Ostras frescas


Ostras frescas

No son Estragón y Vladimiro beckettianos, sin embargo, se parecen en esa espera infructuosa que los coloca frente acontecimientos que nunca van a suceder, mientras matizan el tiempo desnudando inconscientemente las debilidades que los definen como seres grises, mimetizados con su propio entorno y encaminados hacia su destino trágico.

Dos hombres se encuentran en una plaza a la espera del sepelio de un coronel. Su cuerpo llegará en un tren y en esa espera aprovechan los minutos vacíos para ir definiéndose en su cotidiano vivir: amargos fracasos, aspiraciones truncadas, deseos olvidados en eternas postergaciones.

Esa espera marcará una nueva frustración al enterarse que el tren no trae el cuerpo del tan elogiado coronel, sino un cargamento de ostras frescas. No importa, el haber cumplido con el compromiso los deja satisfechos y se despiden para retomar su llana existencia.

El texto de Cano se destaca por esa carga de infelicidad que imprime a sus personajes que no reconocen sus propias desventuras, características a las que Ariel Osiris y Dante Iemma definen con efectividad y que terminan por provocar mucha ternura.

Los diálogos son apropiados para establecer un tiempo de narración, pero la dirección de Dora Milea insiste en la reiteración de silencios, muy importantes en algunos casos por los valores dramáticos que contienen, pero en otros casos están vacíos de contenidos y sólo contribuyen a sumar morosidad.

Son apropiados para armar el marco visual el vestuario, que remite a la pintura de Magritte, acentuado por la escenografía, y la certera partitura musical, componentes que sostienen los valores dramáticos del texto.

Fuente: La Nación

Sala: Patio de Actores, Lerma 568 / Función: Sabados, a las 19

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