Pablo Holgado, Ariel Barbosa, Leonela Maggisano y Mariana Rúfolo: Circo Social del Sur


El arte de integrar y crear

La organización tiene su propia compañía y es apoyada por el Cirque du Soleil

"El circo hace posible lo imposible", afirma, con una sonrisa, Pablo Holgado, director artístico del Circo Social del Sur, una ONG dedicada a la integración social a través de las artes circenses, que impulsó y dirige junto a Mariana Rúfolo. Y luego de conocerlos queda claro que si de algo saben mucho Pablo y Mariana es de lograr lo que para otros podría resultar inalcanzable.

A mediados de los noventa, comenzaron a trabajar en el proyecto junto a una asistente social y una psicopedagoga, ofreciendo talleres de circo en un centro comunitario de la villa 21-24. En 2002, se constituyeron como ONG y luego lograron tener su sede en Chela, el Centro Hipermediático de Experimentación Latinoamericano, donde actualmente funcionan otros emprendimientos ligados al arte y la tecnología.

Hoy, el Circo Social del Sur brinda talleres a cerca de 400 chicos de las villas 21-24, Ciudad Oculta y del Bajo Flores y lleva presentados tres espectáculos de su propia compañía. El último de ellos, Salto , se presentará este mes, por cuatro únicas funciones, en el Club de Trapecistas.

Además de ofrecer talleres de iniciación a las artes circenses, la organización brinda cursos de formación avanzada y profesional y un programa de formación de formadores: "Nosotros trabajamos con la persona de manera integral y con sus deseos. En la medida en la que los chicos quisieron profesionalizarse, y pidieron más del circo, nosotros fuimos también ampliando nuestra propuesta", explica Rúfolo.

Además, la ONG cuenta con el apoyo del Cirque du Soleil, con cuyos artistas han realizado encuentros y talleres. El prestigioso circo canadiense, en su división social llamada Cirque du Monde, reconoció a la organización Circo Social del Sur como una de las pioneras del circo social en el mundo e incluso le asignó la venta de una de las funciones de Quidam , el último espectáculo que vino al país.

Pero la consolidación del proyecto no fue fácil y son muchos los frentes que, hasta hoy, el Circo debe atender: "Hay dificultades que tienen que ver con el aspecto familiar y social, que también vamos acompañando: desde la escolaridad, la salud, la alimentación. Incluso lo que nos sucede a veces es que los chicos no tienen documentos. Pero no estamos solos para atender estas cuestiones, trabajamos en redes comunitarias", explican.

Para Mariana, el trabajo de formación artística con "los chicos de los barrios" tiene sus particularidades: "en ellos se nota una relación muy despierta con el cuerpo, porque no son chicos que estén acostumbrados a pasar todo el día frente al televisor".

El desafío de sacar el artista que habita en cada uno de los chicos se ha convertido, para los directores, en una razón de vida: "Es una gran satisfacción saber que cuando las propuestas para los jóvenes están ellos participan. Y después, cuando la gente va a ver a los artistas no sabe de qué sector social vienen, la gente aplaude de pie y no sabe la historia del artista. Eso demuestra que logramos vencer algunos prejuicios y atravesar barreras".

Dar el salto

"Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende." Este es un fragmento de Los Fueguitos , de Eduardo Galeano, texto que inspiró a la compañía del Circo Social del Sur para un número de Salto , su último espectáculo. De esta pieza forman parte, junto a otros siete artistas, Ariel Barbosa y Leonela Maggisano con quienes La Nacion pudo conversar.

Ariel tiene 24 años y vive en la villa 21-24 del barrio de Barracas. Lleva siete años junto al Circo Social del Sur. Se inició en los talleres comunitarios que se daban en el comedor Amor y Paz de la villa 24 y nunca dejó el circo desde entonces. Hoy, forma parte de la compañía, es el especialista en la técnica de parada de manos y da clases a jóvenes de entre 15 y 20 años.

"En la zona donde vivo, cuando les dije que hacía circo, me preguntaban: «¿Qué sos payaso, ahora?, ¿sos mago?». Yo les decía: «No, no. Hago acrobacia». Hay un par que ya me vieron hacer algo y dijeron: «Este, que lo ves con esa cara de gil, es regrosso», y algunos hasta me preguntan cuándo doy clases y vienen. Está bueno, porque de paso salen de la onda que hay en el barrio. El circo te deja pensar que no todo es la esquina, o quién roba mejor, o quién tiene las mejores llantas", cuenta Ariel, y asegura que el camino que transitó en el circo cambió su propio entorno: "Mi viejo pensaba que yo con el circo no iba a llegar a nada.

El es barrendero y me decía: «Vení a laburar donde yo laburo». Nunca me fue a ver todavía, pero me vio en la tele y ahora ya lo toma como algo que de verdad me gusta".

Leonela, otra de las artistas de Salto , tiene 23 y vive en Mataderos, a 4 cuadras de Ciudad Oculta. Empezó en los talleres del Circo Social del Sur hace 3 años y también forma parte de la compañía. El año pasado fue seleccionada, junto a Ariel, para representar al país en el festival Circo Mondo, un encuentro de circos sociales que se realizó en Siena, Italia. Además, ambos asistirán, junto al resto de los artistas de Salto , al Festival Internacional de Circo de Río de Janeiro, que organiza la Federación Iberoamericana de Circo.

"Nunca estuve tanto tiempo con las mismas personas compartiendo tanto. Acá aprendés de todo. Además, es una forma de descargar haciendo lo que te gusta", dice la artista, especialista en cuerda indiana.

Basta con conocer la historia de algunos artistas para darse cuenta de que el Circo Social del Sur es mucho más que un lugar de formación artística. Por eso, a la hora de definir qué significa en sus vidas, Ariel y Leonela sólo precisan algunas pocas, pero contundentes, palabras: "Contención"; "pasión"; "otra familia"; "nuestra vida, la que elegimos"..

PARA AGENDAR
Salto, de la compañía del Circo Social del Sur. Sala: Club de Trapecistas, Ferrari 252. Sábados 9 y 16, a las 22, y domingos 10 y 17, a las 20.30 .

Fuente: La Nación

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