María Onetto


Siempre estuviste tan adorable

Del teatro off al cine, de la televisión al San Martín, con Ricardo Bartís, Javier Daulte, Lucrecia Martel o Telefe, María Onetto viene desplegando una sensibilidad y una ductilidad asombrosas para componer personajes tan disímiles como el espectro completo de la vida. Por estos días se la puede ver en cine (Rompecabezas, la película de Natalia Smirnoff) y en teatro (Un dios salvaje la obra de Yasmina Reza), en dos de esos papeles. Radar charló con ella para desandar el largo camino que la llevó de la carrera de psicología a ser una de las mejores actrices argentinas de la actualidad.

La primera noticia que se tuvo de María Onetto fue una fotografía. Colgada en el Teatro San Martín y otras dependencias del gigante teatral del Estado, era difícil no verla, no reparar en esa imagen graciosa y perturbadora: vertical, su cuerpo esbelto todo a lo largo, ella con el pelo cortísimo y una sonrisa desencajada, una de las piernas flexionada en pose de dama ingenua, un vestido de los años ’50, y en la mano, un cuchillo eléctrico en funcionamiento. Era el afiche de La escala humana, la primera obra en la que por fuera del mundillo off del teatro se la vio actuar a María Onetto, y tal vez la obra que la consolidó en ese registro actoral enloquecido aunque naïf, cómico en la tragedia, maternal aunque demasiado joven. Por supuesto que su carrera no había empezado con esa obra de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian, pero fue entonces que su imagen se recortó, muy luminosa, en la entrada del Teatro San Martín, y en un imaginario sobre ella que seguiría creciendo, adquiriendo nuevos matices teatrales y cinematográficos y televisivos.

María Onetto está ahora en el teatro y en el cine, en dos personajes que podían pensarse como contrapuestos. En Rompecabezas, la película de Natalia Smirnoff que la tiene como protagonista, es María del Carmen, un ama de casa sumisa, muy de usar batones con flores, un poco frustrada pero con ganas de dar un pasito, y que encuentra esa añorada posibilidad de libertad de pensamiento en armar rompecabezas. Tanto se fanatiza con los puzzles que descubre que tiene un don: los arma más rápido que nadie y sin técnica. En Un dios salvaje, en cambio, la obra de Yasmina Reza que dirige Javier Daulte en el Paseo La Plaza, es una mujer con todos los lugares comunes de la corrección política: un poco escritora, a su hijito le rompen los dientes en el colegio pero no importa, ella invita a los padres del niño amenazador a su casa, les da strudel de manzana, intenta arreglar las cosas con el ánimo tan conciliador como negador de la burguesía bienpensante pero, apenas un rato más tarde, cuando todos los buenos modos se vayan al tacho, ella, especialmente, se desbordará de violencia.

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Un dios salvaje se puede ver miércoles, jueves y domingos a las 20.30 o viernes y sábados a las 20 y 22, en el Paseo La Plaza. Entrada: desde $80.

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