Lisandro Penelas: ¿Querés hacer el favor de callarte, por favor?


Una mirada teatral y cinematográfica del mundo de Carver

Por Hernán Salcedo

El actor y docente teatral Lisandro Penelas llevó a escena tres cuentos del escritor estadounidense Raymond Carver, con un especial interés en la temática del amor y las relaciones de pareja. En una puesta muy lograda y con climas que parecen surgidos de la pantalla cinematográfica, la obra “¿Querés hacer el favor de callarte, por favor?, se presenta los domingos en el porteño Andamio 90.


Tres parejas conviven en un espacio que se superpone y esfuma. Ralph le lee a Marian una frase de un libro que a él le encanta. Iris y Jack se despiertan sobresaltados en medio de la noche por un llamado telefónico. Un hombre llega después de varios años a la casa de su ex mujer. De pronto el azar conduce a estas parejas a momentos trascendentales de sus vidas.

En el universo literario de Carver sobresalen las relaciones de pareja, sus crisis, conflictos, miedos y sorpresas. Al llevar estos cuentos a escena, Lisandro Penelas acerca al espectador a la intimidad de estos personajes, como si estuvieran caminando entre ellos en medio de la cama, la mesa, las sillas y el sillón que definen el espacio. En una entrevista con Blog teatro, este joven de 28 años que se reconoce apasionado por el teatro asegura que toda situación de pareja puede ser representada.

“En una historia de pareja se condensan muchos sentimientos y emociones que atraviesan los temas universales sobre los que siempre rondamos: la soledad, el miedo, la muerte, el amor. Yo encontré en Carver un lugar donde estaba todo eso en juego de una manera magistral. Y traté de entrar en ese mundo de la mejor manera posible”, afirma.

¿Por qué atrae tanto a un espectador espiar la intimidad de las parejas?

Interpreto que es un mundo muy reconocible. Al mirar estas historias o al querer meternos en situaciones como estas, todos buscamos de alguna manera saber si somos los únicos que funcionamos así o si es algo que le pasa a todo el mundo. Al mismo tiempo, como estamos mirando la obra y sabemos que no nos está pasando a nosotros, eso nos permite distanciarnos y hasta poder reírnos de ciertas formas de ser que seguramente habitan en todos nosotros.

Hay algo cinematográfico en tu puesta. ¿Fue voluntario? ¿Es casualidad?

Supongo que fue un poco y un poco. Yo hago teatro pero todo el tiempo se me venían imágenes cinematográficas, desde cuando leía los cuentos de Carver. Se ve que eso fue asentándose en mí y de a poco la puesta se fue volviendo cada vez más cinematográfica. Hay cosas en la obra que al verlas hoy parecen de un montaje cinematográfico. De hecho, cuando armé el equipo técnico, que fue vital y maravillosamente importante para mí y para el espectáculo, resultó ser que tanto la vestuarista, como la escenógrafa y la iluminadora provienen del mundo del cine. Y ellas ayudaron mucho a definir y fortificar ese aire que volaba en mi imaginación.

¿Cómo entraste al mundo de Carver y su literatura?

Hace unos cinco o seis años hicimos una obra de Molière con un elenco en la facultad de Filosofía y Letras. Después de esa experiencia el director, Daniel Misses, comentó que a él le daban ganas de hacer algo de Carver. Yo no lo conocía pero me quedó su nombre porque él lo nombraba con mucho entusiasmo. Finalmente esa idea quedó en la nada y se siguió trabajando con otros materiales. Hace dos años, buscando algo para leer, me dije: voy a comprarme un libro de Carver. Y me compré Short Cuts, que es como un compilado. Me fascinó. En dos meses ya había leído casi todos sus cuentos y dos libros de poemas. Y además empecé a divulgarlo entre mis amigos y familiares a lo loco.

¿Qué te llevó a montar un espectáculo basado en cuentos de ese autor? ¿Cómo nació el proyecto?

Ni bien empecé a leerlo me dieron ganas de hacer algo con este autor. Su forma de escribir es muy seca, llana y me pareció muy cinematográfica, podía "ver" esas "escenas". Me gustaba mucho y podía imaginarme esas historias en escena, me las imaginaba como ejercicios teatrales o como pequeñas historias. Y un día de mediados de 2009 una colega, Paula Baró, que dirige el Club Cultural Matienzo, me invitó a participar de un ciclo de jóvenes directores. Nos íbamos a juntar 12 directores sub 30 y cada uno presentaba algo de 15 minutos. A mí me copó la idea de hacerlo porque me dio la posibilidad de pensar en uno de esos cuentos. Y adapté el relato "¿Querés hacer el favor de callarte, por favor?". Pero resultó ser que tuvieron que cambiar la fecha del evento y uno de mis actores iba a estar fuera de Buenos Aires en esa época, con lo cual no pudimos hacerlo. Pero ya estaba el corazón un poco puesto en eso. A pesar de la incertidumbre y el vértigo que me daba, y gracias a la insistencia y fe de Ana, mi pareja, durante ese verano de 2009 a 2010 empecé a armar un posible proyecto más grande, para ser presentado de manera independiente y armar un espectáculo.

