yo tuve buenos padres y hermana que me quiere mucho.

Después viene la adolescencia, con todos los sueños que uno se imagina, vidas que por ahí uno no va a tener o deseos que no van a resultar. Pero yo tuve una vocación muy temprana y nunca pensé en otra cosa.

Luego está la juventud, cuando viene la formación de la familia, los hijos. También es una parte fundamental de la vida. Traté de ocuparme mucho de mis dos hijos. No trabajaba tanto en esa época porque los chicos crecen muy rápido y si uno no estuvo en ese momento, si uno no acompañó en el crecimiento a sus hijos, después no sirve de nada tener mucho dinero ni tener mucha fama.

Por fin aparece la última parte de la vida: cuando uno cosecha lo que sembró. ¡Y yo estoy tan contenta con lo que me está pasando! Cumplí 72 años, hace 54 que soy profesional y me dediqué siempre a lo que me gustó. Ahora, hace uno 10 o 12 años que me premian y me siento respetada. Y, si bien uno no trabaja para un premio, el que lo dé todo un equipo de gente, un jurado, cuando hay muchísima gente para nominar, que de pronto salga elegida es como que me dieran una palmada en los hombros y me dijeran: "Anduviste por buen camino". Y eso me gusta.

Creo que a lo largo de los años mejoré, que quise aprender, que quise ser distinta, que me corrí de lugar. Porque si uno se aferra a lo que fue en la juventud o lo que es el físico o la parte exterior, se queda con la cáscara. No, yo hice un camino que no me fue fácil, el de pasar de ser una mujer muy bella a ser una señora grande gordita, pero eso no impidió que me llegaran los mejores roles de la vida.

Y estoy agradecida profundamente de toda la gente que tuve cerca. Agradezco a mis padres, que ya no están desde hace mucho tiempo; a mi hermana, que por suerte está; a mis hijos maravillosos y a mis cuatro nietos, que son tres mujeres y un varón. La más grande tiene 19, su hermana 16, las dos de mi hijo mayor y el varón tienen 14, y la menor es una chica de 11, de mi hijo también menor.

También agradezco a mis maestros y a los actores con quienes compartí momentos, porque uno aprende muchísimo de sus compañeros. Casi diría que más todavía que en clases de teatro. Porque uno ve en el otro lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. Porque uno no se ve a sí mismo, pero en el afuera está clarísimo.

Y, para terminar, como estoy más cerca de mi partida que de mi llegada, diría que cuando esto suceda querría irme con unas frases de un poema de Margarita, y no recuerdo su apellido, una poeta que conocí en Puiggari, Entre Ríos: "Para tan largo viaje iré ligera de equipaje, llevaré las risas de mis nietos y la mirada noble de mis hijos".

Fuente: La Nación

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