¿Qué buscaste con esta obra en particular?

No sé bien. En primer lugar fue mi primera experiencia total como director. Había dirigido en conjunto con otros compañeros, había dirigido una obra de Veronese como final cuando estudié dirección y un montaje con alumnos, donde también había participado bastante de la dramaturgia. Así que ésta era mi primera experiencia total, que implicaba un gran desafío personal. Con respecto a la obra, me atraían de Carver sus personajes erráticos y simples que, en esa aparente simpleza, hacen aparecer a la vez una profundidad muy intensa que justamente cobra más valor por el contraste con el estilo limpio y sintético de los textos. Por otro lado me maravillaba cómo el azar hacía de esas historias cotidianas algo nuevo y revelador, muchas veces sin que los personajes adviertan que están en un momento crucial de sus vidas. Y por último, me atrajo evidentemente la temática del amor y de las parejas, ya que la versión que hice fue a partir de tres relatos de parejas. Es curioso ver desde la cabina, al fondo de la sala, que cuando se acerca el final, y el amor y sus problemas estuvo rondando en el aire y queda flotando mientras la luz comienza a bajar, los espectadores que vinieron juntos, en general las parejas, tienden a abrazarse o a buscarse los unos con los otros.

¿Cuál es tu relación con el teatro?

Hago teatro desde los siete y ocho años cuando en el colegio me sumé a un taller que se daba por la tarde. Iba porque asistía un amigo y me decía que era divertido. Después me enganché más y fui a Andamio 90 a los diez años, donde pasé por todos los talleres: niños, preadolescentes, adolescentes y adultos. Allí mismo me recibí de profesor de teatro. Y tuve la suerte de tener profesores geniales que me formaron no sólo como actor sino también en el aspecto afectivo, moral, de trabajo y artístico. Rita Armani y Silvina Katz fueron mis primeras maestras y después tuve la suerte de tomar clases con Claudio Tolcachir durante tres años. Con él, en pleno fervor adolescente, descubrí una pasión inusitada y, diría, desquiciada. Todo era teatro en esa época. Actuaba en varias obras, ensayaba para las clases, iba a ver obras todo el tiempo. Después fui teniendo otros profesores que me dejaron también muy marcado por diferentes motivos como Luciano Suardi, Marta Lubos, Javer Daulte o Verónica Oddó. Y ya formado y dando clases de teatro en varias instituciones como Andamio 90, Timbre 4 o los talleres de la escuela Moscú que tenemos con Francisco Lumerman, tomé contacto con Marcelo Katz y fue genial. Empecé a tomar clases con él como para hacer algo nuevo y terminé descubriendo un trabajo que se enlazaba mucho con mi tradición de formación, pero que al mismo tiempo le daba un nuevo vuelo, alegría, y que me ayudó no sólo a descubrir el universo del clown sino a repensar desde esa perspectiva toda mi actividad teatral en general.

¿Trabajás en teatro desde chico?

Desde muy chiquito. A los 12 integré un espectáculo de teatro para chicos independiente en Andamio 90 conformado por adolescentes que se llamó “Blancacienta”, de Darío Luchetta, y que estuvo en cartel dos años seguidos a sala llena, participó de un festival donde ganó una mención especial y estuvo nominada a los premios ACE. Fue un maravilloso arranque a una edad muy temprana. Y desde entonces no dejé de trabajar en teatro.

¿Cómo te sentiste y qué significa para vos dirigir teatro?

Fue un desafío nuevo pero para el que estaba de alguna manera preparado, ya que venía haciendo trabajos con alumnos o codirigiendo. Y fue muy satisfactorio poder hacerlo. El trabajo fue de mucha tranquilidad, de prueba, de poder ir descubriendo en los ensayos para dónde iba cada escena, cada momento. Como se trataba de tres historias separadas, las trabajamos cada una por su lado. Con lo cual el proceso fue muy íntimo. Éramos los dos actores y yo. Sobre todo estoy muy contento de haberme entregado realmente a un trabajo en grupo. Es decir que era un ir y venir con los actores. Yo les proponía algo pero ellos me daban algo nuevo que yo trataba de tomar para poder seguir. Descubrí que era imprescindible estar abierto a dejarme sorprender por los actores. Y por suerte conté con un grupo genial, muy trabajador e imaginativo. Jamás imaginé las escenas como resultaron ser y eso es lo que más me gusta porque ahora no puedo imaginarlas de otra manera.


¿Querés hacer el favor de callarte, por favor?
Basada en tres cuentos de Raymond Carver
Dirección: Lisandro Penelas
Actuación: Lorena Barutta, Daniel Begino, Cecile Caillon, Lucila Garay, Nicolás Ortiz de Elguea y Manuel Vignau.
Asistente: Belén Sosa
Escenografía: Cecilia Figueredo
Luces y fotos: Soledad Ianni
Vestuario: Ana Lidejover
Asistente de producción: Julio Rosenberg

Funciones: domingos, a las 20.30, en el teatro Andamio 90, Paraná 660, Capital Federal. Reservas al 4373-5670.
Más información en quereshacerelfavor.blogspot.com

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